Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "El Génesis"

Segundo trimestre (abril-junio) de 2022

Lección 1: "La Creación"

Para el 2 de abril de 2022

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 26 de marzo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Salmo 100:1–3; Génesis 1–2; Éxodo 20:8–11; 40:33; Mateo 25:14–30; 19:7–9.

Para Memorizar: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1).

El libro de Génesis y, por lo tanto, la Biblia en general comienza con los actos de creación de Dios. Este hecho es muy importante porque significa que nuestra creación marca el comienzo de la historia humana y la bíblica. Esta verdad también implica que la historia de la Creación del Génesis tiene la misma veracidad histórica que otros acontecimientos de la historia humana y bíblica.

Los dos pasajes de la Creación en Génesis 1 y 2 contienen lecciones sobre Dios y la humanidad. Al estudiar esta semana, comprenderemos mejor el profundo significado del sábado, el día de reposo. Reflexionaremos sobre el acto de Dios de crear a los seres humanos del polvo y a su imagen. Quedaremos cautivados por el propósito del árbol del conocimiento del bien y del mal, y por su conexión con el árbol de la vida.

La lección más importante de las historias bíblicas de los comienzos es sobre la gracia. Nuestra existencia es pura y exclusivamente un acto de gracia. Dios creó los cielos y la Tierra cuando la humanidad aún no estaba presente. Al igual que nuestra creación, nuestra redención es también un regalo de Dios. Y, cuán profundo es que ambos conceptos, Creación y Redención, se encuentren en el mandamiento del sábado.

 

Ir ArribaDomingo 27 de marzo: El Dios de la creación

Lee Salmo 100:1 al 3. ¿Cuál es la respuesta humana al Dios de la Crea ción y por qué?

En Génesis 1, el primer mensaje del relato de la Creación es “Dios”. Ya lo escuchamos en la traducción: “En el principio creó Dios” (Gén. 1:1). En la primera línea (Gén. 1:1), la palabra “Dios” se ubica en el medio del versículo y la destaca el acento más fuerte en el canto litúrgico tradicional, para enfatizar la importancia de Dios. Así que, el texto de la Creación comienza con un énfasis en Dios, el Autor de la Creación.

A decir verdad, el libro del Génesis comienza con dos presentaciones diferentes de Dios. El primer relato de la Creación (Gén. 1:1–2:4) presenta a Dios como infinitamente alejado de la humanidad, el Dios trascendente, Elohim, cuyo nombre habla de la supremacía de Dios. El nombre Elohim denota preemi- nencia y fuerza, y el uso de la forma plural de la palabra Elohim expresa la idea de majestad y trascendencia.

El segundo relato de la Creación (Gén. 2:4-25) presenta a Dios como cercano y personal, el Dios inmanente, YHWH, cuyo nombre muchos creen que denota cercanía y relación. Por ende, el texto de la Creación en su conjunto es un llamado implícito a adorar a Dios; en primer lugar, a ser conscientes de la grandeza y el poder infinitos de Dios, y al mismo tiempo reconocer nuestra dependencia de él porque él nos creó, “y no nosotros a nosotros mismos” (Sal. 100:3). Por eso, muchos de los Salmos a menudo asocian la adoración con la Creación (Sal. 95:1–6; 139:13, 14 [comparar con Apoc. 14:7]).

Esta doble visión de un Dios que es majestuoso y poderoso, y a la vez también es cercano, amoroso y tiene un vínculo con nosotros, contiene un aspecto importante sobre cómo debemos dirigirnos a Dios al adorarlo. El sobrecogimiento y la reverencia van de la mano con el gozo y la seguridad de la proximidad, el perdón y el amor de Dios (ver Sal. 2:11). Incluso la secuencia de las dos presentaciones de Dios es notable: la experiencia de la proximidad de Dios y la intimidad de su presencia viene a continuación de la experiencia de la distancia de Dios. Solo cuando nos hayamos dado cuenta de que Dios es grande, podremos apreciar su gracia y disfrutar, estremecidos, de su maravillosa y amorosa presencia en nuestra vida.

Medita sobre el vasto poder de Dios, que sostiene el cosmos y, no obstante, puede estar tan cerca de cada uno de nosotros. ¿Por qué esta verdad es tan asombrosa?

