Guías o lecciones de la Escuela Sabática para el Estudio de la Biblia

Lecciones para adultos: "En el crisol con Cristo"

Edición para maestros. Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2022

Lección 9: "Una vida de alabanza"

Para el 27 de agosto de 2022

 

Reseña | Comentario | Aplicación a la vida

 

Ir ArribaRESEÑA

Texto Clave: Filipenses 4:4.

Enfoque del estudio: Josué 5:13–6:20; 2 Crónicas 20:1–30; Salmo 145; Hechos 16:16–34; Filipenses 4:4–7.

Introducción:

“¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?”, se lamentaban los judíos cautivos junto a los ríos de Babilonia cuando sus captores les pidieron que cantaran algunos de los cánticos de Sion (Sal. 137:1-4). Por cierto, ¿cómo podemos cantar y alabar a Dios en medio del sufrimiento y la muerte? Esta pregunta representa una de las grandes paradojas del cristianismo. Nuevamente, lo esencial aquí es comprender la fuente del gozo y la alabanza: Dios mismo. Tener esa noción no significa que Dios nos fuerce, o nos programe, para cantarle alabanzas. Al contrario, si fuera cierto que Dios nos predestina para alabarlo, el mundo estaría haciendo precisamente eso al unísono; pero, obviamente, este no es el caso.

Dios es la Fuente de alabanza por ser quien es, nuestro Creador y nuestro Salvador, nuestro Rey y nuestro Padre, nuestro Juez y nuestro Amigo. ¡Es extraordinario! Un principio básico de la vida cristiana en este mundo es que es posible alabar a Dios en medio del crisol cuando llevamos una vida constante de alabanza, no ocasional. Otro principio es que alabar a Dios en tiempos de crisis se origina en nuestra relación con Dios, donde lo conocemos, lo amamos y confiamos en él.

Temática de la lección:

La lección de esta semana destaca dos temas principales:

  1. El gozo y la alabanza se basan en nuestra relación profunda y significativa con Dios, como parte de nuestra vida, como estilo de vida.

  2. El gozo y la alabanza cristianos no solo son beneficiosos para nuestra salud y para vencer los crisoles, Dios también los usa para salvar a otros.

 

Ir Arriba COMENTARIO

Gozo en el sufrimiento

Horace Williams (h), autor del galardonado Unleash the Power of Prayer in Your Life (Desata el poder de la oración en tu vida), identifica ocho propósitos que Dios logra en nuestra vida cuando utiliza el sufrimiento para nuestro beneficio. Según Williams, Dios usa el sufrimiento para “exponer el pecado en nuestra vida, fomentar la fe, demoler nuestro orgullo, determinar nuestros caminos, demostrar su gracia, mostrar su amor, profundizar nuestro compromiso con él, brindar esperanza, consuelo y gozo” (H. Williams (h) The Furnace of Affliction: How God Uses Our Pain and Suffering for His Purpose, p. 11). ¿Cómo Dios nos da gozo mediante el sufrimiento? Williams comparte que “el gozo es más que la felicidad basada en un resultado o circunstancia. El gozo es el deleite sobrenatural en el propósito de Dios para nuestra vida. El gozo es algo que Dios nos ofrece en medio de nuestro dolor y sufrimiento. Debemos decidir vivir con gozo. ‘Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia; porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia’ (Sal. 59:16)” (The Furnace of Affliction: How God Uses Our Pain and Suffering for His Purpose, p. 90). Williams concluye que “experimentar gozo no significa que ya no siento dolor. Significa que Dios me está llevando a un lugar donde ahora me siento inclinado a preguntarle: ‘¿Qué quieres que vea en esta angustiosa circunstancia, Señor?’ ” (The Furnace of Affliction: How God Uses Our Pain and Suffering for His Purpose, p. 97). Lo que el propio Williams ve en sus sufrimientos que le da gozo, es la presencia de Dios en el presente y la vida eterna en el futuro.

Policarpo alaba a Dios en la pira

El emperador romano Antonino Pío (138-161 d.C.) continuó con la política y la práctica del emperador Trajano de perseguir a los cristianos. En el año 155 d.C., una multitud llevó a un grupo de cristianos ante las autoridades de la ciudad de Esmirna en Asia Menor, para condenarlos y castigarlos. Cuando los cristianos se negaron a reconocer a los dioses del imperio, los castigaron con la muerte. Posteriormente, la multitud exigió que llevaran a Policarpo, el obispo de la iglesia de Esmirna, ante la ciudad. Discípulo y amigo del apóstol Juan, el viejo Policarpo también era un líder cristiano influyente y ampliamente conocido en Asia y otros lugares. Cuando finalmente llevaron a Policarpo al anfiteatro, el procónsul trató de persuadirlo de que se retractara de su fe y maldijera a Cristo.

