Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "El Génesis"

Edición para maestros. Segundo trimestre (abril-junio) de 2022

Lección 13: "Israel en Egipto"

Para el 25 de junio de 2022

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

Texto Clave: Génesis 47:27.

Enfoque del estudio: Génesis 46-50; Hechos 3:25, 26.

Introducción:

Esta última parte del libro del Génesis nos lleva al final del período patriarcal con la muerte de Jacob y de José. Todo el clan de Jacob ahora está exiliado en Egipto. Las últimas palabras del libro son “un ataúd en Egipto”. La historia de la salvación, al parecer, no tiene un final feliz. Sin embargo, esta es la parte del libro que está más teñida de esperanza. El perfil de Israel como pueblo de Dios se vislumbra en el horizonte. El portentoso número “setenta” que constituye la casa de Jacob (Gén. 46:27) alerta al lector sobre el destino espiritual de este pueblo. Jacob bendice a sus hijos (Gén. 49:1–28) y predice el futuro de lo que serán las doce tribus de Israel y la futura venida del Mesías, quien salvará a Israel y a las naciones (Gén. 49:10–12). Las últimas palabras del libro que expresan muerte son, en realidad, palabras que apuntan al futuro Redentor: anticipan el regreso a la Tierra Prometida en términos que reflejan las primeras palabras del Génesis, al presentar el suceso de la Creación y la instauración del Jardín del Edén. El principio teológico subyacente es que Dios convierte el mal en bien (Gén. 50:20). Esta es la lección que José comparte con sus hermanos para consolarlos y tranquilizarlos (Gén. 50:21), y para abrirles los ojos a la salvación de Dios para el mundo, que es lo más importante (Gén. 50:20).

 

Ir Arriba COMENTARIO

La bendición de Jacob

Después de haber reunido a sus hijos (Gén. 49:1, 2), Jacob los bendice uno tras otro, por orden de nacimiento, desde Rubén, el mayor, hasta Benjamín, el menor (Gén. 49:3-27). Por cierto, estas bendiciones son profecías que predicen el futuro (Gén. 49:1). Las palabras hebreas be’ajarit haiamim, “en los postreros días” (Gén. 49:1, RVA), son una expresión técnica que a menudo se refiere a la venida del Rey mesiánico y la salvación escatológica (Isa. 2:2; Dan. 10:14). Por lo tanto, el texto de la bendición de Jacob, a medida que avanza desde su primer hijo, Rubén, hasta el último, Benjamín, está imbuido de la tensión profético-escatológica.

Esta es la tercera vez en el libro de Génesis que se destina una bendición a un grupo de personas. La primera bendición colectiva es la bendición de Dios para Adán y Eva (Gén. 1:28). La segunda es la bendición de Noé a sus tres hijos (Gén. 9:24-27). La bendición de Jacob se relaciona más con la bendición de Noé, en el sentido de que ambas son bendiciones paternales e incluso hay maldiciones; y ambas contienen profecías específicas que revelan el destino futuro de los hijos. Ambas bendiciones aparecen al comienzo de una nueva era y ambas marcan los primeros pasos de una nueva carrera. Por lo tanto, la bendición de Israel tiene un alcance universal. Las bendiciones concluyen con la referencia a “las doce tribus de Israel” (Gén. 49:28). Esta es la primera mención bíblica a las “doce tribus”. Sin lugar a dudas, el destino futuro de todo Israel, con sus fracasos y éxitos, está a la vista (comparar con Gén. 49:1).

La venida del Mesías

Las palabras que se utilizan (“cetro”, “legislador”) indican que es un rey, y no una tribu, el objeto de la profecía. Este versículo, Génesis 49:10, también se refleja en la profecía de Balaam (Núm. 24:17). En la profecía de Balaam, la estrella de Jacob corresponde al león de Judá en la profecía de Jacob. Además, nuestro pasaje introduce un elemento temporal en ese gobierno (Gén. 49:10). La venida del Mesías se sitúa en la historia de Israel. Sin embargo, la conjunción adverbial ‘ad ki, “hasta”, en la frase “hasta que venga Siloh” significa más que un simple punto de llegada. El hebreo ‘ad ki no se refiere necesariamente a un final, sino a un cumplimiento o a un punto culminante, ya que expresa un superlativo (Gén. 26:13; 41:19). Esto significa que la realeza de Judá alcanzará su clímax con la llegada de Siloh. La dimensión universal de esta persona se aclara en las siguientes palabras: “A él sea dada la obediencia de los pueblos” (Gén. 49:10, LBLA). Fíjate que la palabra pueblos está en plural en el texto hebreo ('amim).

El alcance universal de este gobernante al que los “pueblos” deben obediencia sugiere una figura de dimensión mesiánica y sobrenatural. La palabra Siloh es el nombre de una persona, como lo indica su paralelismo con el nombre de Judá. La palabra hebrea guarda relación con las palabras shalvá o shalom, “paz”, ya que ambas son sinónimas (Sal. 122:7). Esta interpretación está avalada en las fuentes cristianas y judías más antiguas y tiene el mérito de ajustarse al contexto de nuestro pasaje (Gén. 49:11), que asocia la venida de este gobernante con el Reinado de paz (comparar con Isa. 9:5, 6; Miq. 5:5 [4]; Efe. 2:14). Los dos últimos versículos de la bendición de Jacob a Judá (Gén. 49:11, 12) describen el carácter y la misión del Mesías. La palabra hebrea para “asno” se refiere generalmente al burro que se usa para montar (Juec. 10:4). El asno despierta paz y humildad (en contraste con el caballo, que evoca guerra y arrogancia [Prov. 21:31]). Zacarías utiliza la misma asociación de realeza y humildad para describir al rey davídico “humilde”, que montará sobre un asno (Zac. 9:9) y reinará sobre todo el mundo, “de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra” (Zac. 9:10). Esta imagen nos recuerda a Salomón, quien monta la mula de su padre para indicar que él es el ungido, el verdadero heredero del trono davídico (1 Rey. 1:38-48). Del mismo modo, la acción de Jesús de “desatar” el burro y montarlo remeda esa tradición (Mar. 11:2-11).