 

Ir ArribaLunes 28 de marzo: La Creación

Lee Génesis 1:4, 10, 12, 18, 21, 25, 31; y 2:1 al 3. ¿Cuál es el significado del estribillo “era buena/o” en el primer relato de la Creación? ¿Cuál es la lección implícita que alberga el final de la Creación (Gén. 2:1-3)?

A cada paso del relato de la Creación, Dios evalúa su obra como tov, “buena”. Generalmente se entiende que este adjetivo significa que la obra de creación de Dios fue exitosa y que la observación de Dios de que “era buena” significa que “funcionó”. La luz iluminaba (Gén. 1:4). Las plantas daban frutos (Gén. 1:12), y así sucesivamente.

Pero esta palabra se refería a algo más que a la eficiencia de una función. La Biblia también utiliza la palabra hebrea tov para expresar una apreciación estética de algo hermoso (Gén. 24:16). También se usa en contraste con el mal (Gén. 2:9), que se asocia con la muerte (Gén. 2:17).

La frase “era bueno” significa que la Creación estaba funcionando bien, que era hermosa y perfecta, y que no había maldad en ella. El mundo “todavía no era” como nuestro mundo, afectado por el pecado y la muerte, una idea que se destaca en la introducción del segundo relato de la Creación (ver Gén. 2:5).

Esta descripción de la Creación contradice radicalmente las teorías de la evolución, que afirman dogmáticamente que el mundo se fue configurando progresivamente mediante una sucesión de acontecimientos accidentales, aleatorios, partiendo de una condición inferior a una superior.

En contraste, el autor bíblico afirma que Dios creó el mundo en forma intencional y repentina (Gén. 1:1). No hubo nada casual ni azaroso en nada de eso. El mundo no surgió por sí solo, sino solo como resultado de la voluntad y la palabra de Dios (Gén. 1:3). El verbo bará’, “crear”, traducido en Génesis 1 como en el principio “creó” Dios los cielos y la Tierra, aparece solo con Dios como sujeto, y denota brusquedad: Dijo Dios, y fue así.

El texto de la Creación nos informa que “todo” se hizo en aquel entonces (Gén. 1:31), y que el mismo Creador consideró que todo era “bueno en gran manera” (Gén. 1:31). Génesis 1:1 declara el evento en sí, la creación del cielo y la Tierra; y Génesis 2:1 declara que el evento terminó. Y todo se completó, inclu yendo el sábado, en siete días.

¿Por qué la idea de miles de millones de años de evolución anula por completo la historia de la Creación del Génesis? ¿Por qué estas dos posturas son incompatibles en todo sentido?

 

Ir ArribaMartes 29 de marzo: El Sábado

Lee Génesis 2:2 y 3; y Éxodo 20:8 al 11. ¿Por qué el día de reposo se relaciona con la Creación? ¿Cómo afecta esta conexión la forma en que guar damos el sábado?

Precisamente porque “acabó Dios” sus obras de Creación, instituyó el sábado. Por lo tanto, el sábado es la expresión de nuestra fe en que Dios terminó su obra en ese momento, y que la consideró “buena en gran manera”. Guardar el sábado es unirnos a Dios en el reconocimiento del valor y la belleza de su Creación.

Nosotros podemos descansar de nuestras obras así como Dios descansó de las suyas. Guardar el sábado significa decir sí a la Creación “buena en gran manera” de Dios, que incluye nuestro cuerpo físico. Contrariamente a algunas creencias antiguas (y modernas), no hay nada en las Escrituras –ni el Antiguo Testamento ni el Nuevo Testamento– que denigre el cuerpo como malo. Ese es un concepto pagano, no bíblico. Al contrario, los que guardan el sábado están agradecidos por la Creación de Dios, que incluye su carne, y por eso pueden disfrutar de la Creación y la cuidan.

El sábado, que marca el primer “fin” de la historia de la humanidad, es también una señal de esperanza para la humanidad sufriente y para el mundo que gime. Es interesante que la frase “acabó la obra” reaparezca al final de la construcción del Santuario (Éxo. 40:33), y nuevamente al final de la construcción del Templo de Salomón (1 Rey. 7:40, 51); ambos eran lugares donde se enseñaba la lección del evangelio y la salvación.

