Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "El Génesis"

Segundo trimestre (abril-junio) de 2022

Lección 7: "El pacto con Abraham"

Para el 14 de mayo de 2022

Sábado | Domingo | Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes

 

Ir ArribaSábado 7 de mayo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Génesis 15–19:29; Romanos 4:3, 4, 9, 22; Gálatas 4:21–31; Romanos 4:11; 9:9; Amós 4:11.

Para Memorizar: “Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (Gén. 15:2).

Con Génesis 15, llegamos al momento decisivo en que Dios formaliza su pacto con Abraham. El pacto abrahámico es el segundo pacto, después del pacto con Noé.

Al igual que el pacto con Noé, el pacto con Abraham atañe a otras naciones también porque, en última instancia, el pacto con Abraham es parte del pacto eterno que se ofrece a toda la humanidad (Gén. 17:7; Heb. 13:20).

Este episodio de la vida de Abraham está lleno de temor y risas. Abram tiene miedo (Gén. 15:1), al igual que Sara (Gén. 18:15) y Agar (Gén. 21:17). Abram se ríe (Gén. 17:17); Sara (Gén. 18:12) e Ismael también (Gén. 21:9 connota risa burlona). Estos capítulos resuenan con la sensibilidad y la calidez humanas. A Abram le apasiona la salvación de los malvados sodomitas; se preocupa por Sara, Agar y Lot; y es hospitalario con los tres extranjeros (Gén. 18:6).

Es en ese contexto que Abram, cuyo nombre implica nobleza y respetabilidad, cambiará su nombre a Abraham, que significa “Padre de muchedumbre de gentes” (Gén. 17:5). Por lo tanto, aquí vemos más indicios de la naturaleza universal de lo que Dios planea hacer mediante su pacto con Abraham.

 

Ir ArribaDomingo 8 de mayo: La fe de Abraham

Lee Génesis 15:1 al 21; y Romanos 4:3, 4, 9 y 22. ¿Cómo revela Abram lo que significa vivir por fe? ¿Cuál es el significado del sacrificio que Dios le pidió a Abram que realizara?

La primera respuesta de Dios a la preocupación de Abram por un heredero (Gén. 15:1-3) es que tendrá un hijo “que saldrá de [s]us entrañas” (Gén. 15:4, RVA). El profeta Natán usa el mismo lenguaje para referirse a la simiente del futuro rey mesiánico (2 Sam. 7:12). Abram se tranquilizó y “creyó a Jehová” (Gén. 15:6), porque entendió que el cumplimiento de la promesa de Dios no dependía de su propia justicia sino de la justicia de Dios (Gén. 15:6; comparar con Rom. 4:5, 6).

Este concepto es extraordinario, especialmente en aquella cultura. En la religión de los antiguos egipcios, por ejemplo, el juicio se evaluaba sobre la base de sopesar las obras humanas de justicia de una persona contra la justicia de la diosa Maat, que representaba la justicia divina. En resumen, la gente tenía que ganarse la “salvación”.

Entonces Dios instituye una ceremonia sacrificial que efectuará Abram. Básicamente, el sacrificio señala a la muerte de Cristo por nuestros pecados. Los seres humanos se salvan por la gracia, el don de la justicia de Dios, simbolizado por estos sacrificios. Pero esta ceremonia en particular transmite mensajes específicos para Abram. El acecho de las aves de rapiña sobre los animales del sacrificio (Gén. 15:9-11) significa que los descendientes de Abram sufrirán esclavitud por un período de “cuatrocientos años” (Gén. 15:13), o cuatro generaciones (Gén. 15:16). Luego, en la cuarta generación, los descendientes de Abram “volverán acá” (Gén. 15:16).

La última escena de la ceremonia sacrificial es dramática: “una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos” (Gén. 15:17). Esta maravilla extraordinaria representa el compromiso de Dios de cumplir la promesa del pacto de dar tierras a los descendientes de Abram (Gén. 15:18).

Los límites de esta Tierra Prometida, “desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates” (Gén. 15:18) nos recuerdan los límites del Jardín del Edén (comparar con Gén. 2:13, 14). Por lo tanto, esta profecía abarca más que solo el Éxodo y una patria para Israel. En el horizonte lejano de esta profecía, cuando los descendientes de Abraham tomarán el país de Canaán, se vislumbra la idea de la salvación del pueblo de Dios en el tiempo del fin, que regresará al Jardín del Edén.

¿Cómo podemos aprender a mantenernos centrados en Cristo y su justicia como nuestra única esperanza de salvación? ¿Qué sucede si intentamos comenzar a hacer recuento de nuestras buenas obras?

