Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "En estos postreros días: El mensaje de Hebreos"

Edición para maestros. Primer trimestre (enero-marzo) de 2022

Lección 9: "Jesús, el sacrificio perfecto"

Para el 26 de febrero de 2022

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

Textos Clave: Hebreos 9:15; Génesis 15:6-21; Jeremías 34:8-22; Efesios 3:14-19; Hebreos 7:27; 10:10; 9:22-28.

Temática de la lección:

Hebreos deja en claro que la muerte sustitutiva de Jesús es necesaria para salvarnos, porque “sin derramamiento de sangre, no hay perdón de pecados” (Heb. 9:22, RVR1977). La sangre representa la vida del sustituto. La exigencia de que el transgresor muriera fue cumplida por Jesús, quien murió una vez para siempre como sacrificio infinito por toda la humanidad.
El Antiguo Testamento delinea más de un tipo de ofrenda. Levítico enumera holocaustos para expiación, ofrendas de cereal en agradecimiento por la provisión de Dios, ofrendas de comunión para comidas comunitarias con familiares y amigos, ofrendas por el pecado para la redención del pecado en casos de pecados accidentales, y ofrendas de reparación para casos de restitución (ver Lev. 1-6). Pero, como señala Pablo, estos sacrificios, incluyendo los ofrecidos en el Día de la Expiación, en definitiva eran ineficaces porque nunca pudieron quitar los pecados (Heb. 10:1-4). Solo la “sangre preciosa de Cristo”, a la que señalaban todos estos sacrificios, podía hacer eso (Heb. 9:14; 1 Ped. 1:19).

 

Ir Arriba COMENTARIO

Como vimos la semana pasada, Hebreos 7 habla de Melquisedec, que era superior a la línea de sacerdotes aarónicos. En consecuencia, Cristo es superior al sacerdocio levítico porque es un sacerdote según el orden de Melquisedec. Hebreos 8 habla de la superioridad del segundo pacto, cuya eficacia se analiza con más detalle en Hebreos 9:15. El primer pacto, establecido con los levitas, era defectuoso y no podía quitar los pecados (Heb. 7:11; 9:9).

En Hebreos 9, Pablo también habla del sacrificio superior de Cristo. ¿Por qué es superior? En primer lugar, su ofrenda no se aplica en el Santuario terrenal, sino en el celestial (Heb. 9:23, 24). En segundo lugar, la sangre que ofrece no es de un animal, sino su propia sangre (Heb. 9:25, 26). Finalmente, el sacrificio de Cristo es excepcionalmente singular (Heb. 9:12, 28, “una vez para siempre”) y eficaz (Heb. 9:14, RVA-2015, “limpiará nuestra conciencia”; Heb. 10:14, “hizo perfectos para siempre”), en contraste con los sacrificios de animales (Heb. 10:1, 4).

El dilema del altar del incienso en el Lugar Santísimo

Hebreos 9 plantea lo que parece ser una discrepancia. En los versículos 3 y 4 dice: “Tras el segundo velo estaba la parte del Tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes”. Este texto parece estar en desacuerdo con Éxodo 30:6: “Lo pondrás [al altar del incienso] delante del velo”, que indica que el altar del incienso no estaba en el Lugar Santísimo, sino en el Lugar Santo, junto con el candelabro y la mesa con el pan consagrado. En este altar del incienso se suponía que Aarón quemaba incienso “cada mañana” (Éxo. 30:7). Asimismo, otros pasajes del Pentateuco colocan el altar del incienso en el Lugar Santo, no en el Lugar Santísimo (Éxo. 40:5, 26). Entonces, ¿por qué Pablo coloca el altar del incienso en el Lugar Santísimo?

¿Cómo explicamos esta aparente anomalía?

Pablo podría haber estado pensando de esta manera: “Aunque ubicado en el salón principal (es decir, el Lugar Santo), el altar del incienso (comparar con Éxo. 30:1-10; 1 Crón. 28:18) ‘pertenecía al debir’ (el Lugar Santísimo). Al parecer, el ritual de quemar incienso realizado sobre este altar tenía un efecto directo en el Lugar Santísimo, donde Dios manifestaba su presencia entre los querubines. A fin de cuentas, lo más probable era que el humo del incienso inundara el compartimiento interior. Esto puede explicar por qué Hebreos coloca el altar del incienso en el Lugar Santísimo (Heb. 9:4)” (F. H. Cortez, “The Letter to the Hebrews”, Seventh-day Adventist International Bible Commentary, entrada sobre Hebreos 9:4).

También es importante notar que, en griego, el autor de Hebreos en realidad no dice que el altar del incienso estaba dentro del segundo compartimento; solo dice que el Lugar Santísimo “tenía” el altar. La palabra traducida como “tenía” puede traducirse como “contenía”, pero este no necesariamente es su único significado.

“La relación entre el altar y el Lugar Santísimo que aquí se indica podría ser que su función estaba íntimamente relacionada con el Lugar Santísimo. El incienso que se ofrecía diariamente sobre ese altar en el Lugar Santo era dirigido al propiciatorio del Lugar Santísimo. Dios manifestaba allí su presencia entre los querubines, y a medida que el incienso ascendía con las oraciones de los que rendían culto, llenaba tanto el Lugar Santísimo como el Santo. El velo que separaba a ambos compartimientos no llegaba hasta el techo, y el incienso que se ofrecía en el Lugar Santo –el único lugar donde podían entrar los sacerdotes- llegaba hasta el segundo compartimiento, el lugar hacia donde era dirigido” (CBA 7:465).