Después de la Caída, el sábado, al final de la semana, señala el milagro de la salvación, que tendrá lugar únicamente mediante el milagro de una nueva Creación (Isa. 65:17; Apoc. 21:1). El sábado es una señal, al final de nuestra semana humana, de que el sufrimiento y las pruebas de este mundo también terminarán. Por eso Jesús eligió el sábado como el día más apropiado para sanar a los enfermos (Luc. 13:13-16). Contrariamente a las tradiciones a las que los dirigentes se aferraban, mediante las sanaciones sabáticas Jesús le hizo ver al pueblo, y a nosotros, el momento en que todo dolor, todo sufrimiento, toda muerte, habrá terminado, que es la conclusión definitiva del proceso de salvación. Por lo tanto,
cada sábado nos señala la esperanza de la Redención.

Al descansar en el día de reposo, ¿cómo experimentamos el descanso y la salvación que tenemos en Jesús ahora y que, en última instancia, se cumplirá en la creación del cielo nuevo y la Tierra Nueva?

 

Ir ArribaMiércoles 30 de marzo: La creación de la humanidad

La creación de la humanidad es el último acto de creación de Dios, al menos en el relato del Génesis. Los seres humanos son la culminación de toda la Creación terrenal, el propósito para el cual fue hecha la Tierra.

Lee Génesis 1:26 al 29; y 2:7. ¿Cuál es la conexión entre estas dos versiones diferentes respecto de la creación de la humanidad?

Una de las declaraciones más audaces de la Biblia es que Dios ha creado a los seres humanos a su imagen. Solamente los seres humanos fueron creados a imagen de Dios. Aunque “hizo Dios animales de la tierra según su género” (Gén. 1:25), “creó Dios al hombre a su imagen” (Gén. 1:27). Esta fórmula a menudo se ha limitado a la naturaleza espiritual de los seres humanos, que se interpreta en el sentido de que la “imagen de Dios” significa solo la función administrativa de representar a Dios, o la función espiritual de la relación con Dios o de unos con otros.

Si bien estas interpretaciones son correctas, no incluyen la importante realidad física de esta creación. Por cierto, ambas dimensiones están incluidas en las dos palabras, “imagen” y “semejanza”, que describen este proceso en Génesis 1:26. Mientras que la palabra hebrea tsélem, “imagen”, se refiere a la forma con- creta del cuerpo físico, la palabra demut, “semejanza”, se refiere a cualidades abstractas que son comparables con la Persona divina.
Por lo tanto, la noción hebrea de la “imagen de Dios” debe entenderse en el sentido integral de la visión bíblica de la naturaleza humana. El texto bíblico afirma que los seres humanos (hombres y mujeres) fueron creados a imagen de Dios tanto física como espiritualmente.

Como comenta claramente Elena de White: “Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturaleza física, mental y espiritual la semejanza de su Hacedor” (Ed 15).

De hecho, esta interpretación integral de la imagen de Dios, incluido el cuerpo físico, se reafirma en el otro relato de la Creación, que dice que “fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7); literalmente, “un alma viviente” (néfesh), como resultado de dos intervenciones divinas: Dios “formó” y Dios “sopló”. Fíjate que el “aliento” a menudo hace referencia a la dimensión espiritual, pero también está estrechamente relacionado con la capacidad biológica de respirar, la dimensión del hombre que fue “form[ada ...] del polvo de la tierra”. Es el “soplo de vida” (RVA); es decir, soplo (espiritual) y vida (física).

Luego Dios llevará a cabo una tercera intervención, esta vez para crear a la mujer del cuerpo del hombre (Gén. 2:21, 22), una forma de enfatizar que ella es de la misma naturaleza que el hombre.

 

Ir ArribaJueves 31 de marzo: El deber de la humanidad

En cuanto Dios creó al primer hombre, le ofreció tres regalos: el Jardín del Edén (Gén. 2:8), alimento (Gén. 2:16) y la mujer (Gén. 2:22).

Lee Génesis 2:15 al 17. ¿Cuál es el deber del hombre hacia la Creación y hacia Dios? ¿Cómo se relacionan estos dos deberes entre sí?

El primer deber del hombre se refiere al medio ambiente natural en el que Dios lo ha puesto: “cultivar[lo] y cuidar[lo]” (Gén. 2:15, NVI). El verbo ‘avad, “cultivar”, alude al trabajo. No es suficiente recibir un regalo. Tenemos que trabajar en él y hacerlo fructífero, una lección que Jesús repetirá en su parábola de los talentos (Mat. 25:14-30). El verbo shamar, “cuidar”, implica la responsabilidad de preservar lo recibido.

