Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Esdras y Nehemías"

Edición para maestros. Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2019

Lección 10: "Adoración al Señor"

Para el 7 de diciembre de 2019

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaPRIMERA PARTE: RESEÑA

Texto Clave: Esdras 3:11.

Enfoque del estudio: Nehemías 12:27-47

Para darle autoridad al sacerdocio de Jerusalén, Nehemías 12 comienza enumerando a los levitas y sacerdotes desde la época de Babilonia hasta el período de Esdras y Nehemías. Una vez que se estableció que los judíos tenían personas capacitadas para los servicios del Templo, la siguiente parte del capítulo se centra en el servicio de dedicación del muro de Jerusalén. Sin embargo, no es el muro el que garantiza la seguridad, sino el Señor. Por lo tanto, el pueblo no está seguro a menos que el Señor lo proteja. Los israelitas comúnmente realizaban la dedicación de objetos o edificios para reconocer que el poder no está en un objeto sino en Dios (Sal. 127:1, 2).

El servicio de dedicación para el muro de Jerusalén comenzó con dos grandes coros que avanzaron en forma separada por Jerusalén y finalmente se unieron en el Templo. Allí, “sacrificaron aquel día numerosas víctimas”, y “se regocijaron”. De hecho, la alegría del pueblo fue tan estridente que incluso sus distantes enemigos escucharon la celebración por la conclusión del muro. Después, Nehemías se aseguró de delegar las responsabilidades del Templo para que los suministros se distribuyeran según la ley para todos los levitas y los siervos del Templo. El pueblo estaba emocionado de que el Templo volviera a funcionar. Quería asegurarse de que hubiese provisiones para aquellos que servían al Señor, no solo para ese momento sino también para el futuro.

 

Ir Arriba SEGUNDA PARTE: COMENTARIO

La purificación

Antes de realizar la dedicación del muro, los sacerdotes y los levitas se purificaron ellos mismos y al pueblo, así como las puertas y el muro. Los ritos de purificación eran comunes en Israel y simbolizaban la purificación del pecado y la separación con fines santos. Los ritos consistían principalmente en lavar la ropa y bañarse (Éxo. 29:4; 40:12-15; Lev. 16:20-28; Núm. 19:7).

Existían varios ritos de purificación en Israel. El rito de purificación más importante lo realizaba cualquiera que entrara en contacto con un cuerpo muerto. Puesto que la muerte refleja el estado de mortalidad resultante del pecado, la persona tenía que someterse a una purificación especial, un procedimiento descripto en Números 19. El sacerdote quemaba una vaca rojiza sin mancha cuyas cenizas se colocaban en un recipiente con agua. Alguien que estaba limpio tomaba un hisopo, lo sumergía en el agua y luego lo rociaba sobre los objetos o las personas consideradas impuras. Si el agua de la purificación no se rociaba sobre alguien que estaba inmundo, entonces su inmundicia todavía estaba sobre él (Núm. 19:13).

En el Día de la Expiación, el sacerdote que realizaba la purificación del santuario y hacía sacrificios por su pecado y por los del pueblo, se cambiaba de ropa. Antes de ponerse las “santas vestiduras”, se lavaba el cuerpo (Lev. 16:4). Al terminar el servicio, el sacerdote, una vez más, se quitaba las “santas vestiduras” y se lavaba el cuerpo (Lev. 16:23, 24). Quien liberaba al chivo expiatorio hacía lo mismo antes de regresar al campamento israelita (Lev. 16:26).

Otras categorías de purificación incluían la purificación para los sacerdotes (Éxo. 29:1-9), que debían lavarse las manos y el cuerpo (Éxo. 30:17-21;40:12-14, 30-32); la purificación de la lepra (así como el pecado conduce a la muerte, la lepra termina en muerte [Lev. 13:6; 13:34]); de las secreciones corporales (Lev. 15:1-29; Deut. 23:10, 11); y la purificación de los levitas (Núm. 8:5-7; 19:7-22). Debido a que los sacerdotes y los levitas participaron de la dedicación del muro, primero se purificaron lavándose las manos y los pies y quizá el cuerpo. Luego purificaron al pueblo a quien probablemente se le pidió que también se lavara y tal vez incluso que lavara su ropa. Además, la Biblia menciona que las puertas y el muro fueron purificados, lo que significa que cada uno habría sido rociado con agua.

El agua de la purificación no era milagrosa en sí; era la Palabra de Dios la que declaraba que la purificación limpiaba al pueblo del pecado y la muerte. El ritual servía como símbolo de pureza. La santidad y la limpieza del pecado eran importantes para acercarse a Dios en una ceremonia de dedicación. La purificación ritual mostraba que la sangre de Cristo limpiaba y cubría al pueblo. El servicio de purificación incorporaba el perdón de los pecados. Cuando el pueblo se humillaba ante Dios y se lavaba, reconocía que necesitaba ayuda; que necesitaba ser limpiado por Dios. Dios era quien tenía que darle salud y santidad, no sus propias obras. Sin embargo, Dios requería el acto de lavarse como un recordatorio tangible de su poder transformador en la vida de su pueblo.

Gran regocijo

La mayor parte de la ceremonia de dedicación incluía música y adoración. En primer lugar, los levitas y los cantores se reunieron en Jerusalén; muchos de ellos vivían lejos de Jerusalén y solo iban a la ciudad cuando les tocaba servir. Los sacerdotes, los levitas y los cantores dirigieron la celebración de la provisión de Dios para con ellos mediante acciones de gracias (reconociendo verbalmente lo que Dios había hecho) y entonando alabanzas a él. Las arpas, los címbalos y otros instrumentos de cuerda acompañaron a dos grandes coros mientras cantaban y caminaban separadamente por Jerusalén, y finalmente se volvieron a unir en el Templo y cantaron en voz alta (Neh. 12:42). Literalmente la frase dice que los cantores fueron escuchados. No podían contener ni reprimir su gozo, como lo demostraron sus potentes alabanzas. Cantaron fuerte porque estaban alborozados con la rápida conclusión del muro y por la forma en que Dios los había acompañado.

