Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Preparación para el tiempo del fin"

Segundo trimestre (abril-junio) de 2018

Lección 4: "La salvación y el tiempo del fin"

Para el 28 de abril de 2018

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 21 de abril

Lee Para el Estudio de esta Semana: Juan 14:9; Sofonías 3:17; Juan 1:1-3; Romanos 8:38, 39; Salmo 91:15, 16; Apocalipsis 14:6, 7; Efesios 1:4, 5.

Para Memorizar: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10).

Una diferencia fascinante pero crucial entre el cristianismo y las religiones no cristianas es que, si bien estas enfatizan lo que sus fundadores les han enseñado, no enfatizan lo que sus fundadores han hecho por ellos. Y eso es porque más allá lo que sus fundadores pueden haber hecho por ellos, no podían salvarlos. Todo lo que estos líderes podían hacer era tratar de enseñar a la gente cómo “salvarse” a sí misma.

En contraste, los cristianos enfatizan no solo lo que Jesús enseñó, sino también lo que hizo, porque lo que Cristo hizo provee el único medio por el que somos salvos. La encarnación de Cristo (Rom. 8:3), su muerte en la cruz (Rom. 5:8), su resurrección (1 Ped. 1:3) y su ministerio en el cielo (Heb. 7:25): solo son los actos lo que nos salva. Indudablemente no hay nada en nosotros mismos. “Si ustedes reúnen todo lo bueno, santo, noble y amable en el hombre, y luego lo presentan ante los ángeles de Dios como si desempeñaran una parte en la salvación del alma humana o como un mérito, la propuesta sería rechazada como una traición” (FO 22).

Esta maravillosa verdad es especialmente importante para nosotros en medio de los peligros y engaños de los últimos días.

 

Ir ArribaDomingo 22 de abril: El amor del Padre

No mucho antes de la cruz, Jesús habló con su círculo íntimo sobre el modo en que las personas pueden ir al Padre a través de él. Fue allí cuando Felipe dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 14:8).

¿Cómo le respondió Jesús a Felipe? Juan 14:9. Esta respuesta ¿qué nos muestra acerca del Padre, y qué conceptos erróneos sobre Dios debería despejar?

Algunos dicen que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios de justicia en comparación con el del Nuevo Testamento, que está lleno de misericordia, gracia y perdón. Hacen entre los dos una distinción que no es válida. Es el mismo Dios, con los mismos rasgos, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo.

Una de las razones por la que Cristo vino a este mundo fue para revelar la verdad acerca de Dios el Padre. A lo largo de los siglos, se habían generalizado ideas equivocadas acerca de él y de su carácter, no solo entre los paganos, sino también entre la nación escogida por Dios. “La tierra quedó a oscuras por causa de una falsa interpretación de Dios. Para que pudiesen iluminarse las lóbregas sombras, con el fin de que el mundo pudiera ser traído de nuevo a Dios, debía romperse el poder engañoso de Satanás” (DTG 13). Estas fueron algunas de las razones por las que Jesús vino a esta tierra.

Dios no cambia. Si conociéramos bien todos los hechos que rodearon los acontecimientos del Antiguo Testamento, descubriríamos que Dios es igual de misericordioso en ambos Testamentos. La Biblia declara: “Dios es amor” (1 Juan 4:8) y Dios no cambia. “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8).

Recuerda, también, que fue el Dios del Antiguo Testamento el que pendió de la cruz.

Este Dios también es lento para la ira; es fiel, compasivo y misericordioso; y está lleno de amor (Éxo. 34:6, 7). Dios tiene un amor infalible (Sal. 143:8) y se deleita en sus seguidores (Sal. 147:11). Dios planea darle prosperidad y esperanza a la gente (Jer. 29:11). En su amor, ya no reprende sino que se regocija por su pueblo con cantos (Sof. 3:17). Esto, y mucho más, es Dios el Padre.

Piensa en el hecho de que Jesús representa a Dios el Padre. ¿Por qué es una verdad tan maravillosa y esperanzadora, especialmente para aquellos que, a veces, podrían tener miedo de Dios?

 

Ir ArribaLunes 23 de abril: el amor de Cristo

El pecado separó a la raza humana de Dios; un abismo incipiente se abrió entre ellos y, a menos que ese abismo se cerrara, la humanidad estaría condenada a la destrucción eterna. El golfo era profundo y peligroso. Se necesitaba algo totalmente increíble para resolver el problema del pecado y reunir a la humanidad pecadora con un Dios justo y santo. Requería que Alguien eterno como Dios mismo, Alguien tan divino como Dios mismo, se convirtiese en un ser humano y, en esa humanidad, se ofreciese como sacrificio por nuestros pecados.

Lee Juan 1:1 al 3 y 14, y Filipenses 2:5 al 8. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de quién es Jesús?

