Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "La Epístola de Santiago"

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2014

Lección 2: "La perfección de nuestra fe"

Para el 11 de octubre de 2014

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 4 de octubre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Santiago 1:2, 3; 1 Pedro 1:6, 7; Filipenses 3:12-15; Santiago 1:19-21; Lucas 17:5, 6; 12:16-21.

Para Memorizar: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:2, NVI).

Un odontólogo explicaba por qué sus coronas no tenían defectos. Él decía: “Nunca tengo problemas con las coronas que vienen del laboratorio. Si les envío un trabajo perfecto, me devuelven coronas perfectas”. El dentista no se preocupaba por el resultado final. Se concentraba en la etapa inicial del proceso.

Nosotros como cristianos, no necesitamos angustiarnos sobre si nuestros caracteres serán suficientemente buenos al final. Esa es la obra de Dios. Nuestra función es: “Pelea la buena batalla de la fe” (1 Tim. 6:12) con nuestros ojos fijos en Jesús, “el iniciador y perfeccionador de nuestra fe” (NVI). Esa fe en Cristo le permite obrar en nosotros “así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13) y  concluir la buena obra que comenzó (Fil. 1:6). Sin fe, podemos sentirnos derrotados aun antes de comenzar, porque nos concentramos en nosotros en lugar de fijarnos en él.

Como dijo Jesús: “Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Juan 6:29). Como veremos, Santiago nos ayuda a comprender esta verdad espiritual importante.

 

Ir ArribaDomingo 5 de octubre: La fe perdura

Lee Santiago 1:2, 3; 1 Pedro 1:6, 7; 4:12, 13. ¿Qué actitud tienen en común Santiago y Pedro acerca de las pruebas? ¿Cómo debemos relacionarnos con este mandato bíblico increíble?

A nadie le gusta el sufrimiento; casi siempre lo evitamos, si podemos. La palabra griega que se usa en el versículo 3 para la prueba de nuestra fe es dokímion. Se refiere al proceso de probar si algo es genuino. Pedro compara esta prueba de nuestra fe con la forma en que el fuego purifica el oro; aunque esa prueba puede no ser placentera, Dios espera un resultado exitoso. Las pruebas no deben desanimarnos; porque, si permanecemos fieles, “saldré como oro” (Job 23:10; comparar con Prov. 17:3).

De este modo, debemos regocijarnos cuando vienen las pruebas, especialmente acerca de nuestra fe, porque Jesús dijo: “Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos” (Mat. 5:12). Además, las pruebas profundizan nuestro aprecio por lo que Cristo soportó por nosotros. Como destaca 1 Pedro 4:13, nos capacitan para compartir en los padecimientos de Cristo.

Es decir, necesitamos mirar más allá de cada prueba, y visualizar el resultado que Dios espera. Allí es donde entra la fe. Necesitamos creer en un Padre amante, confiar en su sabiduría, y actuar sobre la base de su Palabra. Podemos confiar con seguridad nuestro futuro a él (ver Rom. 8:28). De hecho, sólo por la fe, por el conocimiento del amor de Dios, y el vivir por fe a la luz de ese amor, podemos llegar a gozarnos en nuestras pruebas.

En Santiago 1:3 el fin de la prueba de nuestra fe es la “paciencia”. La palabra griega (hupomoné) también puede traducirse como “constancia” (NVI) o “perseverancia”. Hupomoné es eso que dura más que todo lo demás, porque descansa con confianza en la seguridad de la liberación final que da Dios (como en Lucas 21:19).

Una cosa es permanecer fiel a Dios durante las pruebas; es decir, no perder la fe sino aferrarse al Señor, aun en los tiempos peores. Pero se nos dice que debemos “alegrarnos” en nuestras pruebas. ¿No es pedir demasiado? Después de todo, a veces puede ser muy difícil mantenerse fieles en las pruebas, pero, ¿“regocijarse” en ellas? ¿Cómo podemos aprender a alegrarnos cuando el gozo es lo último que sentiríamos deseos de hacer?

 

Ir ArribaLunes 6 de octubre: Perfección

Lee Santiago 1:2 al 4. Nota la secuencia: fe, prueba, paciencia, perfección. Santiago comienza con la fe porque ese es el fundamento de toda experiencia cristiana verdadera. Luego dice que necesitamos las pruebas para verificar que nuestra fe es genuina. Por último, Santiago afirma que las pruebas pueden enseñarnos perseverancia, de modo que finalmente no seamos tomados por sorpresa y seamos vencidos por ellas. La meta de Dios para nosotros es que “seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Sant. 1:4). El lenguaje no podría ser más elevado. La palabra perfectos (téleios) significa madurez espiritual, mientras que cabales (holókleros) se refiere a estar completos totalmente. Verdaderamente, podemos llegar a ser mucho más en el Señor si morimos al yo y le permitimos hacer su obra en nosotros, “el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13).

Lee Efesios 4:13 y Filipenses 3:12 al 15. ¿Qué actitud hacia lo “perfecto” deben tener los cristianos?