 

Ir ArribaLunes 9 de mayo: Las dudas de Abraham

Lee Génesis 16:1 al 16. ¿Qué relevancia tiene la decisión de Abram de llegarse a Agar, a pesar de la promesa que Dios le hiciera? Estas dos mujeres, ¿cómo representan dos actitudes de fe (Gál. 4:21–31)?

Cuando Abram dudó (Gén. 15:2), Dios le aseguró sin ambigüedades que tendría un hijo. Ahora, diez años después, Abram todavía sigue sin hijos. Incluso después de la última poderosa profecía de Dios, Abram parece haber perdido la fe: ya no cree que le será posible tener un hijo con Sarai. Sarai, desesperanzada, toma la iniciativa y lo insta a recurrir a una práctica común de esa época en el antiguo Cercano Oriente: tomar una sustituta. Agar, la sierva de Sarai, es elegida para este servicio. El sistema da resultado. Irónicamente, esta estrategia humana parecía más eficaz que la fe en las promesas de Dios.

El pasaje que describe la relación de Sarai con Abram se asemeja a la historia de Adán y Eva en el Jardín del Edén. Los dos textos comparten una serie de motivos en común (Sarai, como Eva, es activa; Abram, como Adán, es pasivo) y comparten verbos y frases comunes (“escuchar la voz”, “tomar” y “dar”). Este paralelismo entre las dos historias implica la desaprobación de Dios de esta manera de actuar.

El apóstol Pablo alude a esta historia para expresar su punto de vista sobre las obras y la gracia (Gál. 4:23-26). En ambos relatos, el resultado es el mismo: la recompensa inmediata del obrar humano al margen de la voluntad de Dios conduce a problemas futuros. Fíjate que Dios está ausente durante todo el curso de la acción. Sarai habla de Dios pero nunca le habla a él; ni Dios les habla a ninguno de ellos. Esta ausencia de Dios es llamativa, especialmente después de la intensa presencia de Dios en el capítulo anterior.

Entonces Dios se aparece a Agar, pero solo después de que ella deja la casa de Abram. Esta aparición inesperada revela la presencia de Dios a pesar del esfuerzo humano de actuar sin él. La referencia al “ángel de Jehová” (Gén. 16:7) es un título que a menudo se identifica con Jehová, YHWH (ver Gén. 18:1, 13, 22). Esta vez es Dios quien toma la iniciativa y anuncia a Agar que dará a luz a un hijo, Ismael, cuyo nombre significa “Dios oye” (Gén. 16:11).

Irónicamente, la historia, que termina con la idea de escuchar (shamá‘), se hace eco de la escucha del comienzo de la historia, cuando Abram “escuchó” (shamá‘) la voz de Sarai (Gén. 16:2, LBLA).

¿Por qué es tan fácil que nosotros cometamos el mismo tipo de error que Abram?

 

Ir ArribaMartes 10 de mayo: La señal del pacto abrahámico

Lee Génesis 17:1 al 19; y Romanos 4:11. ¿Cuál es el significado espiritual y profético del rito de la circuncisión?

La falta de fe de Abram, como vimos en la historia anterior (Gén. 16), interrumpió el flujo de la experiencia espiritual de Abram con Dios. Durante ese tiempo, Dios guardó silencio. Por primera vez, ahora Dios le vuelve a hablar a Abram. Dios se vuelve a conectar con Abram y lo lleva de regreso al punto en el que hizo un pacto con él (Gén. 15:18).

Sin embargo, ahora Dios le da la señal de ese pacto. Durante mucho tiempo los eruditos han discutido el significado de la circuncisión, pero debido a que el rito de la circuncisión implica el derramamiento de sangre (ver Éxo. 4:25), podría entenderse en el contexto del sacrificio, lo que significa que se le imputaba la justicia (comparar con Rom. 4:11).

También es importante que este pacto, representado por la circuncisión, se describa en términos que apuntan a la primera profecía mesiánica (comparar Gén. 17:7 con 3:15). El paralelismo entre los dos textos sugiere que la promesa de Dios a Abram se refiere a más que solo el nacimiento físico de un pueblo; contiene la promesa espiritual de salvación para todos los pueblos de la Tierra. Y la promesa del “pacto perpetuo” (Gén. 17:7) se refiere a la obra de la simiente mesiánica, el sacrificio de Cristo que garantiza la vida eterna para todos los que la reclaman con fe y todo lo que la fe implica (comparar con Rom. 6:23; y Tito 1:2).

