Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Las Etapas Familiares"

Segundo trimestre (abril-junio) de 2019

Lección 9: "Tiempo de perder"

Para el 1 de junio de 2019

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 25 de mayo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Marcos 5:22-24, 35-43; 1 Pedro 5:6, 7; Génesis 37:17-28; Lucas 16:13; Romanos 6:16; 1 Corintios 15:26.

Para Memorizar: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Fil. 3:8).

Cuando Adán y Eva comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, sufrieron su primera pérdida, la pérdida de la inocencia. Y esta inocencia perdida fue reemplazada por el egoísmo, el conflicto, la culpa, y el deseo de control y supremacía entre ellos.

Poco después de la Caída, fueron testigos de la primera vida que se perdió cuando recibieron pieles de animales para cubrir su desnudez. Al prohibírseles el acceso al árbol de la vida para que no comieran y vivieran para siempre, también perdieron su jardín perfecto; y años después perdieron a su hijo, Abel, a manos de su hermano, Caín. Al final, uno de ellos perdió a su cónyuge, y finalmente el compañero sobreviviente perdió su vida. Hubo demasiadas pérdidas como resultado de una decisión.

Sí, todos conocemos la realidad y el dolor de la pérdida, y la mayoría lo sentimos profundamente cuando esta pérdida afecta a nuestra familia. Y es que en la familia tenemos nuestros vínculos más íntimos; por eso una pérdida así, en las formas más variadas, nos pega con más fuerza.

Esta semana, al seguir analizando la vida familiar, la observaremos en el contexto de los diversos momentos de la pérdida.

 

Ir ArribaDomingo 26 de mayo: Perder la salud

Miles de años nos separan del árbol de la vida; y todos lo notamos, especialmente en relación con nuestra salud física. Tarde o temprano, a menos que perdamos la vida siendo jóvenes por un accidente, todos enfrentamos la dura realidad del deterioro de la salud.

Y, si bien nos resulta ingrato tener problemas de salud, ¿cuánto más doloroso es cuando nos toca no solo a nosotros, sino a algún miembro de nuestra familia? ¿Cuántos padres, especialmente al atender a un hijo enfermo, desearon haberse enfermado ellos en lugar del niño? Lamentablemente, no tenemos esa opción.

¿Qué tienen en común todos estos relatos? Marcos 5:22-24, 35-43; Mateo 15:22-28; Lucas 4:38, 39; Juan 4:46-54.

En cada uno de estos casos, y sin duda en muchos más, hay un miembro de la familia que suplica la ayuda de Jesús por otro miembro de su familia. Obviamente, reconocemos que sufrimos porque vivimos en un mundo caído. Cuando el pecado entró en el mundo, no solo entró la muerte, sino también el dolor crónico y la enfermedad. Cuando nos enfrentamos a una enfermedad crónica o terminal, podemos sentir conmoción, enojo, desesperación, e incluso ganas de gritar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?” (Sal. 22:1). Así como lo hizo David, haríamos bien en llevar nuestras preguntas, nuestro enojo y nuestro dolor a Dios.

En muchos sentidos, la enfermedad y el sufrimiento continuarán siendo un misterio hasta que la muerte finalmente sea derrotada en la venida   de Jesús. Al mismo tiempo, podemos recoger verdades importantes de la Palabra de Dios. Si bien Job soportó un dolor indescriptible, experimentó una intimidad más profunda con Dios. Él explica: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). Pablo tuvo algún tipo de enfermedad crónica, y su forma de afrontarla nos dice que el sufrimiento puede capacitarnos para consolar a los demás, puede darnos compasión por otros que están sufriendo y permitirnos ministrar con mayor eficacia (2 Cor. 1:3-5); es decir, si no permitimos que nos supere.

Si nosotros o los miembros de la familia padecemos una enfermedad, ¿qué promesas podemos reclamar? ¿Por qué, en momentos como este, es tan importante para nosotros la realidad de Jesús, nuestro Señor, que sufrió en la Cruz? ¿Qué nos enseña él en la Cruz sobre el amor inefable de Dios, incluso en medio de una enfermedad en nuestra familia?

