Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "La educación"

Edición para maestros. Cuarto trimestre (octubre-diciembre) de 2020

Lección 5: "Jesús como el gran Maestro"

Para el 31 de octubre de 2020

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

Si no conociéramos ni una palabra proveniente de la boca de Jesús, aun así podríamos pasar toda una vida aprendiendo de él. El hecho de que haya dejado el cielo para venir a este mundo, además de sus actos mientras estuvo aquí, dicen mucho. Quizá sea por eso que todas las Epístolas del Nuevo Testamento son escuetas al citar las palabras de Jesús, y en cambio se ocupan de presentar quién es él y la vida que tuvo.

Jesús es un dos por uno. Llegar a conocerlo a él implica aprender de Otro. “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 14:8). Podemos percibir el dolor y el asombro en la voz de Jesús ante la sorpresa, cuando responde: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros [...]? (Juan 14:9). Él esperaba que sus discípulos supieran lo que sabe el autor de Hebreos: que Jesús mismo es “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Heb. 1:3).

Un tema cristológico importante en el Nuevo Testamento es que Jesús revela cómo es Dios. Su rostro revela el rostro de Dios (2 Cor. 4:6). Al enseñar la Biblia, debemos transmitir las doctrinas a la luz del carácter de Dios. Este carácter se refleja mejor en el Único que puede decir exclusivamente: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Por ende, independientemente de la experiencia personal de cada uno, de la cantidad de versículos bíblicos citados o el nivel de reverencia que mostremos por nuestras doctrinas denominacionales, la vida de Cristo siempre debe servir como parámetro de nuestras descripciones de Dios.

 

Ir Arriba COMENTARIO

Ilustración

Entonces, ¿quién es Jesús de Nazaret? La respuesta a menudo depende de quién pregunte. En una reunión, un pastor de otra denominación me preguntó quién creía yo que era Jesús. Debido al contexto y a quién preguntaba, yo sabía lo que él buscaba. No quería saber si Jesús era el Mesías, la revelación del Padre o nuestro mejor Amigo. Quería saber si yo creía que Jesús era el eterno, preexistente, omnipotente, omnisciente, omni todo lo demás que afirma que Jesús verdaderamente es Dios. Los discípulos, por otro lado, dieron una respuesta diferente de la que yo di. El relato de Mateo responde con: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mat. 16:16). El texto se reduce a lo que dice Lucas: “El Cristo de Dios” (Luc. 9:20), y Marcos simplemente dice: “Tú eres el Cristo” (Mar. 8:29). Obviamente, Jesús como Mesías era el tema inminente durante su ministerio. Con el paso del tiempo, a veces cambian las cuestiones y los interrogantes sobre Jesús. Aunque Jesús no cambia, puede ser ventajoso, según el contexto y nuestra audiencia, modificar nuestro énfasis en la manera de presentarlo.

Quién es Jesús se puede comunicar de varias maneras. Ten en cuenta que la audiencia ayuda a reducir las opciones. Este es un ejemplo extremo: un niño en su lecho de muerte no necesita escuchar acerca de la unión hipostática de la naturaleza divina y humana de Jesús como lo articula el Concilio de Calcedonia; él necesita un amigo que lo reconforte. Otros espacios brindan la oportunidad de un análisis académico sobre los detalles de la persona de Cristo. Como educadores, es imperativo que reconozcamos diferentes contextos ministeriales y que conozcamos a Cristo lo suficientemente bien como para compartir el ángulo correcto de su personalidad que mejor se adapte al momento.

Texto bíblico

“Pasar la antorcha” es una expresión idiomática que nos recuerda a los corredores griegos que pasaban una antorcha en una carrera de relevos en la que el último corredor cruzaba la línea de meta con la antorcha en la mano. Las Escrituras revelan un “traspaso de la antorcha” que es emocionante y aleccionador al mismo tiempo. Según se desprende de la lección, Jesús vino a revelar cómo es el Padre. En cierto sentido, el Padre le pasó una antorcha al Hijo, para que el rostro del Hijo iluminara el carácter del Padre en nuestra mirada. Estos son algunos fragmentos bíblicos con este fin:

  • “El Hijo [Jesús] es el resplandor de la gloria de Dios” (Heb. 1:3a, NVI).

  • Jesús es “la imagen misma de su [Dios] sustancia” (Heb. 1:3b).

  • “La gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Cor. 4:4).

  • La “iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Cor. 4:6).

  • “El que me ha visto a mí [Jesús], ha visto al Padre” (Juan 14:9b).

Sin duda, los autores del Nuevo Testamento quieren que lleguemos a la conclusión de que cuando vemos a Jesús, estamos contemplando una imagen precisa de cómo es el Padre.
Por lo tanto, Jesús cumple su etapa en la carrera. ¿Pasa la antorcha? Sí, así es. Por supuesto, él es y continuará siendo siempre la imagen más perfecta de su Padre, pero pasa la antorcha a sus seguidores en una expresión de responsabilidad y privilegio compartidos.
Observa la “comisión” que les da a sus discípulos; una comisión que puede ser incluso mayor que la que normalmente se identifica como la Gran Comisión (Mat. 28:18-20). Después de pronunciar dos veces la paz sobre sus discípulos, proclama:

“Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:19, 21). La palabrita “así” nunca tuvo tan alto honor al asumir este significado. Así como el Padre envió a Jesús para mostrar al mundo quién es él (el Padre), Jesús ahora nos envía a nosotros para mostrar al mundo quién es él (Jesús). Él nos ha pasado la antorcha.