En segundo lugar, la palabra usada por Pablo para el “altar” (thymiatērion) llegó a usarse en la traducción griega de la Septuaginta del Antiguo Testamento para referirse al incensario en sí (2 Crón. 26:19; Eze. 8:11). El sumo sacerdote llevaba este incensario con él al Lugar Santísimo en el Día de la Expiación (Lev. 16:12).

De todos modos, el enfoque de Pablo no parece estar tanto en los compartimientos ni en los muebles, ya que el versículo 5 dice: “de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle”. Este versículo implica que más importante que los muebles y su ubicación es el comentario que hace Pablo al referirse a ellos, a saber, la superioridad del sacrificio de Cristo.
“El incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representaba los méritos y la intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual por medio de la fe es acreditada a su pueblo, y es lo único que puede hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios. Delante del velo del Lugar Santísimo había un altar de intercesión perpetua; y delante del Lugar Santo, un altar de expiación continua. Había que acercarse a Dios mediante la sangre y el incienso, símbolos que señalaban al gran Mediador, a través de quien los pecadores pueden acercarse a Jehová, y a través de quien únicamente puede otorgarse misericordia y salvación al alma arrepentida y creyente” (PP 366).

Muerte sustitutiva de Cristo

Sustitución y satisfacción son términos que han despertado muchas críticas. ¿Por qué Dios necesitaría algún tipo de sustitución por el castigo de los pecados de la humanidad? ¿Qué significa sustitución? Sustitución, en este contexto, significa que alguien toma el lugar de otro para soportar el castigo de esa persona, con el propósito de salvarla.

En cuanto al segundo término, satisfacción, debemos preguntarnos: ¿Qué se necesitaba para ser satisfecho? La Biblia, ¿apoya el concepto de muerte sustitutiva? La sustitución se da en el caso de Abraham. Cuando estaba en el monte Moria para sacrificar a su hijo Isaac, “fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo” (Gén. 22:13, énfasis añadido). En el relato de la Pascua, la vida se salvaba por sustitución. Pero los únicos varones primogénitos que se salvaron fueron aquellos cuyas familias sacrificaron un cordero y pusieron su sangre en los postes de las puertas (Éxo. 12:7, 13). Todo el sistema sacrificial se basaba en la sustitución. Como la pena del pecado es la muerte, el animal sustituto era sacrificado, y así se salvaba la vida del pecador (Lev. 17:11).

Volviendo al Nuevo Testamento, encontramos que Juan el Bautista identifica a Jesús como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29, énfasis añadido). Pablo declaró: “Porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ya ha sido sacrificado” (1 Cor. 5:7, NVI). En la carta a los Efesios, este mismo Pablo es inequívoco: “Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efe. 5:2, énfasis añadido). En Romanos, Pablo dice: “Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8, énfasis añadido). La Biblia está llena de expresiones relacionadas con la sustitución y la carga del pecado. (Para más ejemplos, ver Isa. 53:12; Mar. 10:45; 2 Cor. 5:14; 1 Tim. 2:6; Heb. 9:28; 1 Ped. 2:24.) Hebreos corona este tema con una declaración indiscutible, aunque a menudo ignorada, de que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb. 9:22). ¿Qué sangre? No puede ser sangre de animales, porque “la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados” (Heb. 10:4). Por lo tanto, tiene que ser la sangre, la vida de Cristo.

Jesús cargó con nuestros pecados y murió por nosotros. Por lo tanto, no debemos ver a Cristo meramente como un tercero, como una persona separada de Dios y de la humanidad. Ese concepto distorsionaría cruelmente la comprensión de la expiación. Así se retrataría a Cristo como Alguien que simplemente pacifica al Padre. Dios, a su vez, se mostraría castigando al inocente Jesús, solo para que nosotros, los culpables, pudiéramos sobrevivir. La unidad rota entre el Padre y el Hijo se manifiesta plenamente en la gran declaración de reconciliación de Pablo en la que el Padre actúa a través del Hijo: “Todo esto [la nueva creación en Cristo] proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (2 Cor. 5:18).

Nuestro Sustituto no fue solo Cristo, ni solo Dios, sino Dios en Cristo, quien era plenamente Dios y plenamente Hombre. Dios en Cristo se ofreció a sí mismo como sustituto por nosotros. Por ende, desaparecen las objeciones a una expiación sustitutiva. No hay nada inmoral (transgresión) aquí, porque el Sustituto para los transgresores es el Legislador, el único que podía hacer expiación por la transgresión. La cruz no es una transacción con el diablo. Pero como Dios, Cristo nos reconcilió consigo mismo para “satisface[r] las demandas de la ley violada y así salva[r] el abismo que ha hecho el pecado” (MS 1:411).

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

  1. En el contexto de la sustitución de Cristo, medita en el coro de un himno: “¡Asombroso amor! ¿Cómo es posible que tú, mi Dios, tuvieras que morir por mí?” (The SDA Hymnal, Nº 198). ¿Qué significa este sentimiento para ti personalmente?

  2. ¿Por qué la sustitución es tan fundamental para todo el plan de salvación? ¿Qué nos dice acerca de cuán malo es el pecado, que requirió el sacrificio personal de “Dios en Cristo” para resolver el problema y ofrecernos la esperanza de la vida eterna?

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