Como Pablo, los seguidores de Cristo nunca estarán satisfechos con nada menos que moldear su vida según el amor abnegado y de sacrificio de su Maestro. Pero nunca sentiremos que lo hayamos “ya alcanzado” o que ya seamos “perfectos” (NVI).

Nota, también, que en estos pasajes el énfasis está en el futuro. Pablo está señalando hacia la promesa que Dios le hizo por la fe en Jesús. Nunca habrá un tiempo en la jornada del cristiano en que pueda decir “ya llegué”, por lo menos en cuanto a su carácter. (¿Has notado, además, que los que dicen que han “llegado” son generalmente odiosos y llenos de justicia propia?) Somos como una obra de arte; siempre puede mejorársela, y Dios promete hacer eso mientras avancemos por fe, procurando entregarnos diariamente a él con confianza y obediencia.

Si murieras ahora mismo, ¿serías tan bueno como para ser salvo? ¿O si hubieras muerto dos semanas después que aceptaste a Jesús, habrías sido suficientemente bueno como para ser salvo? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de tu necesidad del manto perfecto de la justicia de Cristo, sin tomar en cuenta el nivel de “perfección” que hayas alcanzado?

 

Ir ArribaMartes 7 de octubre: Pedir con fe

Lee Santiago 1:5, 6. ¿En qué se diferencia la sabiduría del conocimiento? ¿Qué conexión hace Santiago entre la sabiduría y la fe?

Parece un poco extraño que Santiago diga: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría”. ¿Quién piensa que tiene suficiente sabiduría? Salomón, por ejemplo, reconociendo su necesidad, humildemente pidió: “Da, pues, a tu siervo corazón… para discernir entre lo bueno y lo malo” (1 Rey. 3:9). Más tarde escribió: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría” (Prov. 9:10).

Tendemos a pensar que la sabiduría es lo que sabemos. ¿De qué modo los siguientes textos nos muestran cuál es otro lado de la sabiduría verdadera? Sant. 1:19-21; 2:15, 16; 3:13.

Tanto Proverbios como Santiago describen la sabiduría como algo muy práctico: no lo que sabemos, sino cómo vivimos. Por ejemplo, ser “pronto para oír” (Sant. 1:19). Platón dijo: “Los hombres sabios hablan porque tienen algo que decir; los necios, porque les gustaría decir algo”. En otras palabras, podemos tener todo el conocimiento que el mundo ofrece pero nos falta la sabiduría verdadera.

Por supuesto, por cuando Dios es la fuente de toda verdadera sabiduría, obtenemos sabiduría mayormente por escucharlo a él: leyendo su Palabra y pasando tiempo de reflexión contemplando la vida de Cristo, quien “nos ha sido hecho por Dios sabiduría” (1 Cor. 1:30). Al aprender a reflejar el carácter de Cristo en nuestras propias vidas, vivimos la verdad como es en Jesús. Eso es sabiduría verdadera.

Lee Santiago 1:6 otra vez. Debemos pedir con fe, sin dudar. ¿No es esto difícil, a veces? Cuando eso ocurre, lo que es vital es orar y comenzar a meditar en todas las razones que tenemos para tener fe: la historia de Jesús, las profecías bíblicas, y nuestra propia experiencia personal. ¿Cómo el hacer esto podría ayudarnos a vencer toda duda que podría surgir ocasionalmente?

 

Ir ArribaMiércoles 8 de octubre: El otro lado de la moneda

Lee Santiago 1:6 al 8. ¿Qué nos está diciendo aquí?

La palabra para “duda” se refiere a alguien que está interiormente dividido; esto nos ayuda a comprender su conexión con tener “doble ánimo”. Vemos un ejemplo claro de esto en Cades Barnea. Aquí Israel afrontaba una elección: avanzar con fe, o rebelarse contra Dios. Sorprendentemente, eligieron la rebelión, y quisieron volver a la esclavitud de Egipto. Cuando Dios intervino y anunció por medio de Moisés que morirían en el desierto, ¡de repente el pueblo “creyó”! Dijeron: “Henos aquí para subir al lugar del cual ha hablado Jehová; porque hemos pecado” (Núm. 14:40).

“Los israelitas parecieron arrepentirse entonces sinceramente de su conducta pecaminosa; pero se entristecían por el resultado de su mal camino y no porque reconocieran su ingratitud y desobediencia. Cuando vieron que el Señor era inflexible en su decreto, volvió a despertarse su terca voluntad, y declararon que no volverían al desierto. Al ordenarles que se retiraran de la tierra de sus enemigos, Dios probó la sumisión aparente de ellos, y vio que no era verdadera” (PP 412).

Lee Lucas 17:5, 6. ¿Qué nos está diciendo Jesús aquí acerca de la fe?

Cuando los discípulos pidieron más fe, Jesús dijo que una fe como un grano de mostaza era suficiente. Lo que importa es si nuestra fe está viva y crece, y esto puede y quiere suceder solo si continuamos ejerciendo esa fe, buscando a Dios y confiando en él en todas circunstancias.

