Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "El libro de Lucas"

Segundo trimestre (abril-junio) de 2015

Lección 7: "Jesús, el Espíritu Santo y la oración"

Para el 16 de mayo de 2015

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 9 de mayo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Lucas 2:25-32; Juan 16:5-7; Lucas 23:46; 11:1-4; Mateo 7:21-23; Lucas 11:9-13.

Para Memorizar: “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá” (Luc. 11:9, 10).

Lucas habla más que los otros evangelios sinópticos acerca de la relación de Jesús con el Espíritu Santo: Mateo se refiere al Espíritu 12 veces, y Marcos, 6 veces, pero Lucas tiene 17 referencias en su evangelio, y 57 en los Hechos. Desde la concepción de Jesús (Luc. 1:35) hasta el establecimiento de su misión (Luc. 24:44-49), Lucas ve un vínculo entre Jesús y el Espíritu Santo, que es básico para entender el ministerio del Salvador. Lucas también destaca la oración en la vida y la misión de Jesús. Plenamente divino, igual con el Padre y el Espíritu, Jesús en su humanidad nos dejó un ejemplo con respecto a la oración.

Si Jesús vio la necesidad de orar, ¿cuánto más lo necesitaremos nosotros?

Sin oración incesante y vigilancia diligente, corremos el riesgo de volvernos indiferentes y de desviarnos del sendero recto. Nuestro adversario procura constantemente obstruir el camino a la sede de la misericordia, para que no obtengamos, mediante ardiente súplica y fe, gracia y poder para resistir la tentación” (CC 94).

 

Ir ArribaDomingo 10 de mayo: Jesús y el Espíritu Santo

Como un gentil converso y compañero de misión del apóstol Pablo, Lucas consideró el ingreso de la cristología en la historia −desde la encarnación de Jesús hasta su ascensión y hasta la difusión de la iglesia− como una maravilla divina producida y guiada por el Espíritu Santo. En la vida de Jesús vemos actuar a toda la Deidad en nuestra redención (Luc. 3:21, 22); y Lucas enfatiza este punto por medio de sus continuas referencias al Espíritu Santo.

¿Qué nos dicen los siguientes versículos acerca de la función del Espíritu Santo en la venida de Cristo a la tierra en carne humana? Luc. 1:35, 41; 2:25-32.

La misión de Jesús comenzó con varias referencias al Espíritu Santo. Según Lucas, Juan el Bautista predijo que, aunque él bautizaba con agua, Aquel que lo seguiría bautizaría con el Espíritu (Luc. 3:16). En ocasión del bautismo de Jesús, tanto el Padre como el Espíritu Santo afirmaron la autenticidad de su misión redentora. Dios el Padre declaró desde arriba que Cristo es su Hijo amado enviado para redimir a la humanidad, mientras el Espíritu Santo descendía sobre él en la forma de una paloma (Luc. 3:21, 22). Desde entonces, Jesús estuvo “lleno del Espíritu Santo” (Luc. 4:1) y listo para enfrentarse con el enemigo en el desierto, así como comenzar su ministerio (Luc. 4:14).

Las palabras iniciales de su sermón en Nazaret fueron una aplicación de la profecía mesiánica de Isaías a sí mismo: “El Espíritu del Señor está sobre mí” (vers. 18). El Espíritu era su compañero constante, su fuerza afirmadora, y también sería su presencia permanente entre sus seguidores cuando él ya no estuviese entre ellos (Juan 16:5-7). No solo eso, Jesús prometió que Dios daría el don del Espíritu a quienes lo pidieran (Luc. 11:13). El Espíritu que siempre vinculó a Cristo con el Padre y su misión redentora es el mismo Espíritu que fortalecería a los discípulos en su jornada de fe. De allí la importancia vital del Espíritu en la vida cristiana: en realidad, la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado más grave de todos (Luc. 12:10).

¿Qué maneras concretas y prácticas pueden abrirnos a la conducción del Espíritu Santo? Es decir, ¿cómo podemos ser cuidadosos de que nuestras elecciones de ninguna manera nos endurezcan a su voz?