Cristo era eterno y no dependía de nadie ni de nada para su existencia. Él era Dios; no la mera apariencia exterior de Dios, sino Dios mismo. Su naturaleza esencial era divina y eterna. Jesús retuvo esa divinidad, pero se convirtió en ser humano para guardar la Ley en carne humana y morir como sustituto de quienes han violado la Ley, que somos todos nosotros (Rom. 3:23).

Cristo se hizo humano, sin ninguna ventaja sobre los demás seres humanos. Guardó la Ley de Dios no mediante su poder divino e interno, sino confiando en el mismo poder divino y externo disponible para cualquier otro ser humano.

Jesús era completamente Dios y completamente humano. Esto significa que el que sostiene “todas las cosas con la palabra de su poder” (Heb. 1:3) era el mismo que fue hallado como un “niño acostado en el pesebre” (Luc. 2:16). Significa que el que “es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Col. 1:17) es el mismo que, como niño humano, “crecía en sabiduría y en estatura” (Luc. 2:52). Esto significa que Aquel sin quien “nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3) es el mismo al que “mataron colgándolo de un madero” (Hech. 5:30).

Si todo esto nos revela el amor de Cristo por nosotros, y el amor de Cristo por nosotros no es más que una manifestación del amor del Padre por nosotros, ¡entonces no es de extrañar que tengamos tantas razones para regocijarnos y ser agradecidos!

Lee Romanos 8:38 y 39. ¿En qué medida lo que leímos en el estudio de hoy nos da poderosas razones para confiar en lo que Pablo nos dice aquí?

 

Ir ArribaMartes 24 de abril: El amor del Espíritu

El Espíritu Santo ha sido incomprendido, casi tanto como el Padre. Algunos teólogos creen que el Espíritu es el amor entre el Padre y el Hijo. En otras palabras, que el Espíritu es mero afecto entre el Padre y el Hijo. Esto lo reduce a una relación entre dos miembros de la Deidad y niega que él sea un miembro de ella por sí mismo.

Las Escrituras, sin embargo, revelan su personalidad. Los cristianos se bautizan en su nombre junto con los del Padre y del Hijo (Mat. 28:19). El Espíritu glorifica a Cristo (Juan 16:14) y convence a la gente (Juan 16:8). Se lo puede agraviar (Efe. 4:30). Es Consolador (Juan 14:16), Abogado Defensor (NTV) y Consejero (PDT). Enseña (Luc. 12:12), intercede (Rom. 8:26) y santifica (1 Ped. 1:2). Cristo dijo que el Espíritu guía al pueblo a toda verdad (Juan 16:13).

En síntesis, el Espíritu Santo es Dios, como lo son el Padre y el Hijo. Juntos, son un solo Dios.

Todo lo que el Espíritu hace revela el amor divino. ¿Cuáles son algunas de las cosas que hace? Luc. 12:12; Juan 16:8-13; Hech. 3:2.

La mayor evidencia de que el Espíritu Santo es Dios es la encarnación de Cristo. Jesús nació del Espíritu Santo (Mat. 1:20). Solo Dios podía “crear” de ese modo.

El Espíritu Santo pudo realizar dos milagros opuestos para Cristo. Primero, trajo al Cristo omnipresente al seno de María; el mismo Cristo que ascendió físicamente al cielo con cuerpo humano, confinado dentro de ese cuerpo. En segundo lugar, el Espíritu vuelve a traer al Cristo confinado por su humanidad y, en otro milagro inexplicable, hace que esté presente para los cristianos de todo el mundo.

De modo que el Espíritu Santo, junto con el Padre y el Hijo, está trabajando en nuestro favor. “La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra de formar un plan de redención” (CSS 219).

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo nos aman de igual modo y trabajan para salvarnos para el Reino eterno de Dios. ¿Cómo podremos descuidar una salvación tan grande?

¿Cuánto consuelo podemos obtener del hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo trabajan juntos por nuestro bienestar eterno?

 

Ir ArribaMiércoles 25 de abril: La seguridad de la salvación

Algunos adventistas del séptimo día se preguntan si serán salvos. Les falta seguridad y anhelan conocer su futuro, en términos de vida eterna. Se esfuerzan por ser buenos y, sin embargo, se quedan cortos. Miran introspectivamente y es poco lo que encuentran que los anime en su experiencia de vida.

Cuando vemos la inmensa brecha entre el carácter de Jesús y el nuestro, o cuando leemos un versículo como “estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mat. 7:14), ¿quién no tiene momentos en los que se pregunta si lo logrará?

A fin de estar preparados para el tiempo del fin, debemos contar con la seguridad de la salvación en el presente. Debemos deleitarnos en la realidad de la salvación para enfrentar el futuro sin temor. Como hemos visto, toda la Deidad trabaja para salvarnos y, por lo tanto, podemos y debemos vivir con la seguridad de nuestra salvación.

Lee los siguientes versículos. ¿Qué esperanza y garantías extraemos de ellos con respecto a la salvación, y lo que Dios ha hecho por nosotros y lo que promete hacer? Sal. 91:15, 16; Joel 2:31, 32; Juan 10:28; Rom. 10:9-13; 1 Juan 5:11-13.

