Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Jeremías"

Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2015

Lección 4: "Reprensión y retribución"

Para el 24 de octubre de 2015

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 17 de octubre

Lee Para el Estudio de esta Semana: Jeremías 17:5-10; 17:1-4; 11:18-23; Juan 3:19; Jeremías 12:1-6; 14:1-16.

Para Memorizar: “Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza” (Jer. 17:14).

“¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (Ecl. 1:9).

¿Nada nuevo bajo el sol? Esto es especialmente cierto cuando se refiere a las vidas y la obra de los profetas de Dios que, muchas veces, fueron llamados para entregar palabras de advertencia y reprensión a quienes deberían haber sabido mejor. Aunque trataban de ser fieles a su llamamiento, los profetas en su mayor parte afrontaron oposición ardiente, incluso duras retribuciones, a menudo de los líderes espirituales, que deberían haber sido los primeros en escucharlos. No es extraño que Jesús dijera: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas” (Mat. 23:29, 30).

Esta semana comenzaremos a considerar las pruebas que pasó Jeremías, cuyo ministerio parece consistir en nada más que reprensión y retribución: él da la reprensión, los líderes le dan la retribución.

 

Ir ArribaDomingo 18 de octubre: Los dos caminos

Desde los primeros capítulos del Génesis hasta los últimos en el Apocalipsis, la Biblia nos presenta solo dos opciones acerca de cómo vivir: o seguimos a Dios con todo nuestro corazón y alma, o no lo hacemos. Como dijo Jesús, con palabras que muchos encuentran perturbadoras: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Luc. 11:23). Esta es una declaración fuerte y sin ambigüedad acerca de realidades espirituales mayores que las visibles o que las que el sentido común parecería comunicar. Es el tema de la gran controversia en su nivel más básico. Y no obstante, en un sentido, Jesús no está diciendo nada nuevo o radical. Siempre ha sido así.

Lee Jeremías 17:5 al 10. ¿Qué vitales principios espirituales encontramos aquí, especialmente a la luz de la gran controversia entre Cristo y Satanás?

El contexto inmediato de estas palabras probablemente refleja el coqueteo político de Judá. Dios quería que comprendieran que su única ayuda estaba en él, no en los poderes políticos o militares (un punto que aprenderían más tarde, pero solo después de que fuera demasiado tarde). Aunque Dios puede utilizar a personas para ayudarnos, y lo hace, al fin siempre tenemos que poner nuestra confianza solo en él. Nunca podemos estar seguros de los motivos de los demás, pero siempre podemos conocer las intenciones de Dios para nosotros.

Con buena razón, Jeremías 17:9 nos advierte acerca de lo engañoso que es el corazón humano. El texto hebreo dice que el corazón es más engañoso que “todo”. Los terribles efectos del pecado, por malos que sean, no son tan malos como los efectos morales y espirituales. El problema es, por cuanto nuestros corazones ya son tan engañosos, no podemos saber plenamente cuán malos realmente son. Jeremías pronto vería por sí mismo cuán malísimas pueden ser las intenciones humanas.

¿Cómo puedes aprender a confiar en Dios más de lo que has confiado hasta ahora? ¿De qué modo puedes vivir por fe, ahora mismo, y hacer lo que es correcto antes los ojos de Dios?

 

Ir ArribaLunes 19 de octubre: El pecado de Judá

Ciertamente la tarea de Jeremías no sería fácil. Tal vez algunas personas encuentran un placer perverso en señalar a otros sus pecados, pero para la mayoría no es una tarea agradable, especialmente por las reacciones que sus palabras podrían provocar. Algunos, al escuchar las palabras de reprensión, se arrepienten y reforman, pero ese no es usualmente el caso, en especial cuando la reprensión es aguda y fuerte. Y de hecho, como con todos los profetas, las palabras de Jeremías eran precisamente eso: agudas y fuertes.

Lee Jeremías 17:1 al 4. ¿Cuáles fueron algunas de las advertencias que Jeremías le dio al pueblo?

La imagen del pecado grabado en el corazón es especialmente fuerte. Muestra la profundidad de la corrupción. La idea no es solo que el pecado está escrito allí, como con una pluma, sino que está esculpido allí, como grabado con una herramienta. Todo eso llega a ser más fuerte cuando recordamos las palabras de Dios a los antepasados de Judá: “Cuando obedecieres a la voz de Jehová tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos escritos en este libro de la ley; cuando te convirtieres a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma” (Deut. 30:10; compara con Sal. 40:8 y Jer. 31:33). Con la iniciativa brotando de sus corazones, habían de amar a Dios y obedecer su ley; ahora, en cambio, su pecado –la violación de esa ley (1 Juan 3:4)− estaba grabada en sus corazones.