El fiel discípulo de Jesús respondió: “Durante ochenta y seis años le he servido, y él no me ha hecho ningún mal. ¿Cómo podría maldecir a mi rey, que me salvó?” Cuando, finalmente, el procónsul lo condenó a morir quemado en la pira y los soldados lo ataron al madero, Policarpo oró y alabó a Dios en voz alta: “Señor Dios Soberano [...] Te agradezco que me hayas considerado digno de este momento, para que, junto con tus mártires, pueda participar de la copa de Cristo. [...] Por esto [...] te bendigo y te glorifico. Amén” (Justo L. González, The Story of Christianity, p. 54). Policarpo fue solo uno de los miles de cristianos que, siguiendo a personajes bíblicos como David y Pablo, alabaron a Dios en medio de la persecución y las pruebas de la vida. Aquellos primeros cristianos alabaron a Dios desde las llamas, desde las estacas, desde los anfiteatros llenos de animales salvajes, desde las cruces, desde las celdas de la prisión y desde las cámaras de tortura. No pensaron en la injusticia cometida contra ellos; no calcularon la relación costo-beneficio de su acto. Amaban y confiaban en Dios, y no dudaron en tomar un compromiso radical y definitivo con su Dios. No consideraron que fuese una dificultad morir por su Señor; más bien, para ellos era un privilegio sufrir y morir por su amado Salvador. Sin vacilación confiaron en Dios y en su promesa de resurrección, y consideraron que la muerte no era más que un momento en el tiempo en su derrotero para encontrarse con su Señor en gloria. Al escribir sobre la experiencia de David cuando enfrentó la rebelión de su hijo Absalón, Elena de White señala el hábito de David de recurrir al canto y la alabanza a Dios en tiempos de angustia: “¿Cuáles eran, en ese peligro terrible, los sentimientos del padre y rey tan cruelmente agraviado? ¿Con qué palabras expresó lo que sentía su alma el que era ‘hombre valiente’, guerrero y rey, cuya palabra era ley, ahora traicionado por un hijo a quien había amado y mimado y en quien había confiado imprudentemente, mientras era agraviado y abandonado por los súbditos ligados a él por los vínculos más estrechos del honor y la lealtad? En la hora de su prueba más negra, el corazón de David se apoyó en Dios, y cantó: [...] Salmo 3:1-8” (PP 802, 803).

En el capítulo 2 de El conflicto de los siglos, titulado “La fe de los mártires”, Elena de White describe que el canto y la alabanza a Dios les dio a los cristianos el gozo y la paz más auténticos y profundos en medio de la aflicción y la persecución más feroces: “Como los siervos de Dios en los tiempos antiguos, muchos ‘fueron muertos a palos, no admitiendo la libertad, para alcanzar otra resurrección mejor’ [...] Recordaban que su Maestro había dicho que cuando fuesen perseguidos por causa de Cristo debían alegrarse en gran manera, pues grande sería su galardón en los cielos; porque así habían sido perseguidos los profetas antes que ellos. Se regocijaban de que se los hallara dignos de sufrir por la verdad, y entonaban cánticos de triunfo en medio de las crepitantes hogueras. Al mirar hacia arriba por fe, veían a Cristo y a los ángeles que, desde las almenas del cielo, los observaban con el mayor interés y apreciaban y aprobaban su entereza. Del trono de Dios descendía hasta ellos una voz que decía: ‘Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida’ (Apoc. 2:10)” (CS 45).

Condiciones para regocijarse en los crisoles

Alabar a Dios y regocijarnos en él en una crisis solo es posible cuando estamos seguros de la bondad y la justicia de la causa o de la Persona por la que luchamos. En nuestro caso, la causa y la Persona son una. Regocijarse en medio de las pruebas y las persecuciones es posible cuando confiamos en Dios; cuando lo entendemos a él y a sus planes; cuando estamos convencidos de que Dios es justo y bueno y de que él y su causa son dignos de nuestro compromiso total y radical. Por ende, el regocijo en medio de los crisoles surge de la comprensión (1) de que Dios es real y bueno; (2) que él nos creó, que somos suyos, que él nos ama y que nosotros también lo amamos; (3) que el Gran Conflicto es real, que es el ataque de Satanás contra Dios y sobre nosotros, y que Dios está de nuestro lado y nosotros del suyo; (4) que Dios nos redime del poder del pecado y de Satanás, y que nosotros y Dios, en Cristo, somos y seremos victoriosos; y (5) que la causa o la misión de Dios de traer la salvación a todo el mundo vale todo el sufrimiento que debamos soportar, incluso si es necesario, hasta la muerte.

 

Ir Arriba APLICACIÓN A LA VIDA

  1. Lee Habacuc 3:16 y 17 y piensa en cómo puedes regocijarte en medio de tu sufrimiento. ¿Cómo puedes alabar a Dios en momentos de aflicción?

  2. La música es una motivación poderosa para actividades humanas como trabajar, hacer ejercicio y luchar. Por ejemplo, las fuerzas militares de todo el mundo tienen su propia música que eleva la moral de sus soldados. Analiza la música que motiva tu vida espiritual. ¿Cuánto gozo y paz experimentas en tu vida de alabanza y cantos a Dios?

  3. Dedícate a aprender de memoria canciones antiguas y nuevas para cantarlas de memoria y entendiendo la letra. Cuando te encuentres en una situación difícil, entona una canción. ¿Cuánto te ayuda esta experiencia a salir victorioso o a reafirmarte?

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