Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "El papel de la iglesia en la comunidad"

Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2016

Lección 8: "Jesús mostraba simpatía"

Para el 20 de agosto de 2016

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 13 de agosto

Lee Para el Estudio de esta Semana: 2 Reyes 13:23; Éxodo 2:23-25; Lucas 7:11-16; 1 Juan 3:17; Juan 11:35; Romanos 12:15; 2 Corintios 1:3, 4.

Para Memorizar: “Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos” (Mat. 14:14).

Una señorita de 17 años, que tenía luchas como la mayoría de sus compañeras, excepto muchas más, se quitó la vida. Quién puede imaginar la devastación que sintieron los padres.
Su pastor fue a la casa. Se sentó en la sala junto a ellos, y por mucho tiempo no dijo nada. Se sumergió en el dolor de ellos. Luego, el pastor comenzó a sollozar y siguió hasta que se acabaron sus lágrimas. Finalmente, sin decir una palabra, se levantó y se retiró.

Tiempo más tarde, el padre le dijo al pastor cuánto habían apreciado lo que había hecho. Ellos en ese momento, no necesitaban palabras ni promesas, ni consejos. Todo lo que necesitaban en ese momento era simpatía.

Él le dijo al ministro “¡Cuánto significó su simpatía para nosotros!”.

Simpatía significa “con patía”, y el término “patía” está relacionado con lástima, sufrimiento, ternura. Significa estar con alguien de una manera profunda. Mostrar simpatía es “mezclarse” con los dolores de otros en un nivel enteramente nuevo.

Mostrar simpatía fue la manera con que Jesús alcanzaba a la gente.

 

Ir ArribaDomingo 14 de agosto: Escuchar los quejidos

El universo puede parecer un lugar muy temible: oscuro, frío, y tan grande que nos hace sentir nuestra propia insignificancia y falta de importancia. Este temor ha llegado a ser aún más extendido con el advenimiento de la ciencia moderna, cuyos telescopios gigantescos han revelado un cosmos mucho más grande y vasto de lo que nuestra imaginación puede captar fácilmente. Añadamos a esto las pretensiones extravagantes del darwinismo, que en sus versiones más populares elimina la idea de un Creador, y la gente puede, con toda razón, llenarse con un sentido de desesperanza en medio de una creación vasta que parece no tener ningún interés en nosotros.

Por supuesto, la Biblia nos da una visión diferente de nuestro lugar en la creación.

¿Qué nos enseñan los siguientes textos acerca de la compasión de Dios hacia su creación caída y quebrantada aquí sobre la tierra? Juec. 2:16-18; 2 Rey. 13:23; Isa. 54:7, 8, 10.

Contrariamente a la idea popular de un Dios del Antiguo Testamento severo, no perdonador, no compasivo y muy diferente a Jesús y el modo en que representó a Dios en el Nuevo Testamento, estos textos son solo unos pocos de muchos en el Antiguo Testamento que revelan la compasión de Dios por la humanidad.

¿Qué nos enseña Éxodo 2:23 al 25 acerca de de la manera en que trata Dios con el sufrimiento?

Dios se interesa profundamente en su pueblo (ver Sant. 5:11). Este es un tema que se ve a través de toda la Biblia.

“Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aun por nuestra presentación de ellas... Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que Él no la note... Ninguna calamidad puede acaecer al más pequeño de sus hijos... sin que el Padre celestial esté al tanto de ellos, sin que tome en ello un interés inmediato” (CC 100).

¿Qué clase de quejidos colectivos suben al cielo en tu comunidad, y cómo puede Dios usarte para simpatizar con los sufrientes y ayudarlos?

 

Ir ArribaLunes 15 de agosto: Nuestro salvador compasivo

Al mezclarse Jesús con el pueblo durante su ministerio terrenal, mostró su simpatía y compasión. “Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos” (Mat. 14:14).

Lee Mateo 9:35 y 36; y Lucas 7:11 al 16. ¿De qué modo se manifiestan la simpatía y la compasión verdaderas?

La palabra simpatía también se relaciona con otras, tales como empatía y lástima. De acuerdo con los diccionarios, compasión es “lástima, simpatía, empatía”; Lástima es “tristeza con simpatía por el sufrimiento de una persona”; y empatía es “comprender o compartir los sentimientos de otros”.

Compasión y simpatía muestran que comprendemos lo que otros sufren, pero que queremos aliviar y remediar el sufrimiento.

Cuando oyes que ocurrieron les cosas tristes a personas de tu comunidad, como un robo en su casa o una muerte en la familia, ¿cuál es tu reacción? ¿Murmuras sencillamente: “Es muy triste”, y sigues tu vida? O ¿te llenas de simpatía por ellos? La verdadera compasión te guiará a consolar y ayudar de maneras prácticas, a amigos y a extraños por igual; por ejemplo, enviar una tarjeta de condolencias, realizar una visita, ayudar con las necesidades inmediatas son acciones amantes, resultado de la simpatía verdadera.

Es bueno que las personas y organizaciones de asistencia respondan compasivamente en los grandes desastres. Sin embargo, a veces, no prestamos mucha atención a los infortunios y desastres “menores” que afectan profundamente a alguien.

