Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "Descanso en Cristo"

Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2021

Lección 8: "Libres para descansar"

Para el 21 de agosto de 2021

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

¿Alguna vez te has preguntado por qué no vemos curaciones milagrosas con más frecuencia en la actualidad? En la lección de esta semana, “Libres para descansar”, descubriremos la respuesta a esta pregunta, y muchas otras interrogaciones sobre la sanidad.

Hay dos historias principales que estudiaremos: la historia del Nuevo Testamento sobre la curación del paralítico y la historia de Elías en el Antiguo Testamento. Aunque estas historias tuvieron lugar en tiempos y lugares muy diferentes y en diferentes circunstancias, se complementan mutuamente. Nos dan una imagen más completa de la curación divina que si se estudiaran las dos historias por separado.

En la curación del paralítico, Jesús genera un conflicto antes de curar su enfermedad física, al declarar que los pecados del hombre le son perdonados. Este es un acto intencional de Cristo. La enfermedad del alma de este hombre era mayor que la aflicción de su cuerpo. Estaba sufriendo bajo una carga de culpa y vergüenza debido a su estilo de vida pecaminoso en el pasado. Si Cristo le hubiera sanado solo el cuerpo, la curación habría sido incompleta.

Elías, por otro lado, era un comprometido siervo de Dios. Había testificado fielmente de su Señor durante una época de profunda apostasía en Israel. Después de haber muerto a los profetas de Baal en el monte Carmelo, estaba exhausto por todo aquel episodio, y ante las amenazas de Jezabel de quitarle la vida, se desanimó. Dios lo buscó y suplió sus necesidades. Estudiaremos más sobre las lecciones espirituales duraderas en estas dos historias en la lección de esta semana.

 

Ir Arriba COMENTARIO

La historia de la curación del paralítico en Marcos 2:1 al 12 responde algunas de nuestras preguntas más profundas acerca de las curaciones milagrosas, y nos enseña valiosas ideas sobre nuestro crecimiento en Cristo. Una de las primeras cosas que notamos es que el paralítico no viene a Cristo por sí solo, sus amigos lo llevan a Jesús. Cuatro hombres lo llevaron en camilla. Evidentemente, habían oído hablar del poder sanador de Cristo y creían que él podía curar a su amigo. Estos amigos fueron persistentes. Cuando no pudieron acercarse a Jesús debido a la multitud, dice el Evangelio de Marcos, “descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mar. 2:4, 5). Hay lecciones espirituales profundas en estas pocas palabras. Los amigos de este hombre estaban preocupados por él. Estaban tan decididos que lo subieron al techo, abrieron un agujero y lo bajaron ante la presencia de Jesús.

El Nuevo Testamento contiene aproximadamente treinta ocasiones diferentes de los milagros curativos de Jesús. En dos tercios de estas historias, alguien trae a otro a Jesús. A menudo, se produce una curación física, mental, emocional o espiritual en la vida de otra persona porque alguien se preocupa lo suficiente como para atender sus necesidades en el nombre de Jesús. ¿Notaste las palabras “al ver Jesús la fe de ellos” en Marcos 2:5? Esto es fascinante. La fe es algo que ves, no es algo intangible. Siempre se revela en acción. En este caso, Jesús honró la fe de los amigos de este hombre. Por supuesto, el hombre mismo debió de haber tenido algo de fe al expresar su voluntad de que sus amigos lo llevaran. Podemos ser los agentes sanadores de Jesús al conducir a otros a Jesús.

Jesús nunca está demasiado ocupado

El otro aspecto significativo de esta historia es que Jesús tuvo tiempo para este hombre. No consideró que su presencia fuera una interrupción. Nunca hay un momento en que Jesús esté demasiado ocupado para satisfacer nuestras necesidades. Mientras miraba a esta pobre víctima, Jesús reconoció de inmediato los problemas más profundos. Como resultado, no comenzó por sanar al hombre físicamente; sabía que la necesidad más profunda del hombre enfermo era la sanidad espiritual. En este caso, el hombre había contraído la enfermedad por su estilo de vida pecaminoso. Estaba lleno de culpa, que destruía su sistema inmunológico y arruinaba su salud. Esto es una realidad para decenas de personas cuyos cuerpos sufren bajo la carga de la culpa.

Elena de White hace este perspicaz comentario: “El paralítico halló en Cristo sanidad, tanto para el alma como para el cuerpo. La curación espiritual fue seguida por la restauración física. Esta lección no debe ser pasada por alto. Hay hoy día miles que están sufriendo de enfermedad física y que, como el paralítico, están anhelando el mensaje: ‘Tus pecados te son perdonados’. La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos, es el fundamento de sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al Sanador del alma. La paz que él solo puede dar, impartirá vigor a la mente y salud al cuerpo” (DTG 235).

Sanado de adentro hacia afuera

Jesús sabía que, a menos que se ocupara de la causa subyacente de la enfermedad en vez de sanar solo el cuerpo del paralítico, el hombre pronto volvería a enfermarse. “Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, la culpa y la desconfianza, todo tiende a menoscabar las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte” (MC 185). Bíblicamente, la sanidad siempre incluye a la persona en su totalidad e implica la restauración a la imagen de Dios. El pecado destruye. Impacta a toda la persona en todas las dimensiones de la vida. Jesús sanó a este hombre de adentro hacia afuera. La curación interna preparó el camino para la curación externa. Este hombre se había acarreado la enfermedad, y si Cristo simplemente hubiera sanado su cuerpo, lo más probable era que hubiese vuelto a una vida de pecado. Evidentemente, debió haber sentido la convicción de pecado y el deseo de ir a Cristo durante algún tiempo. El Espíritu Santo lo había estado atrayendo hacia el Salvador. Ahora, en presencia de Cristo, se levantó de su lecho de enfermedad a una nueva vida.