 

Ir ArribaLunes 11 de mayo: La vida de oración de Jesús

Algunas de las muchas ocasiones en que Jesús oró están registradas solo en Lucas. Nota los siguientes incidentes que muestran a Jesús en oración durante grandes momentos de su vida.

  1. Jesús oró en su bautismo (Luc. 3:21). “Se estaba abriendo ante él una era nueva e importante. De una manera más amplia, estaba entrando en el conflicto de su vida” (DTG 85). No se atrevió a comenzar esa era más amplia de su ministerio público –que finalmente lo llevaría a la cruz del Calvario− sin oración.

  2. Jesús oró antes de elegir a los 12 discípulos (Luc. 6:12, 13). Ningún líder elige a sus seguidores al azar. Pero, Jesús no estaba simplemente eligiendo seguidores: estaba eligiendo seguidores que se identificaran completamente con su persona y su misión, y las comprendieran. “Su cargo era el más importante al cual hubiesen sido llamados alguna vez los seres humanos, y únicamente el de Cristo lo superaba” (DTG 258).

  3. Jesús oró por sus discípulos (Luc. 9:18). El discipulado demanda un compromiso absoluto con Jesús, y una comprensión de su identidad. A fin de que los Doce pudieran saber quién era él, Jesús “oraba aparte” y, después de eso, los desafió con la pregunta vital: “¿Quién decís que soy?” (Luc. 9:20).

  4. Jesús oró antes de su transfiguración (Luc. 9:28-36) y obtuvo para sí la segunda afirmación del Cielo de que él era el “Hijo amado” de Dios. Las pruebas vividas hasta entonces y las que vendrían no podrían cambiar la estrecha afinidad entre el Padre y el Hijo. La oración también resultó en que los discípulos vieron con sus “propios ojos su majestad” (2 Ped. 1:16).

  5. Jesús oró en Getsemaní (Luc. 22:39-46). Esta es la oración más importante en la historia de la salvación. Aquí tenemos al Salvador vinculando al Cielo con la tierra y estableciendo, al hacerlo, tres principios cruciales: la primacía de la voluntad y el propósito de Dios; el compromiso de cumplir esa primacía aun con el riesgo de sangre y muerte; y la fortaleza para vencer cada tentación a lo largo del camino del cumplimiento del propósito de Dios.

  6. Jesús oró, entregando su vida en las manos de Dios (Luc. 23:46). En sus palabras finales sobre la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, Jesús nos da el propósito máximo de la oración. Al nacer o al morir, ante enemigos o amigos, mientras dormimos o estamos despiertos, la oración debe mantenernos permanentemente vinculados a Dios.

¿Qué te dicen estos ejemplos acerca de tu vida de oración?

 

Ir ArribaMartes 12 de mayo: “La oración modelo: Primera parte”

Lee Lucas 11:1 al 4. ¿De que forma estos versículos nos ayudan a entender el modo en el que actúa la oración?

“Padre” es la manera favorita de Jesús de describir a Dios, y se registra así por lo menos 170 veces en los cuatro evangelios. Al dirigirnos a Dios como a nuestro Padre, reconocemos que Dios es una Persona, capaz de tener la relación más íntima con los humanos. Dios es tan personal, tan real, tan amante y tan interesado como un Padre humano. Pero, él es el Padre en el cielo. Es diferente de nuestro padre terrenal, porque él es omnipotente, omnisciente, omnipresente y perfectamente santo.

“Padre que estás en los cielos” es una frase que nos recuerda para siempre que Dios es santo y personal, y que el cristianismo no es una idea filosófica ni un concepto panteísta de un dios que es todo.

“Santificado sea tu nombre” (Luc. 11:2). Aquí tenemos otro recordativo de la santidad de Dios. Los que afirman seguir al Señor deben santificar su nombre en palabras y en hechos. Pretender seguirlo y, no obstante, pecar contra él es profanar ese nombre. Las palabras de Jesús en Mateo 7:21 al 23 pueden ayudarnos a comprender mejor lo que significa santificar el nombre de Dios.