Jesús no solo mostró simpatía, sino la llevó al nivel siguiente: acción compasiva. Se nos pide que hagamos lo mismo. Cualquiera puede sentir tristeza o simpatía por la desgracia de alguien. La pregunta es: ¿Qué acción te conducirá a transformar esa simpatía en acciones?

Mientras desayunaba, un hombre escuchaba que su esposa leía las noticias acerca de una tragedia en otro país, con miles de muertos. Después de hablar unos momentos acerca de cuán terrible era eso, él preguntó si el equipo local de fútbol había ganado el partido la noche anterior. ¿De qué modo todos somos algo culpables de lo mismo, y qué podemos hacer respecto de ello?

 

Ir ArribaMartes 16 de agosto: Caminar en sus zapatos

Lee Colosenses 3:12; 1 Pedro 3:8; y 1 Juan 3:17. ¿De qué forma podemos revelar esta compasión en nuestras vidas?

“Compasión” viene de la palabra latina compassio, que significa “sufrir con”. Al haber sufrido, podemos entender los sufrimientos de otros; y así como anhelamos compasión y simpatía en nuestro sufrimiento, debemos estar dispuestos a hacer lo mismo por otros en sus necesidades.

En la historia del buen samaritano, vimos que Jesús subrayó el ejemplo del samaritano y dijo: “Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia” (Luc. 10:33). Esta compasión impulsó al samaritano a actuar en favor de la víctima. El sacerdote y el levita se preguntaron: “Si le ayudo a este hombre, ¿qué me sucederá?”; pero el samaritano, generosamente, tomó la perspectiva de la víctima y actuó. Arriesgó su seguridad y su riqueza por un extraño. A veces, ser cristiano involucra riesgos, que hasta pueden ser muy costosos.

Considera la historia del hijo pródigo desde esta perspectiva (Luc. 15:20-32). ¿Qué hizo el padre del pródigo, que lo convirtió en vulnerable a la crítica y a una contienda familiar? El abrazo compasivo, el manto de pertenencia, el anillo de la confianza, las sandalias de la libertad y el llamado a una celebración reflejan el gozo de un padre que sacrifica todo por la restauración de su hijo pródigo. Pródigo significa “derrochador, extravagante y sin controles”.

Esta clase de conducta describe bien al hijo. Pero, detente y considera: en respuesta al regreso del pródigo, uno nota en esta historia que el padre pone a un lado su dignidad y le otorga todo lo que tiene a este hijo desgreñado. A los ojos del hermano mayor, el padre es derrochador, extravagante y sin control. El padre llega a ser el pródigo a los ojos de su hijo arrepentido, y su corazón compasivo usa todos los recursos necesarios para restaurarlo.

Este nivel de simpatía y compasión involucra poner el yo a un lado, puede hacernos vulnerables y a sufrir con alguien mientras procuramos conseguir su restauración. Es decir, la verdadera compasión y simpatía pueden tener un costo.

 

Ir ArribaMiércoles 17 de agosto: Jesús lloró

“Jesús lloró” (Juan 11:35). ¿Qué nos dice esta frase, no solo sobre la humanidad de Jesús, sino sobre el modo en que se identificó con el sufrimiento de otros? Ver también Rom. 12:15.

En Juan 11:35, Jesús demostró simpatía, empatía y compasión desde muy adentro. Aun cuando estaba por resucitar a Lázaro de los muertos, el dolor de una familia muy cercana a él lo afectó física y emocionalmente.

Sin embargo, Jesús lloraba no solo por la muerte de un amigo querido. Miraba un cuadro mucho más grande, el del sufrimiento de toda la humanidad por causa del pecado.

“Descansaba sobre él el peso de la tristeza de los siglos. Vio los terribles efectos de la transgresión de la Ley de Dios. Vio que, en la historia del mundo, empezando con la muerte de Abel, había existido sin cesar el conflicto entre lo bueno y lo malo. Mirando a través de los años venideros, vio los sufrimientos y el pesar, las lágrimas y la muerte que habían de ser la suerte de los hombres. Su corazón fue traspasado por el dolor de la familia humana de todos los siglos y de todos los países. Los ayes de la raza pecaminosa pesaban sobre su alma, y la fuente de sus lágrimas estalló mientras anhelaba aliviar toda su angustia” (DTG 491).

Piensa en esto: Jesús, como ninguno de nosotros puede hacerlo, vio “el dolor de la familia humana de todos los siglos y de todos los países”.

Nosotros apenas podemos soportar el pensamiento del dolor de quienes conocemos o que son cercanos. Añadamos a eso el dolor de otros, sobre el que aprendemos en las noticias. No obstante, aquí tenemos al Señor, que conoce todas las cosas, llorando por el dolor de la humanidad. Solo Dios conoce la extensión de la tristeza y el dolor humanos. Cuán agradecidos debemos estar por tener apenas vislumbres de ese dolor, y aun eso nos parece demasiado. Imagina lo que habrá sentido el corazón de Jesús en ese momento.