 

Ir ArribaLunes 27 de mayo: Perder la confianza

Todos somos pecadores disfuncionales, que en algún momento demostraremos ser poco fiables para alguien que confió en nosotros. Y ¿quién no ha sido víctima de alguien que traicionó su confianza? Si bien es una experiencia difícil cuando se pierde la confianza, siempre es mucho peor cuando traicionamos o somos traicionados por un familiar.

A veces puede parecer más fácil cortar por lo sano y huir cuando decidimos que no vale la pena el esfuerzo de reconstruir una relación. Por supuesto, no es tan fácil cuando se trata de un miembro de la familia, como un cónyuge. Incluso se podría decir que uno de los propósitos del matrimonio es enseñarnos la lección de cómo restituir la confianza cuando se pierde.

Cuando la confianza en una relación se ve afectada, ¿cómo se puede reparar y salvar la confianza y la relación? 1 Pedro 5:6, 7; 1 Juan 4:18; Santiago 5:16; Mateo 6:14, 15.

Restituir la confianza es como un viaje; debes dar un paso a la vez. El viaje comienza con un sincero reconocimiento del daño y la confesión de la verdad, independientemente de la ofensa y de quién haya sido el ofensor. Cuando el adulterio ha sido la causa de la ruptura, la recuperación comienza cuando el traidor confiesa. Como parte del proceso de recuperación, la confesión debe acompañarse por una total transparencia por parte del que ha traicionado. No puede haber nada que permanezca oculto o, de lo contrario, cuando se descubra (y por cierto se descubrirá), eso destruirá la confianza restablecida. Y la segunda vez que se traiciona la confianza, se vuelve aún más difícil de sanar que la primera vez.

Reconstruir la confianza requiere tiempo y paciencia. Mientras más grave sea la ofensa, más tiempo llevará la recuperación. Acepta el hecho de que a veces te sentirás como si estuvieras avanzando dos pasos hacia adelante y tres hacia atrás. Un día parece que hay esperanza para el mañana, y al día siguiente tienes ganas de huir. Sin embargo, muchos han podido reconstruir su relación destruida y formaron un matrimonio más profundo, más íntimo, más satisfactorio y más feliz.

¿Qué principios usados para sanar un matrimonio pueden utilizarse en otros casos en que se ha traicionado la confianza? Al mismo tiempo, ¿qué situación podría darse en la que, aunque haya perdón, no exista más confianza, ni debería existir?

 

Ir ArribaMartes 28 de mayo: Perder la confianza - continuación

Otra forma en que se pierde la confianza es a través de la violencia familiar. Aunque es inconcebible, las investigaciones revelan que el hogar es el lugar más violento de la sociedad. La violencia familiar afecta a todo tipo de familias, incluso a los hogares cristianos. La violencia es una agresión de cualquier tipo: violencia verbal, física, emocional, sexual o negligencia activa o pasiva cometida por una o más personas contra otro miembro de la familia.

La Biblia incluye relatos de violencia familiar, incluso entre el pueblo de Dios. ¿Cuáles son tus pensamientos y sentimientos al leer estos versículos? ¿Por qué crees que se conservaron estas historias en la Biblia? Génesis 37:17-28; 2 Samuel 13:1-22; 2 Reyes 16:3; 17:17; 21:6.

El comportamiento abusivo es la elección consciente de una persona de ejercer poder y control sobre otra. No puede ser explicado o excusado por el alcoholismo, el estrés, la necesidad de cumplir deseos sexuales, la necesidad de un mejor control de la ira, o por cualquier comportamiento de la víctima. Las víctimas no son responsables del abuso. Los abusadores distorsionan y pervierten el amor, porque “el amor no hace mal” (Rom. 13:10, NVI). El tratamiento profesional puede facilitar el cambio en el comportamiento del abusador, pero solo si la persona asume la responsabilidad del comportamiento y busca ayuda. Para quienes abran la puerta a la presencia de Dios, él es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que imaginamos, para ayudar a los abusadores a dejar su comportamiento, para que se arrepientan de sus actitudes y de su proceder, para que hagan restitución por todos los medios posibles, y para que adopten las cualidades del amor ágape para sanar su corazón y amar a los demás (comparar con Efe. 3:20).