El segundo deber se refiere al alimento. Debemos recordar que Dios se lo dio a la humanidad (ver Gén. 1:29). Dios también le dijo: “Puedes comer libremente” (Gén. 2:16, NTV). Los seres humanos no crearon los árboles ni la comida que hay en ellos. Fueron un regalo, un regalo misericordioso.

Pero aquí también hay un mandamiento: debían recibir y disfrutar del generoso regalo de Dios “de todo árbol”. Sin embargo, como parte de esta gracia, Dios agrega una restricción. No deben comer de un árbol en concreto. Disfrutar sin ninguna restricción te conducirá a la muerte. Este principio estuvo desde el mismo Jardín del Edén y, en cierto sentido, ese mismo principio existe hoy. El tercer deber del hombre concierne a la mujer, el tercer regalo de Dios: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer” (Gén. 2:24). Esta declaración extraordinaria es una expresión poderosa que resalta la res ponsabilidad humana hacia el pacto conyugal y el propósito de ser “una sola carne”; es decir, una sola persona (comparar con Mat. 19:7-9).

La razón por la que es el hombre (y no la mujer) quien debería dejar a sus padres puede tener que ver con el uso genérico bíblico del masculino; por eso, el mandato quizá se aplique también a la mujer. De todos modos, el vínculo del matrimonio, aunque es un regalo de Dios, conlleva una responsabilidad humana una vez que se ha recibido el regalo, una responsabilidad que deben cumplir fielmente tanto el hombre como la mujer.

Piensa en todo lo que Dios te dio. ¿Cuáles son tus responsabilidades con lo que recibiste?

 

Ir ArribaViernes 1 de abril

Para Estudiar y Meditar:

Lee Elena de White, Laeducación, “La ciencia y la Biblia”, pp. 125-131; Lahistoriadelaredención, “La Creación”, pp. 22-25.

“Puesto que el libro de la naturaleza y el de la Revelación llevan el sello de la misma Mente maestra, no pueden sino hablar en armonía. Con diferentes métodos y lenguajes, dan testimonio de las mismas grandes verdades. La ciencia descubre siempre nuevas maravillas, pero en su investigación no obtiene nada que, correctamente comprendido, discrepe con la revelación divina. El libro de la naturaleza y la Palabra escrita se alumbran mutuamente. Nos familiarizan con Dios al enseñarnos algo de las leyes por medio de las cuales él obra.

“Sin embargo, algunas deducciones erróneas de fenómenos observados en la naturaleza han hecho suponer que existe un conflicto entre la ciencia y la Revelación y, en los esfuerzos realizados para restaurar la armonía entre ambas, se han adoptado interpretaciones de las Escrituras que minan y des- truyen la fuerza de la Palabra de Dios. Se ha creído que la geología contradice la interpretación literal del relato mosaico de la Creación. Se pretende que se requirieron millones de años para que la Tierra evolucionara a partir del caos y, a fin de acomodar la Biblia a esta supuesta revelación de la ciencia, se supone que los días de la Creación han sido vastos e indefinidos períodos que abarcan miles y hasta millones de años.
“Semejante conclusión es enteramente innecesaria. El relato bíblico está en armonía consigo mismo y con la enseñanza de la naturaleza” (Ed 128, 129).

Preguntas para Dialogar:

  1. ¿Por qué se vería afectada la calidad de nuestra fe si creyéramos que estas historias de los inicios fueran leyendas, “mitos” inventados básicamente para instruirnos en lecciones espirituales pero sin veracidad histórica?

    ¿Qué evidencias del texto bíblico sugieren que el autor bíblico sabía que eran “históricas”, al igual que el resto de las historias del libro de Génesis? ¿Cuál es el testimonio de Jesús sobre la verdad histórica de estas historias?

  2. ¿Qué nos enseña la historia del Génesis sobre la importancia de la mayordomía de la Tierra? ¿Cómo podemos ser buenos administradores de nuestro planeta y, al mismo tiempo, evitar el peligro de adorar a la Creación misma, en oposición al Creador, que es una tentación muy real? (Ver Rom. 1:25.)

  3. A pesar de los estragos del pecado a lo largo de los milenios, ¿de qué manera se nos siguen manifestando la maravilla, la belleza y la majestad originales de la Creación “buena en gran manera”, y nos hablan de mane ra poderosa de la bondad y el poder de Dios?

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