Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Jeremías"

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2015

Lección 1: "El llamado profético de Jeremías"

Para el 3 de octubre de 2015

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 26 de septiembre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Isaías 1:19; Jeremías 7:5-7; 1 Reyes 2:26; Jeremías 1:1-5; Isaías 6:5; Jeremías 1:6-19; Mateo 28:20.

Para Memorizar: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer. 1:5).

Sabemos más acerca de Jeremías que de cualquier otro profeta del Antiguo Testamento. Los hechos biográficos en su libro nos ayudan a comprender mejor su obra como profeta.

Jeremías tuvo tal efecto en la historia que, aun en el tiempo de Jesús, los talleres literarios y las escuelas para discípulos se basaban en el ministerio profético de Jeremías.

La obra del profeta, juzgada por las normas humanas, muestra solo un leve éxito. A pesar de décadas de fervientes advertencias y ruegos, la gente no escuchaba los mensajes dados por él de parte de Dios.

No obstante, Jeremías no pudo ser comprado ni vendido; se mantuvo como “ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce” (Jer. 1:18), no con sus propias fuerzas, sino con las de Dios.

Jeremías no fue muy feliz. Su llamado le trajo sufrimiento, dolor, rechazo, encarcelamiento. Muchas de sus dificultades vinieron de aquellos a quienes procuraba ayudar tratando de encaminarlos en la dirección correcta. Jeremías prefiguró lo que Jesús afrontaría centenares de años después en el mismo país.

 

Ir ArribaDomingo 27 de septiembre: Los profetas

Los profetas, de acuerdo con su llamamiento, fueron decididos protectores de la ley de Dios. Se mantuvieron en el pacto y los Diez Mandamientos (Jer. 11:2-6). Miqueas 3:8 nos da un resumen de la obra de los profetas, que era “denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado”. Y el concepto de pecado, por supuesto, no tiene significado separado de la ley (ver Rom. 7:7).

¿Cuál era el mensaje de los profetas al pueblo? ¿De qué maneras ese mensaje es el mismo para nosotros hoy? Isa. 1:19; Jer. 7:5-7; Eze. 18:23. (Ver también Mat. 3:7-11.)

El juicio de Dios podía evitarse, pero caería sobre ellos si no se volvían de sus malos caminos. Sin embargo, el cambio no es fácil, especialmente cuando la gente se habitúa a hacer el mal. ¿Quién no ha visto cómo la gente se acostumbra al mal que, en otro tiempo, los abrumaba? El mensaje de los profetas debía mostrar a la gente cuán malos eran sus caminos, y cuáles serían las consecuencias de no apartarse de ellos. Y, por supuesto, este mensaje no era de los profetas, sino de Dios.

Los profetas no mencionan de qué modo les era revelaba la Palabra de Dios o cómo la oían. A veces, Dios les hablaba directamente, tal vez, en un “suave murmullo” (1 Rey. 19:12, NVI); o el Espíritu Santo les daba sueños o visiones. Sin embargo, no importa cómo les llegaran los mensajes, los profetas tenían una misión, no solo de transmitir la voluntad de Dios al pueblo en general, sino también, cuando era necesario, hablar ante reyes, emperadores y generales.

Esta tarea involucraba una gran responsabilidad: si decían la verdad, estas personas poderosas podían matarlos; pero, si no representaban la verdad, el juicio de Dios también podía caer sobre ellos. Ser un profeta es una vocación difícil y, por lo que nos muestran las Escrituras, los que recibieron ese llamado lo tomaron muy en serio.

Podemos estar contentos de que lo hicieron, porque sus mensajes nos han llegado en la Biblia. En ese sentido, sus palabras todavía hablan hoy. La pregunta actual es la misma que en el tiempo de Jeremías: ¿Escucharemos?

¿Qué nos están diciendo los profetas, aun después de todo este tiempo? En esencia, ¿cuál es su mensaje básico para el pueblo de Dios?

 

Ir ArribaLunes 28 de septiembre: Antecedentes familiares de Jeremías

Lee 1 Reyes 1 y 2:26. ¿Cuál es el marco de fondo que motivó el exilio de Abiatar a su pueblo de Anatot?

Después de que fortaleció su trono, Salomón, en un conflicto con Adonías acerca de la sucesión, apartó al sacerdote Abiatar de su oficio y lo exilió a su pueblo natal, Anatot, que se cree que estaba a unos cinco kilómetros al noreste de Jerusalén. Hilcías, el padre de Jeremías, era miembro de una familia sacerdotal que vivía en Anatot. Algunos han especulado que la familia de Jeremías puede haber descendido de Abiatar. De todas maneras, sabemos por Jeremías 1:1 que el joven provenía de una familia destacada. Podemos ver, a través de toda la historia profética, que Dios llamó a todo tipo de personas –pastores, rabíes, pescadores, sacerdotes− al oficio profético.