“Nadie, entre los que se declaran depositarios de la ley de Dios, se lisonjee de que la consideración que en lo exterior manifieste hacia los mandamientos lo preservará del cumplimiento de la justicia divina. Nadie rehúse ser reprendido por su mal proceder, ni acuse a los siervos de Dios de ser demasiado celosos al procurar limpiar de malas acciones al campamento. Un Dios que aborrece el pecado invita a los que aseveran guardar su ley a que se aparten de toda iniquidad” (PR 306, 307).

¿El pecado grabado en el corazón? Es un pensamiento atemorizador, ¿verdad? ¿Qué nos dice esta imagen acerca de cuán profunda e intensa es la obra de purificar nuestros corazones? ¿Cuál es la única manera de lograrla?

 

Ir ArribaMartes 20 de octubre: La advertencia a Jeremías

“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19).

La triste historia de Jeremías es que la oposición que afrontó provino de los mismos que, por medio de él, Dios estaba tratando de salvar. Dios quería evitarles el desastre que ciertamente vendría. El problema, sin embargo, es que la gente a menudo no quiere oír lo que necesita oír, porque va en contra de sus deseos pecaminosos y corruptos.

Lee Jeremías 11:18 al 23. ¿Qué sucede aquí? ¿A qué nos recuerdan algunas de esas imágenes?

Aunque en el antiguo Israel los que profetizaban falsamente en el nombre de Dios podían afrontar la muerte, en este caso no hay indicación de que los hombres de Anatot pensaran que Jeremías estuviera hablando falsamente. En cambio, parece que ellos solo querían silenciarlo. No deseaban escuchar lo que él tenía para decir. Aunque el texto no explica cómo pensaban matarlo, algunos eruditos piensan que podrían haber planeado envenenarlo.

Como ya vimos, Anatot era el pueblo natal de Jeremías, y su gente estaba rechazando su mensaje hasta el punto de estar dispuesta a matarlo. Sin embargo, esto solo era el comienzo de un rechazo mucho más amplio de todo el “remanente” de su propia nación.

Por supuesto, todo esto, incluyendo la imagen del “cordero llevado al matadero”, evoca el sacrificio de Jesús. En un sentido, Jeremías prefiguró a Cristo, no como un tipo (como los sacrificios de animales), sino en que él, como Jesús, enfrentó una fuerte oposición de los mismos a quienes trataba de ayudar. Esta situación en la vida de Jeremías recuerda definidamente lo que Jesús también pasó durante los comienzos de su ministerio (Luc. 4:14-30).

¿Cuándo fue la última vez que oíste algo que sabías que era correcto, pero sencillamente no querías escuchar? ¿Cuál fue tu reacción inicial? En casos como este, ¿por qué necesitamos aprender a tomar nuestra cruz?

 

Ir ArribaMiércoles 21 de octubre: Un lamento

En los primeros capítulos de Jeremías, Dios había advertido a su siervo que su obra como profeta no sería fácil. En ocasión de su llamado, se le dijo a Jeremías que los príncipes, los reyes, los sacerdotes y la gente “pelearán contra ti” (Jer. 1:19). Aunque se le dijo que Dios lo sostendría y que sus adversarios “no te vencerán” (Jer. 1:19), sin duda la advertencia de que la mayoría de su propio pueblo pelearía con él no era una noticia bienvenida. Sin embargo, Jeremías no sabía ni la mitad de lo que sucedería y, cuando llegaron las pruebas, es comprensible que se enojara y se sintiera herido.

Aunque Jeremías estaba hablando de su propia situación, ¿con qué tema universal estaba luchando en Jeremías 12:1 al 4? ¿Cuál fue la actitud del profeta hacia quienes lo herían? ¿Qué nos dice esto acerca de la humanidad aun de los más fieles siervos de Dios?

Jeremías 12:1 está saturado del lenguaje legal del Antiguo Testamento: las palabras hebreas para “justo”, “alegaré mi causa” y “justicia” (NVI) aparecen en un ambiente legal. El profeta, muy molesto por lo que afrontaba, trae una “causa” (pleito, en Deut. 25:1) contra Dios. Por supuesto, su queja es muy común: ¿por qué el impío parece prosperar mientras que él, Jeremías, que procura hacer solo la voluntad de Dios, afronta tales aflicciones?

Podemos ver también que Jeremías exhibe su humanidad. Él quiere que los que hicieron el mal sean castigados. No habla aquí como un teólogo, habla como un ser humano caído que tiene necesidad de gracia; como Job y muchos otros fieles seguidores de Dios, no comprende por qué le ocurren estas cosas. ¿Por qué Jeremías, el siervo de Dios, llamado a declarar la verdad divina a un pueblo rebelde, está sometido a las traicioneras conspiraciones de su propio pueblo? Jeremías confiaba en Dios, pero seguramente no entendía por qué sucedía lo que sucedía.

