Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "El Génesis"

Segundo trimestre (abril-junio) de 2022

Lección 11: "José, maestro de los sueños"

Para el 11 de junio de 2022

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 4 de junio

Lee Para el Estudio de esta Semana: Génesis 37; Mateo 20:26, 27; Hechos 7:9; Génesis 38; 39; 40:1–41:36.

Para Memorizar: “Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador” (Gén. 37:19).

La historia de José (Gén. 37-50) abarca la última parte del libro de Génesis, desde sus primeros sueños en Canaán (Gén. 37:1-11) hasta su muerte en Egipto (Gén. 50:26). De hecho, José ocupa más espacio en el libro de Génesis que cualquier otro patriarca. Aunque José es solo uno de los hijos de Jacob, Génesis lo presenta como un gran patriarca, como Abraham, Isaac y Jacob.

Como veremos también, la vida de José destaca dos importantes verdades teológicas: en primer lugar, Dios cumple sus promesas; en segundo lugar, Dios puede convertir el mal en bien.

En el estudio de esta semana, nos centraremos en los primeros años de vida de José. Es el hijo preferido de Jacob, al que irónicamente se lo apoda bá‘al hajalomot, el “soñador” (Gén. 37:19), que significa literalmente “experto en sueños”. Este título le sienta muy bien, porque no solo recibe, entiende e interpreta los sueños proféticos, sino también los cumple en su vida.

En estos capítulos veremos nuevamente que la providencia de Dios se afianza, a pesar de la maldad y la perversidad del corazón humano.

 

Ir ArribaDomingo 5 de junio: Problemas familiares

Jacob finalmente se instaló en la tierra. Si bien Isaac era solo un “extranjero”, el versículo también dice que Jacob “se estableció en la tierra” (Gén. 37:1, NVI). Sin embargo, fue mientras se instalaba en la tierra cuando comenzaron los problemas, esta vez desde el seno de la propia familia. La polémica no se refiere a la posesión de la tierra ni al uso de un pozo; básicamente es espiritual.

Lee Génesis 37:1 al 11. ¿Qué dinámica familiar predispuso a los hermanos de José a odiarlo tanto?

Desde el mismo comienzo, entendemos que José, el hijo de la vejez de Jacob (Gén. 37:3), disfrutó de una relación especial con su padre, quien “lo amaba más que a todos sus hermanos” (Gén. 37:4). Incluso llegó a hacerle “una túnica de diversos colores” (Gén. 37:3); una vestimenta de príncipe (2 Sam. 13:18), una indicación de la intención secreta de Jacob de elevar a José, el primer hijo de Raquel, al estatus de primogénito.

Por cierto, el futuro confirmará los deseos de Jacob porque José finalmente recibirá los derechos del primogénito (1 Crón. 5:2). No es de extrañar, entonces, que los hermanos de José lo odiaran tanto y ni siquiera pudieran entablar conversaciones pacíficas con él (Gén. 37:4).

Además, José le llevaba malos informes a su padre sobre cualquier comportamiento reprobable de sus hermanos (Gén. 37:2). A nadie le gustan los soplones.

Por eso, cuando José compartía sus sueños, sugiriendo que Dios lo pondría en una posición más elevada y que ellos, sus hermanos, se inclinarían ante él, lo odiaban aún más. La verdadera naturaleza profética de los sueños incluso se ratifica por el hecho de que se repiten (ver Gén. 41:32). Aunque Jacob reprendió abiertamente a su hijo (Gén. 37:10), conservó este asunto en su mente, meditando sobre su significado y esperando su cumplimiento (Gén. 37:11). La implicación es que, quizás, en el fondo pensaba que, a fin de cuentas, podría haber algo en estos sueños. Tenía razón, por más que no lo supiera en ese momento.

Lee Mateo 20:26 y 27. ¿Qué principio crucial se revela aquí, y cómo podemos aprender a manifestar en nuestra propia vida lo que enseña?

 

Ir ArribaLunes 6 de junio: El ataque a José

Por más horribles que parezcan los acontecimientos que ocurrieron a continuación, no son difíciles de comprender. Estar tan cerca de alguien a quien odias, e incluso tener que relacionarte con él, inevitablemente, tarde o temprano, solo acarrea problemas.