Cabe destacar que esta promesa de un futuro eterno está comprendida en el cambio de nombre de Abram y Sarai. Los nombres de Abram y Sarai se referían solo a su estado presente: Abram significa “padre exaltado” y Sarai significa “mi princesa” (la princesa de Abram). El cambio de nombre a “Abraham” y “Sara” se refería al futuro: Abraham significa “padre de muchas naciones” y Sara significa “la princesa” (para todos). Al mismo tiempo, con cierta ironía, el nombre de Isaac (“se reirá”) es un recordatorio de la risa de Abraham (la primera risa registrada en las Escrituras, Gén. 17:17); es una risa de escepticismo, o tal vez de asombro. De cualquier manera, aunque creía en lo que el Señor claramente le había prometido, Abraham todavía luchaba por experimentarlo con fe y confianza.

¿Cómo podemos aprender a seguir creyendo incluso cuando, a veces, luchamos con esa creencia, como lo hizo Abraham? ¿Por qué es importante que no nos demos por vencidos, a pesar de los momentos de duda?

 

Ir ArribaMiércoles 11 de mayo: El hijo de la promesa

La última escena de la circuncisión abarcó a todos: no solo Ismael, sino además todos los varones de la casa de Abraham se circuncidaron (Gén. 17:23-27). La palabra kol, “todos”, “todo”, se repite cuatro veces (Gén. 17:23, 27). Es en este contexto inclusivo que Dios se le aparece a Abraham para confirmar la promesa de un hijo, “Isaac”.

Lee Génesis 18:1 al 15; y Romanos 9:9. ¿Qué lecciones de hospitalidad aprendemos de la recepción de Abraham a sus visitantes? ¿Cómo explicas la respuesta de Dios a la hospitalidad de Abraham?

No está claro si Abraham sabía quiénes eran estos desconocidos (Heb. 13:2), aunque actuó con ellos como si Dios mismo estuviera entre ellos. Estaba sentado “a la puerta de su tienda en el calor del día” (Gén. 18:1), y debido a que es raro recibir visitas en el desierto, probablemente le dieron ganas de reunirse con ellos. Abraham salió corriendo en dirección a los hombres (Gén. 18:2), aunque tenía 99 años. Llamó a una de estas personas Adonai, “mi SEÑOR” (Gén. 18:3, NVI, NTV), un título que se usa a menudo para Dios (Gén. 20:4; Éxo. 15:17). Se dio prisa en la preparación de la comida (Gén. 18:6, 7). Se quedó de pie junto a ellos, atento a sus necesidades y listo para servirlos (Gén. 18:8).

El comportamiento de Abraham hacia los extraños celestiales se convertirá en un inspirador modelo de hospitalidad (Heb. 13:2). Por cierto, la actitud de reverencia de Abraham transmite una filosofía de hospitalidad. Mostrar respeto y cuidado hacia los desconocidos no es solo un bonito gesto de cortesía. La Biblia enfatiza que es un deber religioso, como si estuviera dirigido a Dios mismo (comparar con Mat. 25:35-40). Irónicamente, Dios se identifica más con el extranjero hambriento y necesitado que con el generoso que lo recibe.

Por otro lado, la intrusión divina en la esfera humana denota su gracia y amor hacia la humanidad. Esta aparición de Dios anticipa a Cristo, quien dejó su hogar celestial y se convirtió en un siervo humano para alcanzar a la humanidad (Fil. 2:7, 8). La aparición de Dios aquí es una evidencia de la certeza de su promesa (Gén. 18:10). El Señor ve a Sara, que se esconde “detrás de él” (Gén. 18:10), y conoce sus pensamientos más íntimos (Gén. 18:12). Él sabe que ella se rió, y la palabra “reír” es su última palabra. El escepticismo de ella pasa a ser el lugar donde él cumplirá su palabra.

Reflexiona sobre la idea de que “Dios se identifica más con el extranjero hambriento y necesitado que con el generoso que lo recibe”. ¿Por qué es tan importante que recordemos este concepto?

 

Ir ArribaJueves 12 de mayo: Lot en Sodoma

Lee Génesis 18:16 a 19:29. ¿Cómo afecta el ministerio profético de Abraham su responsabilidad para con Lot?

Dios acaba de reconfirmar a Abraham la promesa de un hijo. Sin embargo, en vez de disfrutar de la buena noticia, introduce a Dios en una discusión apasionada sobre el destino de Lot en Sodoma. Abraham no es solo un profeta a quien Dios revela su voluntad; también es un profeta que intercede a favor de los malvados. La frase hebrea “estaba aún delante de Jehová” (Gén. 18:22) es una expresión idiomática que significa orar.

De hecho, Abraham desafía a Dios y negocia con él para salvar a Sodoma, donde reside su sobrino. Luego de descontar de cincuenta a diez, Dios responde que habría salvado al pueblo de Sodoma si solo diez sodomitas hubieran sido justos.