“Venga tu reino”·(Luc. 11:2). Los evangelios se refieren al Reino de Dios unas cien veces: cerca de cuarenta en Lucas, unas cincuenta en Mateo, dieciséis en Marcos y tres en Juan. Es lo que Jesús vino a revelar y establecer, tanto en la realidad presente del reino de gracia y en la promesa futura del reino de gloria. Sin entrar en el primer reino, no habría entrada en el segundo, y es el deseo del Salvador que sus discípulos experimenten el primero esperando el segundo.

“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Luc. 11:2). La voluntad de Dios se reconoce y obedece en el cielo. Jesús toma ese hecho y lo convierte en la esperanza de que esa voluntad también suceda en la tierra. “En la tierra” sugiere no una generalidad, sino una particularidad. Sea hecha la voluntad de Dios sobe la tierra, pero que comience con nosotros, con cada uno de nosotros, personalmente.

¿Conoces al Señor, o sólo acerca de él? ¿De qué maneras tu vida de oración te lleva más cerca de él?

 

Ir ArribaMiércoles 13 de mayo: “La oración modelo: Segunda parte”

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Luc. 11:3). La petición incluye la palabra danos. Sea que la palabra la pronuncie un millonario o un huérfano con necesidad continua, la oración a la vez expresa dependencia y reconocimiento de confianza. Todos dependemos de Dios, y el ruego “danos” nos obliga a reconocer que Dios es la fuente de todos los dones. Él es el Creador. En él vivimos, nos movemos y somos. “Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos” (Sal. 100:3).

Dios es el Padre que nos da todo lo que necesitamos. A la luz de esta promesa, ¿qué gran seguridad puedes encontrar en Lucas 11:9 al 13?

“Y perdónanos nuestros pecados” (Luc. 11:4). El perdón está en el centro del evangelio. Sin el perdón de Dios, no tenemos salvación: “Estando muertos en pecados... os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Col. 2:13). Quienes han experimentado el perdón de Dios deben buscar y abrazar a cualquiera que les haya hecho mal. La oración de perdonar como “también nosotros perdonamos” (Luc. 11:4) no significa que el perdón de Dios depende de que perdonemos a otros; más bien, el que seamos perdonados demanda que vivamos dentro de un círculo creciente de gracia: recibiendo la benevolencia de Dios, y extendiendo su amor y perdón a otros que puedan habernos ofendido.

“Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Luc. 11:4). Deben notarse dos hechos. Primero, la tentación no es pecado. La palabra griega para “tentación” es peirasmós. Los sustantivos griegos que terminan en –asmós normalmente describen un proceso, no un producto. Las Escrituras no consideran la tentación como un producto terminado; es un método, un proceso que se usa para lograr un determinado producto. Aunque la tentación no es pecado, ceder a ella sí lo es. Segundo, Dios no es el autor de la tentación (Sant. 1:13). Dios puede permitir que vengan tentaciones, pero él nunca tienta en el sentido de inducirnos a pecar. Por lo tanto, la oración es el reconocimiento de que Dios es la fuente de la fuerza máxima para resistir el mal.

Repasa Lucas 11:1 al 4. Piensa en los problemas que menciona. ¿De que manera tu experiencia con cada uno de esos problemas puede enriquecerse y profundizarse mediante la oración?

 

Ir ArribaJueves 14 de mayo: Más lecciones sobre la oración

Inmediatamente después de dar un modelo de oración a sus discípulos, con la parábola de un amigo a medianoche (Luc. 11:5-13), Jesús les enseñó la necesidad de la oración persistente. Luego, al acercarse al final de su ministerio, recordó a sus seguidores la necesidad de penitencia y humildad en la oración (Luc. 18:9-14). Ambas parábolas muestran que la oración no es sencillamente una rutina religiosa, sino un constante caminar, hablar y vivir con el Padre.