Se nos llama, e incluso se nos ordena, llevar una vida santa, pero esta vida es el resultado de haber sido salvados por Cristo, no el medio para lograr esa salvación. Aunque debemos ser fieles, incluso hasta la muerte, siempre debemos depender del don divino como nuestra única esperanza de salvación. El pueblo de Dios será hallado fiel y obediente en los últimos días, una fidelidad y una obediencia que surgen de la seguridad de lo que Cristo ha hecho por él.

 

Ir ArribaJueves 26 de abril: El evangelio eterno

Lee Apocalipsis 14:6 y 7. ¿Qué es el “evangelio eterno”?

Al evangelio se lo denomina “eterno”. Esta es otra evidencia de que Dios no cambia. Un Dios inmutable tiene un evangelio inmutable. Este evangelio eterno les da seguridad a todos los que estén dispuestos a aceptarlo. El evangelio revela el amor inmutable de Dios, y es este mensaje el que necesita llegar al mundo. Todos deben tener una oportunidad para escucharlo y necesitan hacerlo, por lo que Dios ha llamado a su pueblo a difundirlo.

“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efe. 1:4, 5). ¿Qué nos dice esto acerca de cuán “eterno” es el evangelio?

Escogidos en él “antes de la fundación del mundo”. ¡Hablando de evangelio “eterno”! Incluso antes de la creación de este mundo, el plan de Dios era que tuviéramos salvación en él.

Reflexiona en algunas de estas palabras: “escogido”, “predestinado”, “puro afecto”, “adopción”. En estos dos versículos, observa el énfasis del deseo de Dios de que tengamos vida eterna “en él”. Y el hecho de que Dios haya hecho todo esto en la eternidad pasada (ver además 2 Tes. 2:13; 2 Tim. 1:9) apunta claramente a su gracia, al mostrar que nuestra salvación no proviene de algo que podamos hacer ni de ningún mérito que tengamos como criaturas, sino como un acto que surge enteramente del propio carácter amante de Dios. ¿De qué modo podría la salvación provenir de algo que pudiésemos hacer, si fuimos escogidos para ser salvos en él incluso antes de existir? Está en nosotros elegir si la aceptamos o la rechazamos.

Y, ¿cómo se manifiesta esta decisión en la vida de los escogidos? Siendo “santos y sin mancha delante de él, en amor” (Efe. 1:4). Para esto también fuimos escogidos.

Somos llamados a difundir el “evangelio eterno” al mundo como parte del mensaje del tiempo del fin antes del regreso de Cristo. ¿Por qué debemos conocer y experimentar la realidad del “evangelio eterno” en nuestra vida antes de poder compartirla con los demás?

 

Ir ArribaViernes 27 de abril

Para Estudiar y Meditar:

Podemos tener seguridad de la salvación, pero no debemos ser presuntuosos al respecto. ¿Existe tal cosa como una falsa seguridad de la salvación? Por supuesto que sí. Y Jesús lo advirtió al decir: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:21-23).

Esta gente cometió dos errores fatales. Primero, a pesar de las grandes cosas que había hecho en nombre del Señor, no hicieron la voluntad del Señor, que era obedecer su Ley. Jesús no dijo: “Apartaos de mí” ustedes que no estaban “sin pecado” o que no estaban “sin culpa” o que no eran “perfectos”. Al contrario, los describió como “hacedores de maldad”, una traducción de anomian, o “sin ley”. En segundo lugar, observa su énfasis en sí mismos y en lo que han logrado: ¿No hicimos esto en tu nombre? O, ¿no hicimos aquello en tu nombre? O, ¿no hicimos esto otro, y todo en tu nombre también? ¡Por favor! ¿Cuán lejos de Cristo deben de haber estado para llamar la atención sobre sus propias obras en un intento por justificarse delante de Dios? Las únicas obras que nos salvarán son las de Cristo, que nos son acreditadas por la fe. Aquí está nuestra seguridad, no en nosotros mismos ni en nuestras obras, sino solo en lo que Cristo ha hecho por nosotros. ¿Quieres seguridad? Obedece la Ley de Dios y descansa solo en los méritos de la justicia de Cristo, y tendrás toda la seguridad que necesitas.

Preguntas para Dialogar:

  1. Al parecer, Martín Lutero dijo: “Cuando me fijo en mí, no sé cómo puedo ser salvo. Cuando miro a Jesús, no sé cómo puedo perderme”. ¿Qué gran acierto encontramos en estas palabras? ¿Por qué es una buena idea conservar esta actitud siempre delante de nosotros?

  2. Reflexiona en esta idea de que hemos sido escogidos para la salvación incluso antes de la fundación del mundo. ¿Por qué esto no significa que todos serán salvos? Si la gente no se salva, ¿será porque Dios no la escogió o por las decisiones que tomó? Analiza esta pregunta en clase.

  3. La realidad del panorama del gran conflicto ¿cómo nos ayuda a afrontar la realidad del mal incluso en un mundo al que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo aman?

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