El general William Booth, fundador del Ejército de Salvación, dijo: “Si no puedes llorar sobre una ciudad, no te podemos usar”.−Roger S. Greenway y Timothy M. Monsma, Cities: Missions’ New Frontier, p. 246. ¿Qué nos deben decir estas palabras?

 

Ir ArribaJueves 18 de agosto: Otra clase de consolador

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Cor. 1:3, 4). ¿Qué nos dice Pablo aquí acerca de la manera en que nuestro sufrimiento puede ayudarnos a ser más efectivos en mostrar simpatía y consuelo a quienes nos rodean? ¿En qué sentido has experimentado la realidad de estas palabras en tu propia vida?

La palabra “consuelo” viene del latín con (junto, con) y solari (solaz, desahogo). Así como Cristo nos da solaz y desahogo en nuestros sufrimientos, podemos pasarlo a otros. Por haber sufrido nuestras tristezas, podemos ministrar mejor a otros en las de ellos.
Las iglesias generalmente tienen miembros que sufren y miembros que consuelan. Esta combinación puede transformar tu iglesia en una “ciudad de refugio” (ver Núm. 35), así como en un río de sanidad (ver Eze. 47:1-12) que fluye hacia la comunidad.

Mostrar simpatía y consuelo es un arte. Aquí hay algunas sugerencias:

  • Sé auténtico. Escucha más de lo que hablas. Asegúrate que tu lenguaje corporal refuerce tu intento de simpatizar y consolar.

  • Muestra simpatía según tu personalidad. Algunas personas dan simpatía llorando quedamente con la persona angustiada. Otras no lloran, pero muestran simpatía al hacer algo que da consuelo a los afligidos.

  • Estar presente es, a menudo, más importante que hablar o hacer.

  • Permite que la gente exprese su dolor a su manera.

  • Conoce las etapas del proceso de duelo por el que mucha gente pasa.

  • Ten cuidado al decir: “Sé lo que sientes”. Es posible que no lo sepas.

  • Hay lugar para buscar consejo profesional.

  • No digas “Oraré por ti” a menos que realmente decidas hacerlo. Cuando sea posible, ora con los sufrientes, acompáñalos sin prisa y comparte con ellos promesas bíblicas animadoras.

  • Organiza grupos de apoyo (si es posible) en tu iglesia o en tu comunidad.

 

Ir ArribaViernes 19 de agosto

Para Estudiar y Meditar:

Lee Deut. 24:10-22; Jonás 3; Mal. 3:17; Mat. 15:32-38; Mar. 6:34-44; Gál. 6:2; Heb. 10:32-34. Lee también “La adaptación es esencial” y “Sed amigables”, Meditaciones matinales 1953, pp. 195; 199; “¿Podemos comunicarnos con Dios?”, El camino a Cristo, p. 100; y “La verdadera religión” y “La parábola del buen samaritano”, Ministerio de la bondad, caps. 4, 5.

Dos familias se reunieron durante las vacaciones y, con sus niños pequeños, hicieron paquetes de alimentos y objetos de tocador para dar a los “sin casa” en su ciudad. Después de algunas horas, fueron a un barrio pobre de la ciudad y, en poco tiempo distribuyeron todos los paquetes. Al volver, uno de ellos dijo: “Estoy contento de que hicimos esto. Pero, sé que los que recibieron los paquetes pronto tendrán apetito otra vez”. No hay dudas: hay tantas personas que necesitan consuelo, simpatía y ayuda que podríamos pensar ¿Qué sentido tiene el hacer algo? ¡Es tan poco! Sin embargo, si todos pensaran de ese modo, nadie ayudaría a nadie, y las necesidades serían aún peores. Si todos los que pueden ayudar lo hicieran, las necesidades no serían tan malas. La Biblia no dice que el dolor, el sufrimiento y el mal serán eliminados de este lado del cielo, sino lo opuesto. Jesús mismo, cuando estuvo en la tierra, no eliminó todo sufrimiento humano. Hizo algo. Nosotros también debemos hacer lo mismo: llevar consuelo, simpatía y ayuda a todos los que podamos.

Preguntas para Dialogar:

  1. ¿De qué manera tu iglesia puede llegar a ser un lugar de curación para los de corazón quebrantado?

  2. Analiza en la clase la siguiente cita: “Muchos se preguntan por qué Dios no actúa. Y Dios se pregunta por qué tantos de sus hijos no se interesan”.−Dwight Nelson, Pursuing the Passion of Jesus. ¿Estás de acuerdo con el planteo? Si es así, ¿qué podemos hacer para cambiar?

  3. Considera la siguiente cita: “Las palabras bondadosas pronunciadas con sencillez, las pequeñas atenciones ofrecidas sinceramente dispersarán las nubes de la tentación y la duda que se acumulan sobre el alma. La expresión sincera de una simpatía como la manifestada por Cristo, ofrecida con sencillez, tiene poder para abrir las puertas de los corazones que necesitan el toque sincero y delicado del espíritu de Cristo” (TI 9:25). ¿Qué nos dice esto acerca del poder para el bien que la bondad y la simpatía pueden tener al alcanzar y ayudar a los dolientes?

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