Y así fue.

Lee Génesis 37:12 al 36. ¿Qué nos enseña esto acerca de lo peligroso y malvado que puede ser el corazón no regenerado y lo que nos puede llevar a hacer a cualquiera de nosotros?

Los hermanos odiaban a José porque estaban celosos del favor de Dios (Hech. 7:9), un favor que se confirmará en cada paso del siguiente curso de los acontecimientos. Cuando José se extravía, un hombre lo encuentra y lo guía (Gén. 37:15). Cuando los hermanos de José planean matarlo, Rubén interviene y sugiere que, en vez de eso, lo arrojen a un pozo (Gén. 37:20-22).

Es difícil imaginar el tipo de odio que se expresa aquí, especialmente hacia alguien de su propia casa. ¿Cómo pudieron estos jóvenes haber hecho algo tan cruel? ¿No pensaron, ni siquiera por un momento, en cómo esto afectaría a su padre? Por más que hubiesen albergado resentimiento hacia su padre porque favorecía a José, hacerle esto a uno de sus hijos era verdaderamente despreciable. Qué poderosa manifestación de cuán malvados pueden ser los seres humanos.

“Pero algunos de ellos [los hermanos] estaban inquietos; no sent&icacute;an la satisfacción que hab&icacute;an esperado de su venganza. Pronto vieron acercarse a una compañ&icacute;a de viajeros. Eran ismaelitas procedentes del otro lado del Jordán, que con especias y otras mercanc&icacute;as se dirig&icacute;an a Egipto. Entonces Judá propuso vender a su hermano a esos mercaderes paganos, en vez de dejarlo all&icacute; para que muriera. Al obrar as&icacute; lo apartar&icacute;an de su camino, y no se manchar&icacute;an con su sangre” (PP 212).

Después de arrojarlo al pozo, proyectando matarlo más tarde, pasa una caravana, y Judá les propone a sus hermanos venderles a José (Gén. 37:26, 27). Después de que José es vendido a los madianitas (Gén. 37:28), los madianitas lo venden a alguien en Egipto (Gén. 37:36), anticipando así su gloria futura.

¿Por qué es tan importante buscar el poder de Dios para cambiar los malos rasgos de carácter, antes de que puedan manifestarse en algunos actos que nunca te imaginarías haciendo en algún momento de tu vida?

 

Ir ArribaMartes 7 de junio: Judá y Tamar

La historia de Tamar no está fuera de lugar aquí. Este incidente sigue cronológicamente a la venta de José en Egipto (Gén. 38:1), y es congruente con el hecho de que Judá acaba de dejar a sus hermanos, lo que indica su desacuerdo con ellos. Además, el pasaje comparte una serie de palabras y temáticas comunes con el capítulo anterior, y transmite la misma lección teológica: un acto de maldad que se convertirá en un hecho positivo vinculado a la salvación.

Lee Génesis 38. Compara el comportamiento de Judá con el de la cananea Tamar. ¿Quién de los dos es más justo y por qué?

Judá encuentra una esposa cananea (Gén. 38:2), con quien tiene tres hijos: Er, Onán y Sela. Judá casó a Er, su primogénito, con la cananea Tamar, para asegurarse una genealogía adecuada. Cuando Dios mata a Er y a Onán debido a su maldad, Judá le promete su último hijo, Sela, a Tamar.

Cuando, después de un tiempo, Judá parece haber olvidado su promesa, mientras va a consolarse después de la muerte de su esposa, Tamar decide hacerse la prostituta para obligarlo a cumplir su promesa. Debido a que Judá no tiene dinero en efectivo para pagarle a la prostituta, a quien no reconoce, promete enviarle más tarde una cabra de su rebaño.

Tamar, por su parte, exige que mientras tanto él le entregue como garantía inmediata de pago el sello, el cordón y el bastón. Tamar queda embarazada de este encuentro único. Cuando más tarde, acusada de hacerse la ramera, le muestra al acusador Judá el sello, el cordón y el bastón, Judá comprende y se disculpa.