Trata de ponerte en el lugar de alguien traumatizado por la violencia. ¿Qué palabras de aceptación, consuelo y esperanza te gustaría oír? ¿Por qué es importante brindar seguridad y aceptación afectuosa, en lugar de ofrecer consejos sobre cómo vivir mejor con el abusador?

 

Ir ArribaMiércoles 29 de mayo: Perder la libertad

Solo Dios sabe cuántos millones –incluso miles de millones– de personas luchan contra alguna forma de adicción. Hasta el día de hoy, los científicos todavía no entienden exactamente cuál es la causa; aunque en algunos casos realmente se puede ver la parte de nuestro cerebro en la que se encuentran los antojos y los deseos.
Desgraciadamente, hallar la ubicación de esas adicciones no es lo mismo que librarnos de ellas.

La adicción es complicada para todos, no solo para el adicto. Los miembros de la familia (padres, cónyuges, hijos) sufren mucho cuando un miembro de la familia está bajo un poder del que parece que no puede librarse.

Las drogas, el alcohol, el tabaco, los juegos de azar, la pornografía, el sexo e incluso la comida: lo que convierte estas cosas en adicciones es la naturaleza habitual y progresiva de su uso o abuso. La persona es incapaz de detenerse incluso cuando sabe que le está haciendo daño. Si bien disfruta de su libertad de elección, se convierte en esclava de lo que le causa la adicción, y así pierde la libertad. Pedro tiene una explicación simple de lo que es un adicto y los resultados que padece: “Les prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción, ya que cada uno es esclavo de aquello que lo ha dominado” (2 Ped. 2:19, NVI).

¿Qué cosas pueden llevar a la gente a la adicción? Lucas 16:13; Romanos 6:16; Santiago 1:13-15; 1 Juan 2:16.

El pecado y la adicción no son necesariamente lo mismo. Puedes cometer un pecado del que no eres adicto, aunque a menudo este puede convertirse en una adicción. Cuánto mejor, mediante el poder de Dios, es detener el pecado antes de que se convierta en una adicción. Y, por supuesto, la única solución duradera al problema del pecado y de la adicción es recibir un corazón nuevo. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gál. 5:24). Pablo también explica a los romanos lo que significa morir a esa naturaleza pecaminosa y adictiva a fin de que podamos vivir para Cristo (Rom. 6:8-13) y luego agrega: “Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa” (Rom. 13:14, NVI).

¿Quién no conoce personalmente la lucha contra las adicciones, en su vida o en la de los demás, o incluso de algún miembro de la familia? ¿Cómo puedes ayudar a las personas a comprender que el hecho de que quizá necesiten ayuda profesional no es admitir un fracaso espiritual, incluso como cristianos?

 

Ir ArribaJueves 30 de mayo: Perder la vida

Como seres humanos, conocemos la realidad de la muerte. La leemos, la vemos, y quizá hasta estuvimos cerca de sufrirla personalmente.

Lee 1 Corintios 15:26. ¿Cómo se describe la muerte y por qué se la describe de esta forma?

¿Quién, después de haber perdido a un ser querido, no padece personalmente cuán gran enemiga es la muerte? Por otro lado, los muertos están “bien”. Si cierran los ojos en el Señor, en lo que para ellos parece ser un instante, resucitan a la inmortalidad. “Para el creyente, la muerte es un asunto trivial. [...] Para el cristiano, la muerte es tan solo un sueño, un momento de silencio y tinieblas. La vida está oculta con Cristo en Dios, y ‘cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria’ ” (DTG 731).