¿Cómo podemos aprender a confiar en Dios a pesar de todas las cosas que ocurren, que parecen no tener sentido para nosotros?

 

Ir ArribaJueves 22 de octubre: Una situación desesperada

Lee Jeremías 14:1 al 10. ¿Qué sucede aquí?

Una sequía afectó al país; cada ciudad y aldea sufrieron. Los pobres y los ricos sufrieron juntos. Ni siquiera la vida silvestre pudo soportar la falta de agua. Los aristócratas esperaban a sus siervos en las puertas de las ciudades, deseando que encontraran agua, pero las fuentes se habían secado. No había agua y, sin agua, la vida no puede continuar. La miseria aumentaba cada día. La gente se vestía de luto y caminaba con los ojos mirando el suelo. De repente, se arrodillaba y clamaba en una oración desesperada.

En ocasión de una catástrofe natural como esta, era la costumbre ir al templo de Jerusalén (Joel 1:13, 14; 2:15-17) para ayunar y traer ofrendas a Dios.

Jeremías vio la ansiedad de la gente, pero sabía que no buscaban a Dios, sino solo agua. Esto entristecía a Jeremías. Él también oraba, no por agua, sino por la misericordia y la presencia de Dios.

Jeremías entendía que esto era solo el comienzo de las aflicciones que vendrían. Dios veía los corazones de la gente y sabía que si retiraba la sequía, el arrepentimiento desaparecería. La gente hacía lo posible tratando de cambiar esa situación: iba a Jerusalén, ayunaba, oraba, vestía ropa de luto y llevaba ofrendas, pero se olvidaba de lo más importante: el verdadero arrepentimiento. Estaban procurando eliminar los resultados del problema, y no el problema, su pecado.

Lee Jeremías 14:11 al 16. ¿De qué forma entendemos esto?

Dios le dijo a Jeremías: “No ruegues por este pueblo para bien”, aunque antes había presentado un gran ejemplo de oración intercesora: “Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre” (vers. 7). Si bien se nos indica “orad sin cesar” (1 Tes. 5:17), Dios, que conoce todo del principio al fin, le revela a Jeremías cuán corrupto era el pueblo. Por supuesto, Dios conoce el corazón de la gente y su futuro; nosotros, no. Por ello, la amonestación a orar, aun por nuestros enemigos, no pierde nada de su fuerza.

 

Ir ArribaViernes 23 de octubre

Para Estudiar y Meditar:

Jeremías luchó con una pregunta con la que todos nos enfrentamos: ¿qué lógica tiene el pecado? Pero, tal vez ese sea el problema, tratar de encontrar sentido a lo que no tiene sentido, a lo que hasta podría considerarse “absurdo”. A este respecto, Elena de White escribió: “Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia… El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado” (CS 546, 547). Remplaza la palabra pecado con mal y la declaración sigue siendo verdadera: Es imposible explicar el origen del mal y dar razón de su existencia… El mal es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia. Es algo misterioso e inexplicable, excusarlo equivaldría a defenderlo. Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser mal.

Cuando la tragedia golpea, escuchamos que la gente dice, o quizá nosotros mismos: “No entiendo esto. No tiene sentido”. Bueno, hay una buena razón para que no lo entendamos: no es comprensible. Si pudiéramos entenderlo, si tuviera sentido, si pudiera caber en un plan racional y lógico, no sería ese mal; no sería tan trágico porque tendría un propósito racional. Cuán vital es que recordemos que el mal, como el pecado, a menudo no puede ser explicado. Sin embargo, lo que tenemos es la realidad de la Cruz, que nos muestra el amor y la bondad de Dios a pesar del mal inexplicable causado por el pecado.

Preguntas Para Dialogar:

  1. Medita en la idea de que el mal y el sufrimiento no tienen sentido, que no tienen una explicación buena ni racional. ¿Por qué es mejor que sea así? Piensa en ello. Una horrible tragedia nos golpea: por ejemplo, un niño muere de una enfermedad terrible después de años de sufrimiento. ¿Queremos realmente creer que hay una buena y lógica razón para esto? ¿No es mejor atribuirlo al mal de vivir en un mundo caído? Analiza en la clase.

  2. Piensa en el ministerio profético de Elena de White. ¿De qué modos algunos de nosotros podemos ser culpables de tener hacia ella una actitud similar a la que el pueblo tuvo hacia Jeremías en su tiempo?

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