Por supuesto, al leer la historia de lo que sucedió cuando los dos ángeles fueron a Lot para advertirle de lo que vendría (Gén. 19:1-10), podemos ver cuán enferma y malvada se había vuelto la gente. Verdaderamente era un lugar perverso, al igual que muchas de las naciones circundantes; una de las razones por las que, finalmente, fueron expulsados ​​de la tierra (ver Gén. 15:16).

“Y ahora se acercaba la última noche de Sodoma. Las nubes de la venganza ya proyectaban sus sombras sobre la ciudad condenada. Pero los hombres no las percibieron. Mientras se acercaban los ángeles con su misión destructora, los hombres soñaban con prosperidad y placer. El último d&icacute;a fue como todos los demás que hab&icacute;an llegado y desaparecido. La noche se cerró sobre una escena de encanto y seguridad. Los rayos del sol poniente inundaron un panorama de incomparable belleza. La frescura del atardecer hab&icacute;a atra&icacute;do fuera de las casas a los habitantes de la ciudad, y las multitudes amantes del placer se paseaban de aqu&icacute; para allá gozando de ese momento” (PP 154).

Al final, Dios solo salvó a Lot, su esposa y sus dos hijas (Gén. 19:15); ni la mitad del mínimo de diez. Los yernos, que no se tomaron en serio la advertencia de Lot, se quedaron en la ciudad (Gén. 19:14).

Por lo tanto, ese hermoso país fue destruido. El verbo hebreo hafaj, “destruyó”, aparece varias veces en este pasaje (Gén. 19:21, 25, 29) y caracteriza la destrucción de Sodoma (Deut. 29:23; Amós 4:11). La idea es que el país se ha “revertido”. Así como el Diluvio “revirtió” la Creación original (Gén. 6:7), la destrucción de Sodoma es una “reversión” del Jardín del Edén (Gén. 13:10). En la destrucción de Sodoma, también se nos da un precursor de la destrucción que ocurrirá durante el tiempo del fin (ver Jud. 7).

 

Ir ArribaViernes 13 de mayo

Para Estudiar y Meditar:

Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “La ley y los dos pactos”, pp. 378-390.

La súplica paciente y tenaz de Abraham a Dios en nombre del pueblo de Sodoma (Gén. 18:22-33) debería animarnos a orar por los impíos, aunque parezcan estar en una condición pecaminosa sin esperanza. Además, la atenta respuesta de Dios a la insistencia de Abraham y su disposición a perdonar por el bien de solo “diez” hombres justos, es un concepto “revolucionario”, como lo señaló Gerhard Hasel:

“De una manera extremadamente revolucionaria, el antiguo pensamiento colectivo, que castigaba al miembro inocente por complicidad, se ha traspuesto a algo nuevo: la presencia de un remanente de justos podría tener una función protectora para el conjunto. [...] Por amor al remanente justo, Yahvéh en su justicia [tsedaqá] perdonará a la ciudad impía. Esta noción se expande ampliamente en la declaración profética del Siervo de Yahvéh que obra la salvación ‘por muchos’ ” (G. F. Hasel, The Remnant: The History and Theology of the Remnant Idea From Genesis to Isaiah, pp. 150, 151).

“En derredor nuestro hay almas que van hacia una ruina tan desesperada y terrible como la que sobrevino a Sodoma. Cada d&icacute;a termina el tiempo de gracia para algunos. Cada hora, algunos pasan más allá del alcance de la misericordia. ¿Y dónde están las voces de amonestación y súplica que induzcan a los pecadores a huir de esta pavorosa condenación? ¿Dónde están las manos extendidas para sacar a los pecadores de la muerte? ¿Dónde están los que con humildad y fe perseverante ruegan a Dios por ellos?

“El esp&icacute;ritu de Abraham fue el esp&icacute;ritu de Cristo. El mismo Hijo de Dios es el gran Intercesor en favor del pecador. Quien pagó el precio de su redención conoce el valor del ser humano” (PP 135).

Preguntas para Dialogar:

  1. Solo el arco iris y la circuncisión se denominan “señal del pacto”. ¿Cuáles son los puntos comunes y las diferencias entre los dos pactos?

  2. Aunque Dios lo llamó, y aunque el Nuevo Testamento a menudo lo pone como ejemplo de lo que significa vivir por fe, Abraham a veces flaqueó. ¿Qué lecciones debemos aprender de su ejemplo y cuáles no?

  3. Algunos argumentan en contra de la idea de que Dios castigará a los perdidos, diciendo que este acto iría en contra del amor de Dios. Nosotros, que creemos que Dios efectivamente castigará a los perdidos, ¿cómo respondemos al argumento de que él no los castigará?

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