“Miembro del sacerdocio levítico, Jeremías había sido educado desde su infancia para el servicio santo. Durante aquellos felices años de preparación, distaba mucho de comprender que había sido ordenado desde su nacimiento para ser ‘profeta a las naciones’; y cuando le llegó el llamamiento divino, se quedó abrumado por el sentimiento de su indignidad y exclamó: “¡Ah! ¡ah! ¡Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño’ (Jer. 1:5, 6)” (PR 299).

Los sacerdotes debían ser los líderes morales y espirituales de la nación; se les habían dado funciones importantes que impactaban la mayor parte de las áreas de la vida espiritual de la nación. Algunos fueron fieles a esa tarea; otros, abusaron de ella y la violaron de maneras que no podemos imaginar. Como pronto leeremos en el libro de Jeremías, el profeta tuvo palabras muy duras en contra de esos sacerdotes infieles, que habían demostrado ser indignos de las responsabilidades y llamamiento que se les habían confiado.

¿Cuáles son tus responsabilidades espirituales, ya sea en casa o en la iglesia, o en ambos lugares, o en cualquier otra parte? Si un profeta fuera a hablarte ahora acerca de esas responsabilidades, ¿qué podría decir?

 

Ir ArribaMartes 29 de septiembre: El llamamiento profético de Jeremías

Lee Jeremías 1:1 al 5. ¿Qué nos dice acerca del llamamiento de Jeremías?

Así como otros profetas del Antiguo Testamento (y como Pablo en el Nuevo; ver Gál. 1:1; Rom. 1:1), Jeremías no tuvo dudas con respecto a quién lo llamaba. En estos versículos, y en realidad en todo el libro de Jeremías, queda claro que hablaba “la palabra de Jehová”, que había venido a él. Sin duda, esta ferviente convicción es lo que lo capacitó para seguir adelante, a pesar de la dura oposición, y los trabajos, sufrimientos y pruebas.

El llamamiento de Jeremías ocurrió en el decimotercer año del reinado de Josías, datado alrededor del año 627/626 a.C. No sabemos la fecha exacta en que nació el profeta, o su edad al comienzo de su ministerio; pero, como veremos, se consideraba todavía niño, alguien demasiado joven para la tarea que se le encargaba.

Lee Jeremías 1:4 y 5. ¿Qué seguridad y consuelo debe haber recibido él de esas palabras?

El llamamiento profético de Jeremías ocurrió antes de su nacimiento. Dios lo separó desde el momento de su concepción para esta función profética. Las palabras traducidas como “te santifiqué” (vers. 5) provienen de un verbo que significa “ser santo” o “santificar”, entre otras cosas. Definidamente tiene una connotación sagrada y religiosa, ligada también con el mismo servicio del Santuario. De hecho, la palabra para “santuario” viene de la misma raíz. La idea contenida en ella es algo o alguien “puesto aparte para un propósito santo”. Esto es lo que Dios tenía planificado para Jeremías, aun antes de su nacimiento. Estos textos no enseñan la preexistencia o predestinación, sino el preconocimiento de Dios.

Dios sabe el fin desde el principio. ¿Qué consuelo podemos obtener en medio de las pruebas que inevitablemente afrontamos?

 

Ir ArribaMiércoles 30 de septiembre: Profetas reacios

A pesar de la seguridad que Dios le dio a Jeremías de que había sido divinamente elegido para esta tarea, el joven estaba asustado y no se sentía a la altura de ella. Tal vez conociendo el estado espiritual de ese tiempo, que no era bueno, y sabiendo lo que se necesitaba hacer, Jeremías no quería ese trabajo.

Compara Jeremías 1:6 con Isaías 6:5 y Éxodo 4:10 al 15. ¿Qué puntos en común tienen todos estos incidentes?

Ninguno de estos hombres, por diversas razones, no se sentía a la altura de la tarea. Tal vez ese era el prerrequisito crítico para la tarea del profeta: un sentido de la propia indignidad e incapacidad para una tarea tan vital e importante. ¿Un vocero del Creador? No es extraño que todos trataran de no aceptarlo, por lo menos al principio.

Nota también la primera respuesta de Jeremías después de haber sido llamado. De inmediato habló de su incapacidad de hablar bien, igual que Moisés. También Isaías, en su respuesta, mencionó su boca, sus labios. En todos los casos ellos sabían que, fuera de cualquier otra cosa que involucrara el llamado, éste requería que hablar y comunicarse. Recibirían mensajes de Dios y serían responsables de proclamar esos mensajes a otros. Hoy podrían preparar un sitio Web o enviar mensajes de texto, pero ellos sabían que la comunicación a menudo sería cara a cara. Imagínate estar parado ante líderes hostiles o gente desordenada, y darles palabras de severa reprensión y advertencia. Es comprensible que estos futuros profetas fueran un tanto reacios o renuentes.