Las otras imágenes de “vino” y “leche” y sus respectivos colores ojos/rojos y dientes/blancos evocan la abundancia de vida y la paz y seguridad que llenará la Tierra Prometida (Núm. 13:23, 27). Por consiguiente, la referencia a los ojos y los dientes en nuestro contexto, que alude a la plenitud de gozo, tiene la intención de sugerir la intensidad de la vida y de la paz total que caracterizará al reino mesiánico.

Dios convierte en bien el mal

Cuando los hermanos de José acuden a él para pedirle perdón (Gén. 50:17), les asegura a sus hermanos que no tiene la intención de hacerles daño. Sus palabras “no temáis” (Gén. 50:19) son las mismas palabras que usó Dios para tranquilizar a Abraham acerca de su futuro (Gén. 15:1). Para aliviar la tensión, José se coloca al mismo nivel humano: “¿Acaso estoy yo en lugar de Dios?” (Gén. 50:19). Jacob le había dirigido las mismas palabras a Raquel en respuesta a su queja por no tener hijos (Gén. 30:2). Sin embargo, para José esto es diferente. Mientras que para Jacob estas palabras eran una expresión de su enojo, para José las mismas palabras expresan amor por sus hermanos y tienen la intención de aliviar sus preocupaciones.

Y cuando José, imprevistamente, hace referencia a Dios, da a entender que el perdón divino interviene en el perdón humano. José incluso se refiere a la traición de sus hermanos como el mecanismo de ese perdón: ellos “pensaron hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien” (Gén. 50:20, RVA-2015). Lo que hicieron sus hermanos, que con razón reconocen como “maldad”, se transformó “para mantener en vida a mucho pueblo” (Gén. 50:20). José no se contenta simplemente con perdonar a sus hermanos; les quita el sentimiento de culpa, porque sus malas acciones cooperaron para bien. Ahora pueden mirar de frente a José y encarar el futuro. José los tranquiliza con las mismas palabras que abarcan el futuro: “No tengáis miedo” (Gén. 50:21; comparar 50:19) y concluye con la promesa de que él proveerá para ellos y sus hijos.

La salvación del mundo

Mientras que el texto menciona una tumba para Jacob pero no un ataúd (Gén. 49:29), para José, el texto menciona un ataúd pero no una tumba (Gén. 50:26). A José lo embalsamaron y, sin embargo, no lo enterraron debido a su esperanza en la Tierra Prometida. Por lo tanto, José no ordena que entierren sus huesos al morir; quiere que los lleven a Canaán junto con todo el pueblo de Israel. Mientras tanto, es “puesto en un ataúd en Egipto” (Gén. 50:26). El hebreo utiliza el artículo definido ba’arón, que significa literalmente “en el ataúd”, para enfatizar la importancia de que este ataúd no tenía una tumba.

Por ende, el libro de Génesis termina de la misma manera que termina todo el Pentateuco: con la muerte, pero sin un sepulcro (Deut. 34:6); y con la perspectiva de la Tierra Prometida (comparar con Deut. 34:1-4). El libro de Génesis, al igual que el Pentateuco, comienza con la Creación y el Jardín del Edén (Gén. 1–2) y termina con la perspectiva de la Tierra Prometida y la esperanza de la resurrección de los muertos (Deut. 34:6; comparar con Jud. 9). Esta coincidencia literaria no es casual. Encontramos la misma combinación en otros lugares (Heb. 11:1) y al principio y al final de varios libros de la Biblia (ver, p. ej., Isa. 1:2; 66:22, 23; Ecl. 1:1-11; 12:14; Dan. 1:12; 12:13; Juan 1:1-10; 21:22, 23), e incluso de toda la Biblia (Gén. 1–2; Apoc. 22:20).

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

La bendición de Jacob. Hay una historia sobre un profesor de Nuevo Testamento que dijo a sus alumnos: “Si quieren ser buenos cristianos, tendrán que matar al judío que hay en ustedes”. Entonces, un alumno respondió: “¿Se refiere a matar a Jesús?” ¿Cómo nos identificamos personalmente con la bendición de Jacob para sus hijos? ¿Es posible recibir las bendiciones de Jacob mientras neguemos su componente judío? ¿Qué hace que estas bendiciones también sean nuestras bendiciones?

La venida del Mesías. ¿Cómo se aplica esta profecía a Jesucristo? Analicen con la clase las ricas imágenes que se utilizan en este pasaje para describir al Mesías. ¿Cómo se aplica a nuestra vida la imagen de Cristo como “legislador”? Las figuras de los dientes y los ojos, que significan gozo de vida y paz, ¿cómo afectan nuestra percepción de la vida cristiana?

Dios convirtió en bien el mal. ¿Recuerdan alguna experiencia en la vida en la que un acto perverso dirigido a ustedes, con la intención de hacerles daño, terminara resultando para su bien? A raíz de esa acción, ¿en qué medida sus experiencias de sufrimiento e injusticia desempeñaron un papel en la formación de su carácter?

La salvación del mundo. El nombre “Adventista del Séptimo Día”, ¿cómo muestra nuestra creencia en la Creación? Como sugiere nuestro nombre, ¿cuál es la relación entre nuestra creencia en la Creación y la esperanza que tenemos en la segunda venida de Jesús?

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