Cuando se colocaron los cimientos del Templo después de su regreso del exilio en Babilonia en 537/536 a.C., el pueblo, los sacerdotes y los levitas alabaron al Señor (Esd. 3:10, 11). Lo mismo ocurrió ahora en la época de Nehemías después de terminar el muro de Jerusalén. Todos alabaron al Señor y los dos coros designados expresaron su agradecimiento al Señor por la obra realizada (Neh. 12:31, 38).

El pueblo se regocijó grandemente. Literalmente, el versículo 43 dice que Dios los hizo samach (regocijar) con gran samach (gozo). La palabra samach aparece cinco veces en ese solo versículo. Aparece una vez en el versículo 44, ya que el pueblo también se regocijó por los sacerdotes y los levitas que servían en el Templo. Anteriormente también aparece en el versículo 27, que introduce todo el relato, afirmando que el pueblo llamó a los levitas para celebrar la dedicación con alegría (samach).

Por lo tanto, la palabra aparece exactamente siete vecesen el capítulo, lo que debería ser trascendente para el lector. El siete en la Biblia es un número de plenitud, consumación y perfección. Por lo tanto, el samach que el pueblo experimenta es pleno. Dios los ha hecho alegrarse. Su acto de regocijo demuestra lo que es el verdadero gozo en la vida, porque se regocijan por lo que Dios ha hecho. La lección para nosotros hoy es celebrar lo que Dios está haciendo en nuestra vida, sin pasar por alto sus actos benevolentes, ni darlos por sentado. Más bien, deberíamos celebrar su providencia. El reconocimiento de la bendición y el liderazgo de Dios conduce a la gratitud y la estabilidad emocional. El agradecimiento nos hace felices y victoriosos.

El gozo es un aspecto determinante de la adoración, pero también lo es la reverencia a Dios, que puede definirse como una experiencia de sobrecogimiento mediante un encuentro personal con Dios. El equilibrio entre el gozo y la reverencia es muy importante; y sin embargo, desafortunadamente, a menudo es ignorado. Si un culto de adoración muestra respeto por Dios pero no gozo, entonces se vuelve seco y rígido. Por otro lado, cuando solo se incorpora el gozo y no se tiene en cuenta la reverencia, los cultos de adoración tienden a estar llenos de emotividad en lugar de verdad. Por lo tanto, nuestros cultos de adoración deben incluir ambas facetas. La reverencia y la alegría trabajan juntas para crear una atmósfera de adoración correcta. Los israelitas entendieron la necesidad de este equilibrio cuando se regocijaron en voz alta y con todo su corazón, al mismo tiempo que alababan a Dios por lo que había hecho. Su adoración se basaba en la verdad y en los hechos de Dios, no en la emotividad. Algunos que van saltando de un culto de adoración a otro con el fin de experimentar un elevado nivel espiritual se equivocan en su alabanza a Dios. Nuestra adoración siempre debe estar cimentada en Jesús, no en nuestros sentimientos. Y sin embargo, los israelitas definidamente tuvieron un sentimiento de gozo y felicidad al alabar a Dios. Estos sentimientos de alegría eran de origen divino y se basaban en la verdad de quién es Dios y lo que él ha hecho. Al buscar a Dios en la vida y adorarlo, nos mantenemos cimentados en su gracia y gratitud.

 

Ir Arriba TERCERA PARTE: APLICACIÓN A LA VIDA

La purificación

Los ritos de purificación representan la limpieza del pecado y son una preparación para presentarse ante Dios y reconocer que sin él estamos “sucios”. Aunque en la actualidad no participamos de los ritos de purificación, ¿de qué manera podemos aplicar el principio que sustenta la purificación? Podemos acudir a Dios como somos, pero no de cualquier forma. Entonces, ¿cómo debemos acercarnos a Dios? ¿Qué debemos hacer para humillarnos ante él? ¿De qué manera podemos demostrar esta actitud en nuestra vida hoy?

El gozo

  1. Lee el Salmo 136, un salmo lleno de alabanza y adoración a Dios. ¿Qué nos enseña este salmo con respecto a la adoración? ¿Qué situaciones diferentes se describen al acercarse a Dios? ¿Por qué tipo de cosas el salmo alaba a Dios?

  2. ¿Cómo puedes asegurarte de que tu iglesia alabe a Dios respetando el equilibrio entre el gozo y reverencia?

  3. Los cantores y músicos del Antiguo Testamento tenían un papel prominente en la adoración y eran importantes para los servicios del Templo. ¿Qué podemos hacer para asegurarnos de que valoramos a los músicos de nuestras iglesias?

    1.  Piensa en las formas en que tu iglesia ha exaltado a los músicos como ministros de Dios o en cómo fueron dejados de lado o incluso desalentados. ¿De qué maneras significativas y reverentes puede tu iglesia incluir a sus pianistas y a los grupos de adoración en el culto?

    2.  Piensa en formas específicas en las que, como iglesia, puedan hacer que sus músicos y cantores entiendan que sus dones de origen divino añaden valor y enriquecen el culto de la iglesia.

  4. Si a tu vida le falta alegría para alabar a Dios, ¿qué puedes hacer para recuperar ese “primer amor”?

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