Pero la duda a veces nos estorba. Nuestro mundo nos bombardea con dudas y escepticismo; nadie es inmune. Todo lo que podemos hacer es orar para superarla, recordando la fidelidad de Dios en el pasado y confiando en él para nuestro futuro.

¿Cuáles son todas las razones que tienes para confiar en Dios y en sus promesas, y vivir por fe? Piensa en esto, medita en ello, y tu fe solo aumentará.

 

Ir ArribaJueves 9 de octubre: El rico y el pobre

En su breve epístola, Santiago muestra gran preocupación por la gente pobre; algunos hasta lo consideran su tema principal. Pero para los oídos modernos, sus ataques contra los ricos y a favor de los pobres parecen extremos, hasta chocantes. Sin embargo, al mismo tiempo Santiago no está diciendo nada muy diferente de lo que dijo Jesús.

Compara Santiago 1:9 al 11 con Lucas 8:14; Santiago 1:27 con Mateo 25:37 al 40; Santiago 2:15, 16, con Lucas 10:29 al 37; y Santiago 5:1 al 4 con Lucas 12:16 al 21. ¿Cuál es el mensaje común allí para nosotros? ¿Qué advertencias y amonestaciones podemos obtener de lo que aquí está tan claramente expresado?

Por supuesto, Santiago no le cierra las puertas del reino a todas las personas ricas. Pero, como Jesús, reconoce las insidiosas tentaciones que vienen con la riqueza. Ricos y pobres, necesitamos mantener nuestros ojos abiertos sobre el verdadero premio. El problema con el dinero es que tiende a engañarnos, haciendo que nos concentremos en lo temporal en lugar de lo eterno (2 Cor. 4:18).

No hay dudas, la adquisición de riqueza, educación superior, o influencia social tiende a separar a las personas de los “menos afortunados”. Pero la iglesia primitiva mantuvo juntas las dos clases poniendo los valores del mundo al revés. El que toma el lugar más bajo”, la función de la humildad, es el que se puede gloriar en la exaltación.

Mientras haya hambrientos en el mundo que alimentar, desnudos que vestir, almas que perecen por el pan y agua de la salvación, cada complacencia innecesaria, cada sobrante de capital, clama en favor de los pobres y desnudos” (MB 283).

¿Qué sucede contigo? Si eres rico o pobre, no importa; lo que interesa es cómo te relacionas con el dinero. ¿Qué hay acerca del dinero que lo hace tan potencialmente peligroso para nuestras almas?

 

Ir ArribaViernes 10 de octubre

Para Estudiar y Meditar:

En El Deseado de todas las gentes, lee el capítulo “El Sermón del Monte”, pp. 265-281.

“Dios quiere que sus siervos lleguen a conocer sus propios corazones. A fin de llevarlos al conocimiento verdadero de su condición, él permite que el fuego de la aflicción los ataque, para que sean purificados. Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para quitar las impurezas, las debilidades y las asperezas de nuestros caracteres, y adecuarlos para la sociedad de los puros ángeles celestiales en la gloria. Luego, al pasar por las pruebas, cuando el fuego de la aflicción se enciende sobre nosotros, ¿no mantendremos nuestros ojos fijos en las cosas que no se ven, en la herencia eterna, la vida inmortal, y el mayor y eterno peso de gloria? Y mientras hacemos esto, el fuego no nos consumirá, sino solo eliminará la escoria, y saldremos siete veces purificados, llevando la impronta del Divino” –(ARSH, 10 de abril de 1894).

Preguntas para Dialogar:

  1. ¿Qué personajes bíblicos te animan más en tiempos de sufrimiento? ¿Has aprendido a tener gozo en las pruebas? Si es así, comparte con la clase lo que te ayudó para conseguir eso. Al mismo tiempo, si no has podido gozarte en tus sufrimientos, también habla acerca de eso en la clase (si te parece apropiado hacerlo).

  2. Medita más en la idea de que la sabiduría verdadera no es tanto conocimiento intelectual sino lo que hacemos con fe, por medio de Cristo. Al mismo tiempo, ¿por qué esto no significa que el conocimiento intelectual no es importante? ¿Cómo es, por ejemplo, que una doctrina falsa, es muy perjudicial para tu caminar con el Señor?

  3. Un joven tenía un amigo que pasó por pruebas severas. Aunque el joven encontró que las pruebas eran difíciles, notó que su amigo crecía en la gracia. Cuando pasaron las pruebas, su amigo realmente había cambiado, ¡para mejor! ¿Qué cosas has aprendido de tus pruebas que fueron espiritualmente beneficiosas para ti? Considera: ¿podrías haberlas aprendido de alguna otra manera?

  4. ¿Qué puedes decirle a alguien que parece sincero en la fe y, no obstante, admite que a veces las dudas lo vencen? ¿Cómo puedes ayudarlo?

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