El final de esta sórdida historia es el nacimiento de Fares, que significa “traspasar”, quien, como Jacob, nació en segundo lugar y se convirtió en el primero, y en la historia de la salvación se lo menciona como el antepasado de David (Rut 4:18-22), y finalmente de Jesucristo (Mat. 1:3). En cuanto a Tamar, ella es la primera de las cuatro mujeres, seguida de Rahab (Mat. 1:5), Rut (Mat. 1:5, 6) y la esposa de Urías (Mat. 1:6) que precedieron genealógicamente a María, la madre de Jesús (Mat. 1:16).

Una lección que podemos aprender de esta historia: así como Dios salvó a Tamar mediante su gracia, transformando el mal para bien, también salvará a su pueblo mediante la Cruz de Jesús. Y en el caso de José, convertirá los problemas de José en la salvación de Jacob y sus hijos.

 

Ir ArribaMiércoles 8 de junio: José, un esclavo en Egipto

Ahora retomamos el flujo de las historias de José, que habían quedado “interrumpidas” por el incidente con Tamar. José ahora trabaja como esclavo para el “capitán de la guardia”, quien está a cargo de la prisión de los oficiales reales (Gén. 40:3, 4; 41:10-12).

Lee Génesis 39. En vista del ejemplo de José, quien trabajaba como administrador bajo Potifar, ¿cuáles son los factores de semejante éxito?

Casi de inmediato, José se caracteriza por ser un hombre de éxito (Gén. 39:2, 3). Era tan bueno y su amo confiaba tanto en él, que “entregó en su poder todo lo que tenía”, e incluso lo nombró “mayordomo de su casa” (Gen. 39:4).

Sin embargo, el éxito de José no lo corrompe. Cuando la esposa de Potifar lo observa y quiere acostarse con él, José se niega sin ambigüedades y prefiere perder su trabajo y su seguridad en lugar de “cometer tal maldad y pecar así contra Dios” (Gén. 39:9, NVI). La mujer, humillada por la negativa de José, informa falsamente a sus siervos y a su esposo que él quiso abusar de ella. Como resultado, José fue puesto en prisión.

José experimenta aquí lo que todos hemos vivido: la sensación de abandono por parte de Dios; a pesar de que, aun en este momento difícil, “Jehová estaba con José” (Gén. 39:21).
Con el tiempo, el Señor actúa y produce un impacto en la relación de José con el jefe de la cárcel. Aquí también el Señor bendice a José, al igual que en la casa de su amo. Obviamente, es un hombre talentoso, y a pesar de que las circunstancias ahora son aún peores (al fin y al cabo, ¡antes continuaba siendo esclavo!), busca sacar el mejor provecho de ello. Sin embargo, independientemente de sus dones, el texto deja en claro que, en definitiva, únicamente fue Dios quien lo hizo fructificar. “No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba” (Gén. 39:23). ¡Qué importante es que todos los que tienen talento, todos los que tienen “éxito”, recuerden de dónde proviene todo!

Lee Génesis 39:7 al 12. ¿Cómo resistió José los avances de la esposa de Potifar? ¿Por qué José dijo específicamente que hacer lo que ella pedía habría sido un pecado contra Dios? ¿Qué conocimiento demostró sobre la naturaleza del pecado y lo que este es?

 

Ir ArribaJueves 9 de junio: Los sueños de faraón

Lee Génesis 40:1 a 41:36. ¿Qué relación tienen los sueños del faraón con los sueños de los oficiales? ¿Cuál es el significado de este paralelismo?

El carácter providencial de los acontecimientos continúa. Con el tiempo, José queda a cargo de los prisioneros, dos de los cuales resultan ser exoficiales del faraón, un copero y un panadero (Gén. 41:9-11). Ambos están preocupados por un sueño que no pueden entender, porque “no hay quien lo interprete” (Gén. 40:8). José, entonces, interpreta sus respectivos sueños.

A semejanza de los sueños de los dos oficiales, el faraón también tiene dos sueños que nadie puede interpretar (Gén. 41:1-8). En ese momento, el copero recuerda providencialmente a José y se lo recomienda al faraón (Gén. 41:9-13).