La causa fundamental de la enfermedad

Vivimos en un mundo destrozado. Por lo tanto, las enfermedades y las dolencias son comunes. La raíz de todas las enfermedades es el pecado. Esto no significa que todo el que se enferma haya pecado. Simplemente significa que la causa subyacente de las enfermedades y las dolencias, a la luz del gran conflicto entre el bien y el mal, es la rebelión de Lucifer en el cielo y la caída de Adán y de Eva en el Jardín del Edén. Para decirlo de otra manera, Jesús es el restaurador de la salud y Satanás es el destructor de la salud.

El tema de la enfermedad es complejo. Gran parte de las enfermedades se deben a nuestras decisiones personales relacionadas con el estilo de vida. Esta es precisamente la razón por la que Dios ha dado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día el mensaje de salud. Estos principios de salud divinamente inspirados nos ayudan a reducir el riesgo de enfermarnos, pero no eliminan la posibilidad de enfermarnos. Las causas de la enfermedad son variadas. Nuestra genética y el medio ambiente juegan un papel en la determinación de nuestros resultados en materia de salud. A veces, las decisiones de los demás afectan seriamente nuestra propia salud. Los accidentes son a menudo cosas que no podemos controlar, pero sí podemos controlar nuestras decisiones. Mientras más decisiones positivas tomemos, más probabilidades habrá de que gocemos de salud y vivamos la vida abundante que ofrece Cristo. Comprender la causa de la enfermedad también nos permite cooperar con Cristo en el proceso de curación.

El ministerio médico de Jesús en la vida de Elías

Considera el caso de Elías. Aquí hay un hombre de excelente carácter, con una fe implícita en el poder de Dios. Durante los tres años y medio de hambruna, confió en Dios para su sustento. Dios nunca lo defraudó. Dios guió a Elías para que bebiera en el arroyo de Querit, los cuervos lo alimentaran y una humilde viuda de Sarepta lo sustentara. Su fe era sólida. Por la fe desafió a los profetas de Baal en el monte Carmelo. Fue allí donde experimentó el poder milagroso de Dios. Propuso una prueba para demostrar el poder del Dios verdadero. Los profetas de Baal vociferaron, gritaron y clamaron a sus dioses paganos, pero no pasó absolutamente nada. Elías derramó agua sobre el altar, buscó a Dios con fervor y descendió fuego del cielo que consumió el altar. Poco después de los tres años y medio de sequía, cayeron las lluvias. Por orden de Dios, Elías participó en el exterminio de los profetas de Baal. ¡Qué hombre de fe, valor y firmeza! Pensarías que nada podría hacer temblar su fe. Pero algo sucedió.

Cuando Acab le contó a Jezabel los acontecimientos del día, ella amenazó con quitar la vida a Elías (1 Rey. 19:1, 2). El valiente Elías, que había estado en el monte Carmelo ante los profetas de Baal, huyó rápidamente ante la amenaza de una reina malvada. Cansado, agotado y exhausto, deseó morir. Encontró reposo cuando estaba tendido y desanimado debajo de un enebro. Un árbol de enebro se parece más a un gran arbusto que era común en los desiertos de Oriente Medio y ofrecía sombra a los viajeros cansados. Allí, desanimado y solo, durmió Elías hasta que un ángel lo despertó, le preparó una comida, le dio un poco de agua para beber y lo animó para que volviera a dormirse. Esto sucedió dos veces, y con la fuerza de esa comida, bebida y descanso, Elías viajó durante cuarenta días.

Aquí tenemos algunas lecciones vitales. Incluso el pueblo de Dios se desanima a veces. Elías pronto sería trasladado sin ver la muerte, pero él también tuvo sus momentos difíciles. Observa cómo Dios afrontó la decepción de Elías. No le predicó un sermón. No lo instó a tener más fe ni a orar más. Nuestro bondadoso Señor le proporcionó a Elías una buena comida saludable, agua refrescante y una buena noche de descanso. A veces, lo mejor que podemos hacer por un amigo que está desanimado es estar allí, para animarlo y satisfacer sus necesidades.

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

Es extremadamente importante que no juzguemos a las personas cuando están enfermas. Aunque la enfermedad puede ser el resultado de una mala decisión en su estilo de vida, no siempre es así. Aunque las enfermedades y las dolencias en ocasiones son el resultado de las decisiones personales de una persona, el ejemplo de Jesús revela cómo tratar a los que sufren. No significaba nada para Jesús el hecho de que el paralítico hubiera vivido una vida de pecado. El Salvador fue llamado a atender las necesidades de todas las personas, y a nosotros también. Los amigos traen a sus amigos a Jesús. Mientras oramos con fe por los enfermos, Jesús obrará milagros. A veces habrá milagros de curación instantánea, otras veces, la curación será gradual, y a veces, aquellos por quienes oramos morirán y descansarán en Jesús hasta la gloriosa resurrección en la segunda venida de Jesús. La palabra de Cristo nos da la seguridad de que podemos descansar en su amor porque, por su gracia, la curación es segura. El único interrogante es el momento. ¿Será instantáneo, gradual o en la resurrección?

Hay ocasiones, como en el caso de Elías, en las que lo mejor que podemos hacer por alguien que sufre de desánimo o depresión es estar allí para satisfacer sus necesidades. Esta preocupación amorosa puede ser decisiva. En tus oraciones privadas de esta semana, pide a Dios que te impresione para interceder por alguien que sabes que está sufriendo una enfermedad específica. Si es posible, visita a esa persona y fíjate si tiene alguna necesidad específica que puedas atender. Serás muy bendecido al servir como lo hizo Jesús, y esta persona también.

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