Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "La educación"

Edición para maestros. Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2020

Lección 13: "El cielo, la educación y el eterno aprendizaje"

Para el 26 de diciembre de 2020

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

La mayoría no se da cuenta de la extraña apatía con la que vive. Hay al menos una docena de objetivos que tenemos en un día determinado, desde hacer los quehaceres hasta cumplir con los plazos establecidos. Nos mantenemos ocupados identificando estos fines a corto plazo y luego ponemos en práctica los medios para lograrlos. Pero cuando se trata de identificar el objetivo de la vida y los medios para lograrlo, quedamos paralizados como un ciervo ante los faros de un coche. ¿Cómo es que los seres humanos pueden estar tan preocupados por el destino de su equipo deportivo favorito, pero ser indiferentes o apáticos hacia su propio destino eterno o el de su familia? Jesús, desesperado por romper esta apatía, dice: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mar. 8:36).

Quienes decidan no sacrificar el destino de su alma por ganancias temporales no se sentirán decepcionados. Nuestra nueva existencia estará llena de la presencia de Dios (Apoc. 21:3), y cada necesidad física y espiritual será satisfecha (Apoc. 7:16, 17). Debido a que Jesús dedicó tiempo a enseñarnos acerca de Dios y sus caminos mientras anduvo en esta Tierra, podemos inferir que la educación continuará por toda la eternidad. No habrá decepciones, aburrimiento ni apatía. No seremos espíritus incorpóreos flotando como vapores, tocando el arpa ocasionalmente. Todo lo contrario. “Y a medida que transcurran los años de la eternidad, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo [...] Cuanto más aprendan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter” (CS 736).

 

Ir Arriba COMENTARIO

Texto bíblico

No se puede subestimar las glorias que esperan a los redimidos de la Tierra. En primer lugar, aparece la ausencia de dolor en todas sus formas: no habrá llanto, ni dolor, ni muerte (ver Apoc. 21:4). No habrá ninguna futura causa de dolor, porque el que se sienta en el Trono dice: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apoc. 21:5). El pecado es la raíz del sufrimiento, y cada parte de él se mantiene alejada de los redimidos (Apoc. 21:8). En segundo lugar, de todos nuestros sufrimientos pasados ​​seremos consolados, ya que Dios mismo enjugará “toda lágrima de [nuestros] ojos” (Apoc. 21:4). Seremos “reyes y sacerdotes para Dios” (Apoc. 1:6) y tendremos el asombroso privilegio inmerecido de sentarnos con él en su Trono (Apoc. 3:21). Apenas podemos imaginarnos los niveles de adoración y alabanza que brotarán libremente de los corazones rebosantes de gratitud por lo que Dios y el Cordero han hecho por nosotros. ¿Puedes imaginarte uniéndonos a los 24 ancianos y arrojando nuestras coronas ante sus pies (Apoc. 4:10)? ¿Qué palabras podrían describir adecuadamente esa escena?

La novedad perpetua de Dios

Sin embargo, aunque esto suene bien, ¿qué nos mantendrá ocupados durante todo ese tiempo? Como seres humanos finitos, luchamos con el concepto de eternidad. Nuestra experiencia actual muestra que con el tiempo perdemos las ganas incluso por cosas que antes nos parecían placenteras.

La razón por la que la Tierra Nueva (el cielo) nunca se volverá aburrida es porque “cada placer tiene una vida útil, Dios [...] es la novedad perpetua”. Indudablemente, nuestro corazón seguirá llenándose de asombro por toda la eternidad al contemplarlo, escucharlo y aprender de él. Piensa en cómo las Sagradas Escrituras han captado la atención de judíos y cristianos durante miles de años. Ahora observa que cada día que pasemos con Dios nos dará una nueva Biblia, llena de información que nunca tuvimos antes, mientras observamos cómo Dios interactúa nuevamente con su creación y habla sabiduría para miles en situaciones diferentes. Nos asombraremos. Pero no hay razón para esperar hasta que lleguemos al cielo para asombrarnos por Dios. Abraham Heschel comparte: “Nunca en mi vida le pedí éxito, sabiduría, poder ni fama a Dios. Le pedí asombro, y él me lo dio”.

Pues bien, ¿cómo sabemos que el cielo estará más allá de nuestros sueños más descabellados? Porque fuimos programados con un propósito: conocer y disfrutar a Dios para siempre. Entonces, a menos que pensemos que Dios es un pobre ingeniero, nunca debemos preocuparnos por el aburrimiento, la apatía o la monotonía en nuestro hogar eterno. Como reflexionó C. S. Lewis, “Dios nos hizo: nos inventó como un hombre inventa un motor. Un automóvil está hecho para funcionar con gasolina, y no funcionaría correctamente con ninguna otra cosa. Ahora bien, Dios diseñó la maquinaria humana para que anduviera sobre sí mismo; él mismo es el combustible que nuestros espíritus fueron diseñados para quemar”.