Además, a semejanza de los otros sueños, el faraón, como los oficiales, está turbado, y como ellos, revela sus sueños (Gén. 41:14-24), y José los interpreta. Al igual que los sueños de los oficiales, los sueños del faraón muestran paralelismos de símbolos: las dos series de siete vacas (gordas y demacradas) así como las dos series de espigas (gruesas y delgadas), representan dos series de años buenos y malos. Las siete vacas son un paralelo de las siete espigas, y repiten el mismo mensaje; una evidencia de su origen divino, al igual que los sueños de José (Gén. 41:32; comparar con Gén. 37:9).

Aunque José es quien interpretó el sueño al faraón, José se asegura de que el faraón sepa que fue Dios, ’Elohim, quien le mostró al rey las cosas que el Señor iba a hacer (Gén. 41:25, 28). También parece que el faraón entendió el mensaje porque, cuando decidió nombrar a alguien para que estuviera a cargo de la tierra, su argumento fue el siguiente: “Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú” (Gén. 41:39, 40).

Qué fascinante: gracias a Dios, José pasa de gobernar la casa de Potifar a gobernar la prisión, y luego a gobernar todo Egipto. Qué historia tan poderosa acerca de cómo, incluso en medio de circunstancias que parecen terribles, se revelan las providencias de Dios.

¿Cómo podemos aprender a confiar en Dios y aferrarnos a sus promesas cuando los eventos no parecen para nada providenciales y, en efecto, Dios parece callar?

 

Ir ArribaViernes 10 de junio

Para Estudiar y Meditar:

Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “José en Egipto”, pp. 214–224.

“En los primeros tiempos de su vida, al pasar de la juventud a la virilidad, José y Daniel fueron separados de sus hogares y llevados cautivos a pa&icacute;ses paganos. José, especialmente, fue expuesto a las tentaciones que acompañan a los grandes cambios de fortuna. En la casa de su padre fue un niño tiernamente mimado; en la casa de Potifar fue esclavo, y luego confidente y compañero; hombre de negocios, educado mediante el estudio, la observación y el contacto con los hombres; en la cárcel de Faraón fue un preso del Estado, condenado injustamente, que no ten&icacute;a esperanza de vindicación ni perspectiva de libertad; en un momento de gran crisis fue llamado a actuar en el gobierno de la Nación. ¿Qué lo capacitaba para conservar su integridad? [...]

“En su niñez se le hab&icacute;a enseñado a amar y temer a Dios. A menudo se le hab&icacute;a contado, en la tienda de su padre, bajo las estrellas de Siria, la historia de la visión nocturna de Betel, de la escalera entre el cielo y la tierra, de los ángeles que sub&icacute;an y bajaban, y de aquel que se reveló a Jacob desde el trono de lo alto. Se le hab&icacute;a contado la historia del conflicto habido junto al Jaboc, donde, después de renunciar a pecados arraigados, Jacob fue vencedor y recibió el t&icacute;tulo de pr&icacute;ncipe con Dios.

“Mientras era pastorcillo y cuidaba los rebaños de su padre, la vida pura y sencilla de José hab&icacute;a favorecido el desarrollo de las facultades f&icacute;sicas y mentales. Por la comunión con Dios mediante la naturaleza, y el estudio de las grandes verdades transmitidas de padre a hijo, como cometido sagrado, obtuvo fuerza mental y firmeza de principios.

“Cuando se produjo la crisis de su vida, durante el viaje terrible que hizo desde el hogar de su niñez, situado en Canaán, a la esclavitud que lo esperaba en Egipto, al contemplar por última vez las colinas que ocultaban las tiendas de su parentela, José recordó al Dios de su padre. Recordó las lecciones aprendidas en su niñez y su alma se conmovió cuando hizo la resolución de ser fiel, y conducirse siempre como corresponde a un súbdito del Rey del cielo” (Ed 51, 52).

Preguntas para Dialogar:

  1. Compara a José con Daniel y Jesús. ¿Cuáles son los puntos en común? ¿Cómo revelan José y Daniel, a su manera, aspectos de Jesús y de cómo habrá sido Jesús?

  2. En clase, dialoguen sobre la pregunta al final del estudio del jueves. ¿Cómo aprendemos a confiar en Dios cuando las cosas no nos salen tan bien como finalmente ocurrió con José?

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