No es de extrañar que la imposición de esta responsabilidad sagrada sobre los hombros de los discípulos esté inserta entre dos actos de empoderamiento por parte de Cristo. En primer lugar, pronuncia “paz” sobre ellos al tiempo que les permite observar sus cicatrices.

Lentamente se desabrocha la túnica para que puedan ver y tocar su costado perforado con la lanza y sostener sus manos con cicatrices. “Tóquenme y vean” (Luc. 24:39, NVI). Y mientras se amontonan alrededor de su Salvador resucitado, les vuelve a decir: “Paz a vosotros” como para establecer una conexión entre sus heridas y la paz con la que los está bendiciendo (Juan 20:19–21). Ahora tienen paz, un shalom, que verdaderamente sobrepasa todo entendimiento y los conduce a la reconciliación con Dios (Fil. 4:7; Rom. 5:1). Luego les dice que los envía a ellos así como el Padre lo envió a él. Pero no antes de hacer un acto final: sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22). Este será el secreto de su éxito. La influencia renovadora y fortalecedora del Espíritu de Dios les permitirá reflejar a su Salvador.

Al meditar sobre el hecho de que Jesús le pasó la antorcha de la revelación a su pueblo, vienen a nuestra mente varios versículos que refuerzan la idea de que fuimos creados y redimidos con ese propósito.

  1. Jesús es la imagen expresa de Dios (Heb. 1:3), y la humanidad fue hecha a imagen de Dios, según leemos: “Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Gén. 1:26).
  2. Jesús es la imagen de Dios, pero nosotros seremos restaurados a la imagen de Jesús: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Rom. 8:29). “Nosotros todos, mirando [...] la gloria del Señor, somos transformados [...] en la misma imagen” (2 Cor. 3:18).
  3. Jesús es la Luz del mundo (Juan 8:12), pero también lo somos nosotros: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mat. 5:14).
  4. Jesús es el Verbo hecho carne (Juan 1:14), en quien “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9); por extensión, al pueblo de Dios se lo llama “el cuerpo de Cristo” (1 Cor. 12:27).

La lista de paralelismos continúa entre la misión de Jesús de revelar la verdad acerca de Dios a este mundo y su forma de capacitar a su pueblo para continuar con esa misma misión. Dios quiera que llevemos hasta el final la antorcha que nos entregó Cristo, para iluminar al mundo con el conocimiento de su carácter.

Ilustración

Cierta vez un evangelista ofreció algunos pensamientos acerca de ser portadores de la imagen de Dios. Como se menciona en la lección, Hebreos 1:3 habla de Cristo como el carácter del Padre. El carácter griego primeramente denotaba la herramienta de grabado utilizada por un grabador. Finalmente, denotaba la marca o la impresión realizada por la herramienta, una impresión similar a la que vemos en una moneda. El propósito era hacer una reproducción exacta de la imagen del rey en esas monedas. En una ocasión le preguntaron a Jesús si era lícito pagar impuestos al César. Él pidió ver una moneda y preguntó a su audiencia qué imagen había en la moneda. Ellos respondieron: “De César”, después de lo cual Jesús pronunció su famosa frase: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mat. 22:21). De la misma manera, algún día Jesús regresará a esta Tierra para buscar a sus propias “monedas”. Para ello, solo necesitará plantear la misma pregunta que hace dos mil años: ¿De quién es la imagen que se ve en estas monedas? Si llevamos la imagen de Cristo y tenemos el nombre del Padre impreso en nuestras frentes (Apoc. 22:4), entonces será bueno escuchar, “Dad [...] a Dios lo que es de Dios” (Mat. 22:21). Dios juntará sus monedas y finalmente podremos irnos a casa.

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

Hablar como un cristiano, asistir a la iglesia como un cristiano, explicar doctrinas como un cristiano y llamarse cristiano nunca reemplaza el hecho de ser cristiano. No hay expectadores que comprendan esta diferencia mejor que nuestros hijos, que observan cada movimiento que hacen sus padres, sus maestros y sus dirigentes religiosos. Es posible que no puedan articularlo, pero están evaluando consciente o inconscientemente la educación adventista en función de cómo viven los adventistas. Esta es la clave. Es por eso que llevar la imagen de Dios en nuestra vida diaria es innegociable, si queremos que la educación adventista tenga éxito.

Preguntas para analizar:

  1. ¿Cómo saber si una persona es un cristiano auténtico?

  2. ¿Qué rol debe desempeñar la obligación de rendir cuentas para los empleados denominacionales, donde un maestro o un líder puede influir en cientos o quizá miles de niños?

  3. ¿Cuánto deberíamos confiar de los comentarios de los alumnos para determinar si un maestro es piadoso y debería seguir trabajando para la iglesia?

  4. El título de esta lección es “Jesús como el gran Maestro”. ¿Crees que esta idea resuena claramente en nuestras familias y escuelas? Si no, ¿cómo podríamos enseñar a nuestros hijos de modo que puedan decir: “Jesús me enseñó hoy”?

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