Lee Jeremías 1:7 al 10. ¿Cuál fue la respuesta de Dios a Jeremías? ¿Por qué esa respuesta nos da cierta esperanza y representa una promesa en cualquier situación en la que seamos llamados por Dios para hacer algo por él?

 

Ir ArribaJueves 1 de octubre: La vara de almendro

El profeta es un testigo de Dios; su tarea es hablar, no de sí mismo sino solo de Dios. Jeremías no fue llamado a encontrar soluciones a los problemas de la nación, o a llegar a ser una gran personalidad o un líder carismático a quien el pueblo seguiría. Jeremías tenía la misión singular de trasmitir las palabras de Dios al pueblo y a sus dirigentes. El énfasis aquí no está en lo humano o en el potencial humano; solo está en la soberanía y el poder de Dios. El profeta debía señalarle a la gente a Dios, en quien solo estaba la solución de todos sus problemas. Por supuesto, no es diferente hoy para nosotros.

¿Acerca de qué fue la primera visión de Jeremías? (Ver Jer. 1:11-19.)

La mayoría de las Biblias traduce la expresión hebrea del versículo 11 como “vara de almendro”. Sin embargo, estas traducciones no trasmiten el juego de palabras que figura en hebreo. La palabra traducida como “almendro” tiene la misma raíz que “estar alerta”, que aparece en el versículo 12 (ver la NVI: “yo estoy alerta”), ya que Dios dice que “estará alerta” o “se apresurará” para que su palabra se cumpla.

Se podría alegar que el mensaje central de todo el libro de Jeremías se encuentra en los versículos 11 y 12. Dios es un Dios de gracia y perdón. Si su pueblo se aparta de su pecado, él es fiel para perdonarlo y restaurarlo; si no lo hacen, él es igualmente fiel en cumplir sus palabras de juicio y de castigo.

Como también podemos ver, las palabras de Dios aquí no fueron solo para el pueblo. Dios le estaba hablando directamente a Jeremías mismo, advirtiéndole que estuviera preparado para la oposición que afrontaría. No importa lo que sucediera, Jeremías podía tener la seguridad de Dios de que “yo contigo estoy”. Como veremos, la necesitaría.

¿Y no la necesitamos todos?

Lee Mateo 28:20. ¿Qué seguridad encontramos para nosotros en estas palabras, viviendo en el tiempo en que vivimos?

 

Ir ArribaViernes 2 de octubre

Para Estudiar y Meditar:

Martín Lutero escribió acerca del profeta en la introducción a su comentario sobre el libro de Jeremías: “Jeremías fue un profeta triste, que vivió en un periodo deplorable y difícil y, lo que es más, su servicio profético fue sumamente difícil ya que estaba luchando y batallando con un pueblo testarudo y de mal talante. Aparentemente no alcanzó mucho éxito porque experimentó como sus enemigos llegaban a ser más y más malvados. Trataron varias veces de matar al profeta. Fueron duros con él, lo azotaron varias veces. No obstante, él viviría para ver con sus ojos cómo su país fue devastado y su pueblo llevado al exilio”.

“Durante cuarenta años iba a destacarse Jeremías delante de la nación como testigo por la verdad y la justicia. En un tiempo de apostasía sin igual, iba a representar en su vida y carácter el culto del único Dios verdadero. Durante los terribles sitios que iba a sufrir Jerusalén, sería el portavoz de Jehová. Había de predecir la caída de la casa de David, y la destrucción del hermoso templo construido por Salomón. Y cuando fue encarcelado por sus intrépidas declaraciones, seguiría hablando claramente contra el pecado de los encumbrados. Despreciado, odiado, rechazado por los hombres, iba a presenciar finalmente el cumplimiento literal de sus propias profecías de ruina inminente, y compartir el pesar y la desgracia que seguirían a la destrucción de la ciudad condenada” (PR 299, 300).

Preguntas para Dialogar:

Una de las cosas más tristes, y tal vez algo que nos haga pensar hoy como adventistas, es el hecho de que Dios había advertido a Jeremías que afrontaría gran oposición de su propio pueblo. Lee Jeremías 1:17 al 19 otra vez. ¿Quiénes pelearían contra él? ¿Qué terribles lecciones deberíamos aprender? Es decir, ¿cuál es nuestra actitud hacia la palabra profética, especialmente cuando oímos cosas que no nos gustan? ¿De qué modo la cita de Elena de White, copiada arriba, nos ayuda a expresar la terrible verdad de que los mismos que deberían haber estado revelando al verdadero Dios ante el mundo eran quienes, al atacar y ridiculizar a su portavoz, peleaban contra Dios? (Ver también Ecl. 1:9.)

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