No, son los vivos, especialmente los amigos o los miembros de la familia que quedan, los que conocen el verdadero dolor y el pesar después de un fallecimiento. El hecho es que el duelo es una respuesta normal y natural a la pérdida. Es el sufrimiento emocional que experimentamos cuando nos arrebatan a quienes amamos.

El proceso de duelo no es el mismo para todos, pero en general la mayoría pasa por varias etapas. La primera reacción a la muerte de un ser querido, y la más común, es la conmoción y la negación, incluso cuando la muerte sea predecible. El shock es la protección emocional contra el agobio sumamente repentino por la pérdida, y puede durar de dos a tres meses.

También se puede atravesar un período de estar constantemente absorto en los pensamientos acerca del ser querido, incluso durante las tareas diarias comunes. A menudo, las conversaciones giran alrededor de la pérdida o del ser querido. Este período puede durar de seis meses a un año.

La etapa de desesperación y depresión es un largo período de duelo; probablemente, la más dolorosa y prolongada para el deudo, durante la cual gradualmente se acepta la realidad de la pérdida. En esta etapa, se puede experimentar una variedad de emociones, como ira, culpa, remordimiento, tristeza y ansiedad. El objetivo del duelo no es eliminar todo el dolor ni los recuerdos del fallecimiento. En la etapa final de la recuperación, se comienza a tener un renovado interés en las actividades diarias y a funcionar normalmente día tras día.

¿Qué pensamientos reconfortantes puedes encontrar en los siguientes pasajes? Romanos 8:31-39; Apocalipsis 21:4; 1 Corintios 15:52-57.

 

Ir ArribaViernes 31 de mayo

Para Estudiar y Meditar:

Muchos han sufrido como resultado de sus adicciones. Se han vuelto esclavos de sus deseos, y han perdido su dinero, su trabajo, su salud y su libertad. Pero Jesús vino a librarnos de nuestro pecado y de todas nuestras adicciones, y “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). Jesús también prometió que siempre estaría con nosotros (Mat. 28:20; Isa 43:2); por lo tanto, no tenemos que librar solos esta guerra. De hecho, debemos recordar que la batalla es del Señor (1 Sam. 17:47), y nos promete la victoria (1 Ped. 1:3-9). Hoy puedes comenzar el camino hacia la victoria sobre cualquier adicción, y recibir la libertad que deseas y que Dios quiere para ti. Esto no significa que no tendrás problemas, y a veces hasta podrías fracasar. Pero lo bueno es que mientras no abandones al Señor él no te abandonará a ti. Y ciertamente, no hay nada de malo en buscar ayuda profesional también. Así como el Señor puede usar a un profesional médico para ayudarte con tus problemas de salud, también puede utilizar a un consejero profesional para ayudarte con tu adicción.

“Cuando nos rodean las dificultades y las pruebas, deberíamos acudir a Dios y esperar confiadamente en aquel que es poderoso para salvar y fuerte para librar. Debemos pedir la bendición de Dios, si es que queremos recibirla. La oración es un deber y una necesidad; pero ¿no descuidamos la alabanza? ¿No deberíamos agradecer más a menudo al Dador de todas nuestras bendiciones? Necesitamos cultivar la gratitud. Deberíamos contemplar frecuentemente y volver a contar las mercedes de Dios, y alabar y glorificar su santo nombre, aun cuando experimentemos dolor y aflicción” (MS 2:306).

Preguntas para Dialogar:

  1. ¿Qué papel desempeña el perdón cuando se pierde la confianza y en la recuperación de una relación rota? Mateo 6:12-15; 18:21, 22. “El amor” no “lleva un registro de las ofensas recibidas” (1 Cor. 13:4, 5, NTV).

  2. ¿Cuál es el beneficio de contemplar y relatar las misericordias de Dios mientras afrontamos el dolor y la aflicción?

  3. ¿De qué formas prácticas tu familia de la iglesia puede ayudar a quienes están teniendo problemas con algún tipo de pérdida?

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