Lee Lucas 11:5 al 8. Jesús contó esta parábola para estimular la perseverancia en la oración. La oración no debe llegar a ser una rutina. Debe ser, en cambio, el fundamento de una relación, de absoluta, persistente y continua confianza en Dios. La oración es el aliento del alma: sin él, estamos espiritualmente muertos. Jesús cuenta la parábola de un vecino que rehúsa ser agradable. Su amigo ruega pidiendo una hogaza de pan para atender una emergencia a medianoche, pero es en vano. Finalmente, aun ese tal vecino se rinde y cede por los persistentes golpes dados en su puerta a medianoche. ¿Cuánto más haría Dios hacia alguien que persiste en la oración? Tal insistencia no cambia la voluntad de Dios, sino que fortalece nuestra confianza.

Lee Lucas 18:9 al 14. ¿Qué lección vital hay aquí acerca de la oración?

El fariseo esperaba que Dios lo aprobara sobre la base de lo que él había hecho, sus obras de justicia. El publicano se entregó a la misericordia de Dios, y rogaba por la aceptación sobre la base de la gracia de Dios. La aceptación de Dios no nos llega por quiénes somos o lo que somos, sino solo por su gracia. Solo aquellos que son penitentes, humildes y de espíritu quebrantado pueden recibir esa gracia.

“La mansedumbre y humildad de corazón son las condiciones indispensables para obtener fuerza y para alcanzar la victoria. Una corona de gloria aguarda a los que se postran al pie de la cruz” (PR 433, 434).

Las personas que no conocieron al Señor tienden a compararse con los que, supuestamente, están peor que ellos, a fin de convencerse de que no son tan malos. ¿Por qué eso es un gran engaño espiritual? ¿Qué importa que otros estén peores que nosotros?

 

Ir ArribaViernes 15 de mayo

Para Estudiar y Meditar:

“El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para pedir ayuda, apoyo y poder tendrá aspiraciones nobles, conceptos claros de la verdad y del deber, propósitos elevados, así como sed y hambre insaciable de justicia. Al mantenernos en relación con Dios, podremos derramar sobre las personas que nos rodean la luz, la paz y la serenidad que imperan en nuestro corazón. La fuerza obtenida al orar a Dios, sumada a los esfuerzos infatigables para acostumbrar la mente a ser más considerada y atenta, nos prepara para los deberes diarios, y preserva la paz del espíritu bajo todas las circunstancias” (DMJ 74).

“Al llamar a Dios nuestro Padre, reconocemos a todos sus hijos como nuestros hermanos. Todos formamos parte del gran tejido de la humanidad; todos somos miembros de una sola familia. En nuestras peticiones hemos de incluir a nuestros prójimos tanto como a nosotros mismos. Nadie ora como es debido si solamente pide bendiciones para sí mismo” (ibíd. 90).

Preguntas para Dialogar:

  1. La vinculación de Jesús con el Espíritu Santo no termina con el evangelio de Lucas. Ninguno puede leer el Libro de los Hechos, el segundo tomo de la historia de la iglesia cristiana, sin notar la dinámica apremiante del Espíritu Santo en la vida de la comunidad cristiana, sus misiones y sus ministros. En realidad, solo Lucas registra la instrucción que dio Jesús a sus discípulos después de su resurrección, de que debían quedar en Jerusalén hasta “que seáis investidos de poder de lo alto” (Luc. 24:49), antes de que pudieran ir hasta los fines de la tierra con el mensaje del Salvador crucificado y resucitado. Lucas inicia el libro de Hechos repitiendo la promesa del Espíritu Santo (Hech. 1:7, 8), promesa que se cumplió en Pentecostés (Hech. 2). ¿Qué nos dice todo esto acerca de la función central del Espíritu Santo en la vida de la iglesia?

  2. ¿De qué maneras el mismo acto de orar es un reconocimiento de nuestra dependencia de Dios y nuestra necesidad de él? Lee Lucas 18:9. ¿Qué profundo problema espiritual atendía Jesús con esta parábola?

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