Texto bíblico

Podemos suponer que una sensación de asombro motiva el aprendizaje. Nuevamente, al observar a los niños, ¿con qué frecuencia a un momento de asombro le sigue una intensa investigación? “¡Oye! ¡Mira eso! ¿Cómo sucede eso?”, o “¿Por qué esto hace eso?” Otra característica que motiva el aprendizaje es el misterio. Pablo se consideraba un administrador “de los misterios de Dios” (ver 1 Cor. 4:1). ¿Quién no querría escuchar y aprender lo que Dios tiene para decir?

Pablo prosigue con la idea de que cuando venga el Señor las cosas se aclararán: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones” (1 Cor. 4:5). En contexto, él ofrece esta idea como defensa de su ministerio. Aunque el apóstol utiliza esta idea en un contexto bastante limitado, obviamente el versículo se puede aplicar a una amplia gama de cosas que no entendemos completamente en la actualidad. Solo las cosas del mundo creado son fuentes de inestimable estudio, que seguramente nos mantendrán ocupados aprendiendo y descubriendo gustosos por la eternidad. Y como ya se señaló, los planes inagotables, los propósitos y el carácter de Dios ofrecerán infinitas oportunidades de aprendizaje.

Otro versículo que se utiliza a menudo para resaltar las glorias inimaginables del cielo es: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (2:9).

Este texto ha conmovido a muchos con la expectativa de lo maravilloso que será el cielo. Sin embargo, el contexto específico de este versículo no respalda la idea (1) de que nadie haya visto las cosas de las que se habla y (2) que el cielo sea principalmente lo que Dios ha preparado. En primer lugar, la siguiente frase después del texto en cuestión es: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu”. Entonces, las cosas que no se habían “visto” ni “oído” ahora les han sido reveladas a Pablo y sus compañeros mediante el Espíritu. ¿Dice esto que Pablo está recibiendo una vista previa del cielo? Es poco probable... Los versículos anteriores a nuestro texto hablan de la “sabiduría de Dios” escondida en un “misterio”. Este misterio está ligado al pensamiento inicial del capítulo, que habla de “Jesucristo, y [de] este crucificado”. Una búsqueda rápida de frases para “sabiduría de Dios” y “misterio” en las Epístolas paulinas pone de manifiesto de qué está hablando Pablo cuando dice “ojo no vio, ni oído oyó”. Está hablando del evangelio de un Cristo crucificado y de sus magníficos resultados (Efe. 1:9, 10; 3:3–6; Col. 1:26, 27; 4:3; Efe. 3:10, 11). La interpretación más contextualizada de este famoso texto no le resta a las glorias del cielo. Le suma a la gloria de conocer a Dios y sus propósitos como se advierte en Jesús el Cristo, y dice que podemos experimentar estas glorias ahora a través del Espíritu. Esta es nuestra experiencia del “cielo” en la Tierra.

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

Si hubiera un solo destino, ese destino sería inevitable sin importar lo que hiciéramos. Pero la Biblia deja en claro que existen dos destinos (Juan 5:29; nosotros elegimos. Y la decisión no podría ser más fácil. Aplicar esta decisión en forma consciente es una excelente forma de comenzar cada día. En lugar de buscar nuestro teléfono, revisar las redes sociales o mirar las noticias a primera hora de la mañana, ¿por qué no decir en voz alta, antes de que tus pies toquen el piso, todo lo que eliges como seguidor de Cristo? Algo así como:

  1. Hoy, elijo caminar con Dios.

  2. Elijo ser un discípulo de Cristo y aprender todo lo que pueda de él.

  3. Elijo ver y tratar a los demás como lo hizo Jesús.

  4. Elijo el gratificante gozo de la santidad por sobre los placeres fugaces del pecado.

  5. Elijo la vida eterna por sobre la muerte eterna.

  6. Elijo dejar que Jesús me haga una nueva creación en él.

En la clase de Escuela Sabática, pide a los alumnos que propongan más declaraciones de “Elijo” para comenzar el día.

Prácticamente todo lo que sabemos, es porque lo aprendimos. Esta idea hace que la educación sea fundamental para la vida. La educación lo abarca todo, desde el conocimiento que se necesita para atarnos los cordones del calzado hasta el conocimiento salvador del evangelio. Parte de lo que hace que el cielo sea el “cielo” es que el aprendizaje continúa para siempre. Si hubiésemos logrado que Dios nos revelara los primeros cien años, él no sería Dios o nosotros seríamos dioses, los que es doblemente falso. Gracias a Dios, él es tanto el Dador como el Objeto de un precioso regalo final para su creación: el don del aprendizaje eterno.

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